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jueves, 27 de enero de 2011

Como observar los cielos para construir el mundo

Como observar los cielos para construir el mundo


Debido a las necesidades propias de un pueblo totalmente agrícola, se vieron obligados a observar los astros o cuerpos celestes que afectaban la siembra. Se sabe que varias ciudades dispusieron de edificios que funcionaron como verdadero observatorios y nos han legado cálculos asombrosos por su exactitud, como por ejemplo el ciclo solar que lo establecieron en 365.2420 días. y el ciclo lunar en 29.53086 días.
El año gregoriano actual mide 365.25 días; y algunos otros calendarios estableces un sistema de 27 o 28 días para el ciclo lunar.


Hoy día los científicos por medio de satélites, computadoras, calculo de precisión e integración; e intersección óptica láser, han calculado que el año solar es de 365.2422 días, y el ciclo lunar es de 29.54059 días lo que se traduce en que los mayas calcularon la presesión del año solar con 3900 % (tres mil novecientos por ciento) más exactitud que las culturas europeas y la precisión lunar con 15833 % (quince mil ochocientos treinta y tres por ciento) más exactitud que cualquier otra cultura del mundo.
Según el código , se sabe que calcularon el ciclo de Venus con relación al de la Tierra en 583.935 días. (Hoy se esta estimando que es entre 583.920 y 583.940 días aproximadamente).
Su interés primordial, en contraste al de los astrónomos "occidentales", estaba en el paso Cenital, es decir cuando el Sol atraviesa la latitud Maya. En una base anual el sol viaja a su solsticio del verano hasta la latitud de 23 grados y 20 minutos norte.


La mayoría de las ciudades Mayas se localizan al sur de esta latitud, lo que significa que podrían observar el sol directamente sobre la cabeza durante el tiempo que el sol pasaba encima de su latitud. Éste pasa dos veces al año, aproximadamente con un espació de 34 días alrededor del día de solsticio. (Entre el 21 y 22 de junio)
Entre el 15 y 16 de Mayo. Entre el 25 y 26 de Julio.
Los Mayas podría determinar fácilmente estas fechas, porque durante el medio día local, los objetos no proyectaban ninguna sombra. Las observaciones del Paso Cenital son posibles sólo en los Trópicos y esto era totalmente desconocido para los conquistadores españoles quienes descendieron en la península de Yucatán en el siglo XVI.

Venus

Venus era un de los cuerpos celestes más importantes que observaban los antiguos astrónomos mayas. Parecen haber existido por lo menos dos nombres para ella: Noh ek, la gran estrella, y Xux ek, la estrella avispa. Landa menciona a Venus como la estrella de la mañana, pero no le da ningún nombre en particular.
El planeta Venus hace una revolución sinódica, en casi exactamente 583.920 días. Las revoluciones individuales ocurren en series de cinco, como sigue: aproximadamente en 580, 587, 583, 583 y 587 días cada una, pero cualesquiera cinco revoluciones consecutivas suman por término medio cerca de 583.920 días cada una. Los mayas consideraban este período como de 584 días, pero sabían que este valor era excesivo.
En su revolución sinódica, Venus pasa por cuatro períodos:

Después de su conjunción inferior es estrella matutina por unos 240 días.

luego desaparece por espacio de 90 días, durante su conjunción superior.

Reaparece como estrella vespertina por espacio de otros 240 días.

Desaparece de nuevo 14 días durante su conjunción inferior.
Los astrónomos sacerdotes mayas asignaban arbitrariamente valores algo distintos a estas cuatro fases de Venus, aunque el número total de los días en una revolución sinódica permanecía siempre el mismo, o sea 584. Según la astronomía maya, Venus era un estrella matutina durante 236 días, era invisible durante su conjunción superior durante 90 días; estrella vespertina durante 250 días e invisible durante su conjunción inferior durante 8 días, lo que hace un total de 584 días.
Uno de sus períodos ceremoniales era una unidad de tiempo compuesta de 5 revoluciones sinódicas de Venus, o sea 2,920 días (5 x 584=2,920). Habían descubierto que este período era igual que 8 de sus años civiles (8 x 365=2,920), una coincidencia que para ellos era de gran utilidad, pues combinaban 8 de sus años solares con 5 de sus años de Venus y proporcionaba un período conveniente para la corrección del calendario venusino que se iba retrasando del año aparente a razón de 2/5 de día cada 8 años civiles.



