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miércoles, 27 de julio de 2011

La fatiga de guerra y la falta de crítica de la guerra

La fatiga de guerra y la falta de crítica de la guerra
De Irak a Afganistán y a Libia, en la primera década del siglo XXI se ha consolidado la reputación de EE.UU. como el conejito energizer de la guerra. Si bien estos conflictos siguen causando estragos, hay un número creciente de indicios de que incluso Estados Unidos tiene un límite de la cantidad de guerras que está dispuesto a librar.
Los signos de fatiga de guerra comenzaron a aparecer en marzo, cuando el ex secretario de Defensa Robert Gates, puso en duda la cordura de una guerra terrestre en Asia . En mayo los reclamos (1) de comenzar a traer las tropas a casa desde Afganistán proliferaron a raíz del asesinato de Osama bin Laden. El mes pasado, el Congreso amenazó con dejar de financiar la guerra no declarada en Libia. Y mientras los republicanos siguen protegiendo los recortes de impuestos millonarios como si el destino del mundo dependiera de ello (2) no protegieron el presupuesto de defensa con el mismo nivel de fervor religioso.

Los críticos de larga data de la política de defensa de los EE.UU. y el militarismo en términos más generales, podrían estar tentados de tener su momento de pequeña y propia "misión cumplida". Pero, como sabemos muy bien, esos momentos tienden a confundir el éxito a corto plazo con la victoria del largo plazo.

La fatiga de guerra es una poderosa fuerza política y los argumentos que se derivan de ella tienen sus méritos. Sin embargo, estos estrechos argumentos no deben confundirse con una crítica más fundamental del militarismo de EE.UU. Esto se ve mejor cuando se aclaran algunos de los argumentos más básicos de la fatiga de guerra.

La guerra en "X" es imposible de ganar

Este es el argumento que subyace detrás de la declaración de Gates, "Cualquier futuro secretario de Defensa que asesora al presidente para enviar de nuevo un grandes ejércitos americanos a Asia, a Oriente Medio o a África, debería hacerse examinar la cabeza”. Hay mucho de verdad en esta afirmación. La guerra en Afganistán en realidad es imposible de ganar. A pesar de los informes de progreso, sería prácticamente imposible erradicar a los talibanes de la región sin aniquilar a todo el país. El final, cuando llegue, será a través de negociaciones con los talibanes. Los cuales, inevitablemente, asumirán un papel de liderazgo en cualquier futuro gobierno afgano.

Sin embargo, Gates y otros funcionarios se niegan a reconocer por qué la guerra contra los talibanes es imposible de ganar y el significado de la naturaleza de la guerra en primer lugar.

Los talibanes son imbatibles en parte porque son una fuerza originaria en su mayoría que luchan contra un ejército extranjero. Aunque los talibanes en realidad no son una sola organización, sino más bien un conglomerado de grupos dispares sueltos unidos en la creencia de que la ocupación de EE.UU. debe terminar. De acuerdo con varios recientes estudios, la escalada de la guerra en el sur y en el este de Afganistán contribuyó, de hecho, al crecimiento y radicalización de los talibanes en la región.

Gates no quiere llamar la atención sobre la verdadera fuente de la fuerza de los talibanes para no socavar las bases de toda la guerra. Así como tampoco sobre los efectos desastrosos de la guerra sobre el pueblo afgano, para no quitar la idea de que los Estados Unidos son una fuerza benevolente en el mundo.

Ganamos, ahora es su turno

A pesar de que Gates y otros funcionarios cada vez dan más a entender que la guerra en Afganistán es imposible de ganar, han hecho especial hincapié en citar avances en el esfuerzo bélico. Ya fuimos testigos de esta controvertida lógica con anterioridad. En el caso de Irak, tendía a salir de los demócratas que, a pesar de despotricar contra la idea de la victoria en Irak, sin embargo, sugirieron que se había llegado a un punto donde era posible, e incluso necesario para los iraquíes "para poder asumir la responsabilidad de su propio futuro”. Éste es un buen ejemplo de cómo en los Estados Unidos la fatiga de guerra tiende a adaptarse como fórmula de una historia de éxito. La dirigencia demócrata insistió en que era hora de dejar Irak no porque la guerra era ilegítima o destructiva, sino más bien porque se logró lo que se pudo y había llegado el momento de que los iraquíes asuman el control. Después de todo, no podemos hacer todo por ellos.

