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lunes, 26 de diciembre de 2011

Taoísmo e Islam

Taoísmo e Islam
El significado mismo de islam, que es sumisión, no viene sino a indicarnos con claridad que el destino principal de la humanidad es el de rendirse a esa fuerza absoluta llamada Dios
27/06/2011 - Autor: Guillermo Peláez Machado - Fuente: Webislam
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El Tao del islam.Comparar estas dos religiones podría parecer descabellado, pero la verdad es que si por un momento permitimos que, como un destello de luz en el tiempo, caigan las barreras que como una coraza se nos interponen a apreciar la esencia de estas dos religiones, podremos percibir algo más.

Lo primero que se nos desvela del Taoísmo, es que es imprescindible separar los llamados Taoísmo filosófico del Taoísmo religioso, y aunque aquí usamos el término “religión” para hacer la comparación que pretende el artículo, resulta que a lo largo del tiempo han sucedido cosas distintas con los mensajes de Muhammad (SAWS) y Lao Tse o Chuang Tse. Aquello que transmitieron estos seres del lejano oriente, fue desvirtuado al punto de convertir su mensaje eterno y omnipresente para todas las naciones en una tradición casi completamente exclusiva de China, relacionada con ritos completamente desvinculados de las enseñanzas originales.

Tanto así ha sido que hoy en día, a menos que estemos interesados en el fenómeno cultural, político o sociológico de China, no deberemos interesarnos por el Taoísmo religioso entendido comúnmente como Taoísmo. Nos encontramos con un pretendido Taoísmo que enseña cómo, a través de ritos, ganar dinero, tener larga vida, éxito, etc. La enseñanza de Lao Tse que encontramos en el TaoTeKing, que se ha convenido en llamar “filosófica”, es eminentemente anti clerical y en contra de los ritos, y por ejemplo dice, según traducción de Jaime Uyá, que el verdadero sabio del Tao “se atiene al fruto y no a la flor”, es decir que no se pierde en aquello que es evidente sino que por el contrario, sabe que el cambio, ese flujo permanente que todo lo permea es lo único a lo cual podría uno aferrarse, al menos conceptualmente hablando, ya que en la realidad es imposible. En fin, Lao Tsé, nos habla básicamente de una fuerza absoluta capaz de generar un flujo incesante a través de toda la existencia. Esta fuerza, llamada Tao, a la que a su vez cataloga como “madre de todas las cosas”, es inaprensible, pero por sobre todas las cosas, podemos extraer que es amoral, es decir, ni buena ni mala.

Si intentáramos comparar esa noción de Tao como fuerza absoluta, madre de todo, pero ni buena ni mala, es en ese último aspecto de la descripción cuando nos encontramos un choque fulminante con la idea del Dios de la cristiandad, eminentemente “bueno”. Por el contrario, si comparamos con la noción original de Allah que aparece en el Corán y que nos enseñó el Profeta Muhammad (SAWS), notaremos un paralelismo cuanto menos asombroso, cuanto más: esclarecedor.
Dios (Allah), segúnel Corán no es tampoco ni bueno ni malo, es la fuerza matriz; y el significado mismo de islam, que es sumisión, no viene sino a indicarnos con claridad que el destino principal de la humanidad es el de rendirse a esa fuerza absoluta. Pero si hay algo fundamental que dejar claro para terminar de derrumbar las barreras entre Taoísmo e Islam, es que esta sumisión no debe entenderse netamente desde el punto de vista de los credos que hay que seguir, ni mucho menos de los ritos. Someterse a Allah no sólo significa rezar cinco veces al día en las horas prefijadas, ayunar en un período de tiempo determinado, determinar cierto porcentaje de dinero para la limosna, sino que también implica un saber, un conocer sobre esa fuente de la realidad.

Somos musulmanes siempre, porque siempre estamos sometidos a la fuerza suprema, es imposible que sea de otra manera, y cuando asumimos esto, ya sea momentáneamente con nuestra conciencia, estamos percibiendo la realidad con otros ojos, ya que dejamos de ver los eventos como cuestiones aisladas, sino que percibimos una especie de magia en las cosas: en el movimiento de las hojas con la brisa, el movimiento del sol, los latidos del corazón, o la inamovilidad de una piedra.

Al Taoísmo no podemos acceder por sus manifestaciones cotidianas, tenemos que ir a las fuentes originales. Pero en el Islam esto si bien también es necesario, hay que leer el Corán con nuestro intelecto y con nuestro corazón: pensando y sintiendo, también es cierto que la realidad cotidiana de los musulmanes en el mundo sí está impregnada de esta esencia. Más aún, el simple acto de rezar, y más aún, en el solo hecho de prosternarse y decir “santísimo Allah”, hay un potencial enorme para la conciencia de Islam y para ser un sabio del Taoísmo.

El sabio del Taoísmo es eminentemente un contemplador, pero no por esto deja de actuar. Podríamos decir que el sabio del Tao, actúa sin adelantarse ni retrasarse al momento en cuál debe actuar. Esto tampoco tiene que llevar imprescindiblemente adjunto la infalibilidad en los términos en los que estamos acostumbrados a ella. En cambio, implica que si se actúa de acuerdo a la circunstancia se está aceptando lo siguiente: “las redes del cielo son grandes, anchas son sus mallas, y no se le escapa nunca nada”. Es decir que más bien desde la perspectiva taoísta, no existe el error, ya que todo está enlazado de tal manera que no son posibles el bien ni el perjuicio.

El musulmán es aquel que se ha sometido y se somete a la realidad última llamada Allah, por lo que una de sus principales características es la paciencia. “Por la tarde, en verdad el hombre camina hacia su perdición, excepto quienes crean, obren bien, se recomienden mutuamente la verdad y se recomienden mutuamente la paciencia”. (Corán, Sura Al Asr).

Aún cuando podamos seguir comparando al Islam con el Taoismo, decir que son lo mismo es como decir que dos musulmanes son iguales o que una persona es la misma cuando está sola o cuando está con su madre. Pero lo que sí podemos es servirnos de dos religiones, que en esencia han nacido de la misma fuente: la realidad, para ayudarnos a entenderlas a ambas. Si nos perdemos en el Islam, que siempre corre el riesgo de convertirse en un laberinto de dogmas, o si nos perdemos en el Taoísmo, tal vez por no poder hallar una manera de que nos vincule a nuestra cotidianeidad, e incluso a nuestro cuerpo, entonces podemos alternar la poesía del uno y la del otro, para aclarar nuestro corazón.

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