Otras estrellas y constelaciones
Llamaban a las Pléyades Tzab, la palabra maya se usa para indicar los cascabeles de una culebra cascabel, tal vez por su parecido imaginario. A Géminis lo llamaban ac, tortuga.
Se ha sugerido que los antiguos mayas tenían su propio Zodíaco, compuesto de trece casas y que este Zodíaco maya puede estar representado en las paginas 23 y 24 del Códice Peresiano. Si así fuere, los tres primeros signos o casas eran Escorpión, Tortuga y Cascabel, pues estas son las tres primeras figuras que se ven colgando de una banda de constelaciones en el medio de la sección que se encuentra en la página 24 de dicho códice.
La estrella polar tenía también gran importancia. Su aparente inmovilidad y la procesión ordenada de las otras constelaciones a su alrededor hacían de ella un seguro fanal.


Los Mayas hicieron observaciones del día de Venus. Este planeta tenía un efecto psicológico en los Mayas y otras culturas Mesoamericanas, se ha demostrado que los Mayas cronometraron algunas de sus guerras basándose en los puntos estacionarios de Venus y Júpiter.
El pensamiento Maya evidentemente se enfocaba también en el Sol y lo observaron, rastreando el camino a lo largo de la eclíptica. Lo seguían durante el año, partidarios presumiblemente de su camino a lo largo del horizonte como tal. En Chichen-Itza durante el ocaso del sol la serpiente de luz sube por el lado de la escalera de la pirámide llamado "El Castillo" en el primer día de Primavera y equinoccio del Otoño.
Se entiende que los Maya no solo observaban las posiciones extremas del Sol en los solsticios, sino también los equinoccios. Además del Paso Cenital mencionado antes.
Los Mayas tenían un componente lunar en sus inscripciones calendaricas.
En el Arte Maya esta representada la Eclíptica como una Serpiente de Dos Cabezas. La eclíptica es el camino de el sol en el cielo, que esta marcado por las constelaciones de estrellas fijas. Aquí la luna y los planetas se pueden hallar porque se limitan, como la Tierra, en la orbita del sol.


A esto se le llama también el zodíaco y son las constelaciones visibles en la eclíptica. La Vía Láctea se veneró mucho. La llamaron el Árbol del Mundo, que se representaba por un alto y majestuoso árbol. La Vía Láctea era también llamada el Wakah Chan. Wak significa "Seis", "Ascender" o "Derecho"; Chan o K'an significa "Cuatro", "Serpiente" o "Cielo." Así podríamos interpretarlo como "La Regla del Cielo" o "La Serpiente Ascendente".
El Árbol del Mundo estaba visible cuando Sagitario aparecía bien alto en el horizonte. En este momento la Vía Láctea arriba del horizonte y sobre la cabeza en el Norte. La estrellas y nebulosas le dan forma al ojo humano de un "árbol de la vida": la Vía Láctea de donde toda vida proviene. Sagitario es la constelación más cercana, al centro de nuestra galaxia, desde la perspectiva de la Tierra.
El fenómeno en el que la constelación de Sagitario es más resplandeciente durante las primeras horas del atardecer es durante el 25 de Julio, día que los europeos conocen como la Fiesta del Camino de Santiago, pues es cuando la Vía Láctea (el Camino de Santiago) es más notorio de oriente a occidente tras del atardecer en Francia, España y Portugal.


Algunas de las construcciones cuya función religiosa resulta evidente para los arqueólogos presentan una característica muy notable: están alineados con respecto al cielo de forma que sirvan como verdaderos calendarios de piedra en fechas que eran importantes para el pueblo maya. Un hecho interesante en la ubicación geográfica del área maya es que al estar por debajo de la línea del Trópico de Cáncer el sol podía pasar sobre el cenit en dos ocasiones por año. Después del equinoccio de primavera, el sol se desplaza hacia el norte para alcanzar el cenit sobre el Trópico de Cáncer en el solsticio de verano, y entonces regresa hacia la línea ecuatorial para el equinoccio de otoño, en ese recorrido, el sol pasa dos veces sobre el cenit de la zona trópica donde se encuentra el área maya.