En las últimas semanas hemos escuchado argumentos similares para poner fin a la guerra en Afganistán. En primer lugar se escuchó la afirmación de que la guerra podría terminar debido a que los Estados Unidos habían tenido éxito en matar a bin Laden. "Obtuvimos a Osama bin Laden. Salgamos de Afganistán", declaró el ex gobernador de Nuevo México y candidato republicano para el 2012 Gary Johnson.

Por supuesto, Johnson y otros que elaboraron este argumento fracasaron porque no señalaron que bin Laden murió en Pakistán y este hecho impide tomar conciencia de que la muerte de miles de afganos, mientras tanto, podría haber sido en vano. Pero estos considerandos habrían podido poner en duda la legitimidad de una guerra de 10 años en Afganistán y no estarían en consonancia con el estilo estadounidense de la calificación de fatiga de guerra.

Mientras se cerraba el plazo del anuncio de Obama de retirada de las tropas, varios demócratas comenzaron a subirse al carro de la fatiga de guerra. En todo Washington se podían oír las páginas arrancadas del libro de jugadas sobre la fatiga de guerra en Irak: "Es hora de que el pueblo afgano asuma la responsabilidad de su propio país", decían. Hemos hecho todo lo posible por Afganistán destruyendo sus comunidades con nuestras bombas y nuestras armas de fuego. Llegó el momento de que los afganos nos releven.

Estas malditas guerras son demasiado costosas

Por supuesto, los dos primeros argumentos no existirían si no fuera por este último. El costo de emprender una guerra es sin duda la fuerza impulsora de la fatiga de guerra de hoy. Tanto los demócratas liberales que quieren una mayor inversión del Estado en la economía y el Tea Party del partido republicano que quiere cortar totalmente el gasto, han argumentado que las guerras en Afganistán y Libia son condenadamente caras.

El coste de financiación de la guerra previsto entre el 9 de septiembre y el 2012 es de 1,415 trillones de dólares, incluyendo 49,3 mil millones en el año fiscal 2011 para la guerra de Irak que, supuestamente, llegó a su fin. No incluye la guerra no declarada en Libia, que está costando más de 9 millones de dólares diarios. Es un montón de dinero para gastar en una guerra para cualquier economía, más teniendo en cuenta los recortes en la educación y en los programas básicos de ayuda como Medicare, Medicaid y Seguridad Social.

A pesar de que podemos y debemos oponernos al abultado presupuesto de defensa, oponerse a la guerra sobre la base de que es demasiado caro, no deja de ser un argumento contra el costo de la guerra. No es un argumento en contra de la guerra misma. Oponerse a los costos económicos de la guerra es lo mismo que decir que, si los Estados Unidos tuvieran todo el dinero del mundo, en realidad se tendrían que apoyar las guerras en Afganistán y Libia. Por lo tanto, aunque hacer hincapié en el argumento del precio de nuestras guerras actuales puede ser una herramienta política eficaz, no explica por qué, ya sea en términos geopolíticos o morales, estas guerras no tendrían sentido a cualquier precio. Centrándose en los costos de la guerra a los Estados Unidos deja la puerta abierta para un argumento muy estrechamente relacionado.

¿Por qué no usar en cambio aviones no tripulados y fuerzas especiales?

