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sábado, 28 de enero de 2012

slim judio como su paisano Soros

Lo que no sabes de Carlos Slim
joryx 02 de mayo del 2007 Entretenimiento Carlos Slim, a los 12 años de edad, realizó sus primeras inversiones en bonos y acciones de Bancomer. A pesar del inmenso poder que maneja, vive en la misma casa hace 30 años y no se moviliza en autos de lujo. Habla como si no fuera rico, pero es un tipo universal.

En México lo tratan como a un héroe. Sienten que llegó donde ninguno ha llegado. Que no solamente fue durante los últimos 10 años el hombre más rico de América Latina, sino que ahora es el segundo más rico del mundo.

Los presidentes de América le dan el tratamiento que le darí­­an a un par. Tiene tan buenas relaciones con George Bush como con Fidel Castro.

Los mexicanos y muchos americanos ya saben que cuando comen, cuando hablan por teléfono, cuando fuman, ven televisión o leen una revista, cuando van a una farmacia o a un banco, cuando se visten en Sacks Fith Avenue, cuando usan el celular o el internet… le están dando dinero a Slim.

Solamente en México, donde comenzó su emporio, el grupo de empresas del magnate cuenta con 250.000 empleados.

í­â€°l paga 5.000 millones de dólares en impuestos. América Móvil, Televisa, Sacks Fith Avenue, Philips Morris, Télmex, son algunas de sus empresas.

Lo que no se sabe de Carlos Slim -que en Colombia es dueño de Comcel y TV Cable, entre otras empresas- es que este magnate ni siquiera anda en un Mercedes. Cuando llega a un lugar, maneja él mismo un auto de penúltimo modelo. Se viste sin elegancia alguna. Ni siquiera tiene sastre, porque le gusta caminar y mirar las tiendas, y si hay algo que le gusta, se lo compra. A sus 68 años tampoco usa computador.

En Ciudad de México vive en un barrio exclusivo llamado Lomas de Chapultepec, pero su casa -que por fuera es imponente- es muy sencilla por dentro. Las sillas del comedor, por ejemplo, son de oficina. Y es la misma casa que tiene hace 30 años, que arregló para vivir con su mujer y sus seis hijos -tres hombres y tres mujeres- antes de que todos se casaran y de que ella falleciera de un problema renal, en 1999.

“Se nota que allí­­ falta una mujer”, cuenta una ejecutiva a quien él citó para conversar de trabajo.

Es cierto que su vida está marcada por la muerte de Soumaya Domit, su única esposa, a quien veneró siempre. Incluso antes de casarse formó su entonces pequeño holding al que nombró Carso, por Carlos y Soumaya. Prefiere no hablar de ella, porque cuando empieza, no puede evitar el llanto. “No te metas en ese tema”, me pidió con la voz quebrada y los ojos húmedos, hace algunos años.

Los nietos ya son más de diez, los hijos lo visitan mucho en esta casa donde ahora vive solo, y todos trabajan con él: los tres hijos, Carlos, Patricio y Tony, están a cargo de los tres brazos de sus empresas, el inmobiliario, el de telecomunicaciones y retail, y el financiero.

Su historia no es la del inmigrante árabe que parte de cero. Esa es la historia de su padre. Julián Slim llegó a México a los 14 años, con mucha familia y ni un peso, en 1902. Antes de diez años, inauguró una tienda de telas y ropa llamada Estrella de Oriente, en honor a su patria, el Lí­­bano.

A su padre le gustaba mucho andar con Carlos porque se comprendí­­an y a los 12 años el muchacho realizó sus primeras inversiones.

Con esa mentalidad llegó a los 13 años, cuando muere su padre y les deja una herencia a cada uno. Esa es la que Carlos ha multiplicado ad infinitum, desde los 15 años invirtiendo en la bolsa y luego armando el imperio, hasta llegar a los 53 mil 100 millones de dólares que son los que confiesa la revista Forbes estos dí­­as.

Los detractores

Como es un tipo encantador y sobrio, además de muy poderoso, no es fácil encontrar a sus enemigos. Sin embargo, hubo una conferencia el 7 de noviembre del año pasado y luego un estudio del Banco Mundial y la Universidad de Harvard sobre desigualdad y crecimiento en México, que no lo dejan nada de bien.

Con la asistencia de gente del gobierno y de especialistas se llevó a cabo este evento en el Distrito Federal que concluye que la desigualdad mexicana sí­­ tiene un efecto importante sobre el crecimiento. Y que los monopolios y sus artimañas para saltarse las regulaciones vigentes son un factor determinante en este estancamiento. El sector telecomunicaciones, donde Telmex y América Móvil -ambas de Slim, que controlan el 95 por ciento de la telefoní­­a fija y móvil de México, con las tarifas más caras de América Latina- fueron los principales blancos. Existe, por lo tanto, una contradicción profunda entre su pensamiento progresista y su afán por ganar y seguir ganando.

En eso se parece a George Soros; en sus crí­­ticas al sistema, pero no teme usarlo para llegar donde está. Lo que hace Slim para compensar entre estas dos fuerzas es predicar un capitalismo comprometido con el progreso y la creación de empleo.

Estudió ingenierí­­a civil en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), hizo un postgrado que no terminó en Ilades, en Santiago de Chile, y no paró nunca de invertir y comprar. Tal vez su paso más significativo fue haber comprado Telmex (Teléfonos de México) en tiempos de su privatización bajo el Presidente Salinas de Gortari. La adquirió en 1.700 millones de dólares y hoy se supone que vale más de 25.000 millones.

Hay algo más sorprendente, que lo hace ser atí­­pico, y es que escucha con atención lo que otros dicen. Incluso con asombro, como si se le revelaran mundos nuevos en cada ser humano que toca.

Para el actual embajador de Chile en Argentina, Luis Maira, a quien le tocó recibirlo en su casa cuando era embajador en México en tiempos del Presidente Lagos, Slim es un tipo poco común en América Latina: “Es un hijo de la revolución mexicana, que terminó con la vieja aristocracia y permitió la emergencia de todo tipo de personas nuevas sin ningún linaje. Después de la revolución, cualquier persona con esfuerzo e inteligencia pudo llegar muy arriba. í­â€°l habla como si no fuera rico. Salvo cuando demuestra el gran conocimiento del mundo que tiene. Ahí­­ se le nota que es un tipo universal, global”.

Arte, su pasión

La otra arma con la que Carlos Slim fundamenta su monopolio es a través del arte. Dicen que tiene esculturas de Rodin en su casa y oficina.

Su otra pasión es el fútbol. Ahora está apoyando a los Pumas de la Unam, el equipo al que amó desde su primera juventud.

Le gusta fumar puros y tiene una visión sobre el hecho de fumar cigarrillos que es tan polí­­ticamente incorrecta que resulta fascinante. “Es una estupidez creer que son un vicio, en poca cantidad. Lo que pasa es que el cigarro es el nuevo enemigo público gringo”, dice.

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