Para los mayas estos dos pasos zenitales eran muy importantes desde el punto de vista de la agricultura y los rituales. Por lo mismo levantaron construcciones que marcaran el paso zenital del sol, así como los equinoccios y solsticios. Así por ejemplo tenemos el Templo de las Siete Muñecas en Dzibilchaltún, Yucatán (México), donde la luz del sol atraviesa el edificio en el amanecer durante los equinoccios. Y en el templo maya del Dios Descendiente de Tulúm también la luz de sol del solsticio de invierno penetra por una ventana en lo alto del edificio. Algo semejante ocurre en la Casa del Gobernador en Uxmal. Por su parte en Uaxactún todo un conjunto de edificios fueron colocados para realizar funciones astronómicas. Colocado en la estructura piramidal de la plaza se puede observar el denominado Grupo E que consta de tres edificios. En dirección al edificio central se puede observar la salida del sol durante el equinoccio y en los solsticios el sol puede observarse sobre los edificios laterales.


En México, la arqueo astronomía maya alcanza su máxima expresión en Chichen Itzá, una ciudad que surgió hacia el 550 d.C y posteriormente abandonada en el siglo X. Volvió a tener nueva vida hacia el 1000 d.C para ser nuevamente abandonada en el siglo XIV. Cabe destacar que por el año 800 la ciudad fue invadida por los Toltecas, quienes habían construido Teotihuacan, otro baluarte de la arqueo astronomía, lo cual modifico el estilo de construcción de Chichen Itzá.

El Caracol, llamado también el Observatorio



El Caracol, observatorio astronómico en Chichén Itzá
Si algo sorprende a los estudiosos de la civilización maya es su abismal conocimiento de los cielos, aprehendido únicamente por medio de la observación y el análisis detenido de la bóveda celeste y de los ciclos naturales a lo largo de varias generaciones. Los conocimientos astronómicos estaban íntimamente ligados con la escritura, las matemáticas y, muy particularmente, con el calendario, fundamental para un pueblo dedicado a la agricultura.

El establecimiento de los ciclos agrícolas requería un minucioso estudio del cielo diurno y nocturno; de la trayectoria del sol, las fases de la luna y la posición de algunas estrellas. Todas estas observaciones fueron sistematizadas, repetidas una y otra vez, registradas y , finalmente, vinculadas con la vida material y espiritual de los mayas. Pero, ¿quiénes eran los encargados de mirar hacia las estrellas?


Generalmente, los sacerdotes; hombres de sabiduría que apoyaron su cosmovisión en instrumentos de medición muy rudimentarios, casi milagrosos por la vasta información que aportaron. Para establecer la trayectoria de los astros, los sacerdotes tomaban asiento diariamente en un mismo punto -por lo común, la parte más alta de un templo- durante largos periodos, y fijaban la vista en el horizonte; con este método, y un palo plantado en el suelo, lograron determinar, por ejemplo, el paso del sol por el cenit, pues al encontrarse el sol en su punto más alto el palo no proyectaba sombra.



Glifos en Las Monjas, Uxmal, que representan un eclipse solar
Con el mismo objetivo, los mayas también empleaban dos varas o hilos cruzados, formando una equis; desde este punto fijo de observación, con un detalle natural en el horizonte como referencia, anotaban el lugar desde donde salían y se ocultaban determinados cuerpos celestes a lo largo de varios meses. De este modo lograron establecer, con asombrosa precisión, los ciclos lunares, solares y venusinos y observar las conjunciones estelares que más les interesaban.

A pesar de estos rudimentarios procedimientos, los sacerdotes mayas superaron sus deficiencias técnicas con una labor constante y cuidadosa en extremo, realizada con una entrega y un rigor que bien podrían calificarse como científicos; de otra manera no se explica la asombrosa exactitud de sus cálculos astronómicos y de las correcciones hechas a sus calendarios.

Por ejemplo, sabemos que los mayas tenían un año civil fijo de 365 días, y que comprendieron que había discrepancias entre éste y el año trópico verdadero, el cual, según la ciencia moderna, requiere de 365.2422 días para efectuarse. Así, concibieron una fórmula de corrección calendárica en la ciudad de Copán, Honduras, hacia los siglos VI o VII de nuestra era. Con esta corrección, su calendario quedó más cerca de la realidad que el nuestro: su año fue fijado en 365.24.20 días, mientras que el calendario que nos rige abarca 365.24.25 días.


Los mayas también calcularon correctamente la duración de la lunación. Formularon su calendario lunar por el antiquísimo y muy exacto procedimiento del tanteo, interpolando meses de 29 y 30 días a lo largo de 405 lunaciones sucesivas. La discrepancia con respecto al ciclo lunar real es mínima.