Este argumento está implícito en la advertencia específica de Gates cuando se declara en contra de "un gran ejército terrestre estadounidense”. También es parte de la última estrategia de Obama en Afganistán y a lo largo de la frontera de Pakistán, donde los ataques aéreos y las operaciones de las fuerzas especiales han aumentado considerablemente desde el inicio, y es el consenso que se refleja en la reciente legislación que dio a Obama un año más en Libia, siempre y cuando no comprometa a las tropas de tierra.

De manera más general, este es el consenso de que la lucha contra el terrorismo, que utiliza una cautelosa tecnología y no tropas de tierra, es el camino a seguir no sólo en Afganistán y Libia, sino también en Somalia y Yemen, así como en cualquier otro país donde hay una amenaza real o exagerada a la seguridad de los EE.UU. Esta postura es una extensión del argumento de los costes. Además de hacer hincapié en el coste económico de la guerra, también enfoca la atención sobre el valor de la vida de un soldado de EE.UU.

Igual que los otros argumentos con los que está asociado, el argumento de la lucha contra el terror no cuestiona el valor básico de la intervención militar ni tampoco se preocupa demasiado por las vidas que se pierden por los ataques de estos drones. Simplemente asume que el proceso de averiguar cuál es una amenaza real y cuál no para la seguridad de EE.UU. es un asunto de utilización de tecnología. Así, cuando mueren civiles inocentes, como inevitablemente ocurre, se los considera combatientes enemigos ex post facto o "daños colaterales" de una máquina en funcionamiento. Las categorías básicas y los procesos para determinar quién es el enemigo y lo que el destino les depara, sigue siendo un tema que no se cuestiona.

De nuevo lo conocido

Ésta no es la primera vez que Estados Unidos experimenta la fatiga de guerra. El caso más pronunciado se produjo en las últimas etapas de la guerra de Vietnam. Observando este fenómeno, Noam Chomsky escribió en 1973,

"Estados Unidos está cansado de esta guerra, y en los limitados grupos donde se determina la política exterior, hay muchos que la ven como un sinsentido, como una fracasada aventura que debería ser finiquitada. Sin embargo la doctrina oficial prevalece. Es la que establece los términos del debate, un hecho de considerable importancia. Y mientras las víctimas sean designadas como "comunistas", resulta un juego justo. Prácticamente cualquier atrocidad será tolerada por una población que ha sido profundamente adoctrinada”.

Como predijo Chomsky, la fatiga de guerra de Vietnam poco influyó para poner fin a la Guerra Fría, que siempre ubicó el conflicto en su marco ideológico. De manera fundamental, ese marco ideológico se ha mantenido hasta la actualidad. En lugar de los comunistas de Afganistán, son los islamistas. En vez de apoyar una conspiración comunista internacional, el adversario está llevando a cabo una yihad global. En ambos casos, los Estados Unidos alegan que están librando una guerra de autodefensa, que es a la vez de interés mundial.

En Libia, donde este argumento de la guerra es insostenible, ha surgido de hecho como un argumento en contra de la guerra. Los opositores a la guerra han argumentado que los rebeldes podrían tener vínculos con al-Qaida. Muy pocas de estas críticas llaman la atención sobre la crisis humanitaria en Libia que esta supuesta guerra humanitaria en realidad ha empeorado. Estos considerandos están fuera de los parámetros de la fatiga de guerra.

Estamos muy familiarizados con el final del juego típico que se produce por la fatiga de guerra. Por varias razones, y a veces contradictorias, optamos por agotarnos en la batalla actual y no ocuparnos de la guerra más grande. La fase del agotamiento es tan simbólica como actual, con bases militares y dólares para la defensa que siguen fluyendo hasta mucho después de que los medios de comunicación dejan de informar sobre el conflicto. El conflicto actual puede llegar a algún tipo de final, pero la gran guerra continúa. La fatiga de guerra, al parecer, es un elemento clave en la larga historia de la guerra perpetua.

Fuente: http://original.antiwar.com/hannah-gurman/2011/07/22/war-fatigue-and-the-uncritical-critics-of-war/

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