Asimismo, es muy probable que conocieran también otros planetas, además de Venus, y que registraran sus ciclos o revoluciones sinódicas, pues por las menciones en las fuentes históricas se deduce que los mayas se interesaron por numerosas constelaciones y estrellas, como la Polar, a la que designaban como Xaman Ek, la gran estrella, la cual fue empleada como guía para viajeros y comerciantes; las Pléyades, a las que llamaban Tzab -como los cascabeles de las serpientes- y la constelación de Géminis, a la cual denominaban Ac, la tortuga.


Glifo que representa a Venus, la primera estrella de la tarde
De tanto observar los cielos los mayas notaron, no sin asombro y cierto terror, que determinados días del año el sol, durante algún tiempo, quedaba parcialmente oscurecido o incluso desaparecía del todo; cuando esto sucedía, imaginaban que una bestia celeste intentaba devorar al sol, y que si el monstruo triunfaba se acabaría el mundo. Esta posibilidad le causaba tal pánico al pueblo maya que para los sacerdotes -quienes sabían que el oscurecimiento del sol era producto del cruce de las trayectorias del sol y de la luna- era fácil obtener, con esta terrible amenaza, ofrendas excepcionales, mayor sumisión e incluso sacrificios humanos. No obstante, de los 69 eclipses anunciados en el Códice Dresde, sólo 18 fueron visibles en territorio maya.


Equinoccio lunar en la Casa de las 7 muñecas, en Dzibichaltún

Así, es evidente que la astronomía jugó un papel fundamental en la sociedad maya: no sólo determinó gran parte de su cosmovisión y muchas de sus creencias religiosas, sino también, incluso, su arquitectura -muchos edificios fueron construidos de acuerdo con la alineación de algunas estrellas, incluidos los observatorios- y su concepción del arte y de la ciencia. En resumen, para los mayas observar los cielos no fue sólo un placer; fue también una manera de entender y construir el mundo, su mundo.
Un verdadero símbolo de la actividad astronómica maya en Chichen Itzá viene siendo el Caracol, un edificio que asemeja a un observatorio astronómico moderno (con domo incluido). También conocido como el Observatorio, fue construido con fachadas, ranuras y perforaciones de observación especialmente orientadas para enfocar eventos siderales específicos.


El observatorio esta deliberadamente desviado de la alineación de su plataforma principal con la intención de que sus esquinas opuestas Este­Oeste apunten la salida del sol en el solsticio de verano y la puesta del sol en el solsticio de invierno. La plataforma principal está perfectamente alineada a la puesta de Venus en su declinación norte máxima. El basamento del observatorio apunta hacia la puesta del sol a su paso por el cenit. Y algunas de las ventanas y ranuras del Caracol apuntan hacia las estrellas Canopus y Castor. Ciertamente estos no son los únicos alineamientos encontrados en el Caracol, puesto que se han estudiado 29 alineaciones de las cuales 20 corresponden a fenómenos astronómicos en el horizonte; como por ejemplo la aparición de sol por la ventana 1 durante el equinoccio de primavera, o la observación de los puntos extremos norte y sur de Venus desde las ventanas 1 y 2.


El Castillo o Pirámide de Kukulkán

El espectáculo arqueo astronómico mas conocido mundialmente sobre el mundo maya es sin duda alguna el que ocurre en el Castillo o Pirámide de Kukulkán en Chitchen Itzá. Construido hacia el 800 de nuestra era, es un asombroso calendario solar que marca los días del año así como los equinoccios de primavera y de otoño. El Castillo es un templo de forma piramidal de 28 metros de altura con 91 escalones en cada uno de sus cuatro caras. Los escalones son un registro en piedra del año solar. 91 escalones por 4 lados, más un nivel extra por la plataforma da un total de 365, un peldaño por cada día del año.

En marzo y septiembre, cuando tienen lugar los equinoccios de primavera y otoño, respectivamente, las mastabas o plataformas sobre las cuales está construida la pirámide proyectan sombras triangulares sobre las paredes de las escalinatas. Las escalinatas están adornadas en su base por sendas cabezas de serpiente que simbolizan a Kukulkán (la serpiente emplumada), y con los triángulos de luz y sombra provocados por la iluminación del sol equinoccial provocan una fantástica ilusión de una serpiente que está descendiendo a tierra desde la parte alta de la pirámide. Posiblemente la pirámide de Kukulkán presentaba otros alineamientos astronómicos, pero cuando la pirámide fue descubierta se encontraba en un estado excesivamente ruinoso, y ha sido reconstruida en parte.

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