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viernes, 31 de agosto de 2012

Cuando existir es resistir o la historia de al-Aqaba palestina

Cuando existir es resistir o la historia de al-Aqaba palestina María Sevillano Sanz Rebelión Periodísticamente hablando, las noticias deben contener ese punto de actualidad que conecta los hechos con un tiempo inmediato, lo que los convierte en “noticiables”. Esa trampa deja de lado situaciones que se suceden y perpetúan en el tiempo. Historias que han de ser contadas aun cuando es sólo su día a día lo que las hace merecedoras de atención. Es el caso de al-Aqaba, una pequeña población situada en el noreste de Cisjordania, en el camino entre Jenin y el checkpoint que da acceso al castigado Valle del Jordán. Localizada dentro de la llamada zona C (bajo completo control civil y militar israelí dentro de Cisjordania), la localidad sufre las consecuencias de encontrarse en el punto de mira israelí. La última agresión: hace poco más de tres semanas, 20 jeeps del ejército y entre 300 y 400 soldados arrasaron las calles de la aldea. Pero son los más de 40 años bajo presión militar y ataques los que hacen que los habitantes de la zona reclamen la atención de sus vecinos y de la comunidad internacional. Tan sólo 300 personas resisten sobre sus tierras, mientras que en 1967 se contaban cerca de 2.000. Pero las demoliciones, la violencia y las restricciones en la construcción de viviendas e infraestructuras han forzado la emigración a áreas cercanas (700 personas originarias de al-Aqaba se encuentran ahora en Tayasir, Tubas o Nablus, y otras 500 han cruzado al Valle del Jordán). Después de la guerra árabe-israelí del 67, se inició un proceso de ocupación de la zona, que fue declarada zona militar y ha quedado bajo la custodia de distintos campamentos militares a lo largo del tiempo. El campamento Seva, el primero y más importante de ellos emplazado entre Tayasir y al-Aqaba, fue clausurado el 12 de junio de 2003 por orden del Tribunal Supremo israelí, que recomendó trasladar las instalaciones a otro lugar. Desde la fecha, dos nuevos enclaves militares, el Cobra 1 y Cobra 2, fueron abiertos para continuar con las prácticas de entrenamiento de los soldados. Entre ellas, tanques que recorren las calles o fuego con munición real en un área que los israelíes comparan con el sur de Líbano y les sirve para simular la acción sobre el terreno. Este tipo de prácticas y la violencia ejercida contra los vecinos de la zona han causado 13 muertos y cerca de 50 heridos. El alcalde de la localidad, Hij Samaq Sami, es un ejemplo de los resultados de estos “entrenamientos”, al vivir en silla de ruedas desde que unos soldados israelíes le dispararan en la espalda cuando era adolescente. Pero no sólo las personas han sido el blanco de la política de ocupación y despoblación ejercida por Israel en la zona. El acceso conocido como ‘Calle de la Paz’, que conecta la localidad con el Valle del Jordán, ha sido destruido en tres ocasiones. La Administración Civil israelí, dependiente de las Fuerzas de Defensa israelíes que controlan Cisjordania, es la encargada de permitir que bulldozers entren en al-Aqaba para ejecutar las órdenes de demolición que pesan sobre ella las viviendas y otras infraestructuras (una guardería, la mezquita, el centro médico…). Hasta la fecha, 10 casas han sido demolidas, pero el 95 por ciento de la localidad podría desaparecer si se cumplen las órdenes previstas. Y no hay nada que apunte lo contrario después del fracaso de la petición de detención de las demoliciones denegada en abril de 2008 por la Corte Suprema Militar. Mientras tanto, todo el mundo en la localidad solicita permisos de construcción para nuevas casas, previo pago de los entre 3.000 o 4.000 shekels (600-800 euros, aproximadamente) que cuesta la tramitación. Pero ninguno consigue las licencias legales. Al-Aqaba está en el centro de un área marcada por la estrategia de desposesión y colonización de tierras ejecutada por Israel, quien poco a poco se ha hecho con 5.000 de los 7.000 dunams (unidad de superficie equivalente a 1.000 metros cuadrados) que inicialmente conformaban el pueblo. Sin embargo, como argumenta Hij Samaq Sami, esto no ha frenado la construcción de hogares o infraestructuras para los habitantes, apoyados por la cooperación internacional. “Necesitamos espacio para vivir”, afirma. La gente de al-Aqaba tradicionalmente se ha dedicado a la agricultura y al pastoreo de ovejas, prácticas que se han visto dificultadas por la presencia de los soldados en esta zona C, susceptible de padecer checkpoints aleatorios que restringen los accesos. El entorno ha empobrecido aún más a una población que, por ejemplo, se niega a trabajar en la construcción de asentamientos, como otros palestinos, por una cuestión moral. Tampoco gozan de derechos básicos. No disponen de las infraestructuras necesarias para tener agua corriente y deben comprar los suministros en una estación de agua lejana, lo que encarece los precios. Ante su situación el alcalde pide ayuda para conseguir lo básico para la localidad: la reapertura de la ‘Calle de la Paz’, parar las órdenes de demolición y acceder al agua corriente. Porque, según afirma, “a pesar de que recibimos bastante apoyo de mano de las organizaciones de Derechos Humanos, estas son muy débiles. Nunca nadie ha hecho nada contra los israelíes”. En su opinión, es fundamental dar a conocer la problemática de al-Aqaba “para que se encuentre una solución para poder volver a nuestras tierras, a nuestras casas, con la ayuda de la gente.” Haj Sami Sadiq ha acudido al Congreso, a Jersualén, a varios países (Italia, Estados Unidos), para denunciar la situación y trasmitir la necesidad de “presionar a los israelíes para que paren”. “Hay que apoyar a los israelíes, pero a hacer la paz, no la guerra, porque quizá al final muramos por la paz”, alega. La labor de (des)información de los medios de comunicación también es relevante por el impacto que tienen en la opinión pública y su posicionamiento en situaciones que necesitan de la presión internacional, como la de al-Aqaba. “Son los medios quienes controlan el conocimiento y siguen presentando a los palestinos en muchas ocasiones como terroristas”, denuncia. Para él, la situación del pueblo es una señal del futuro del resto de los Territorios Palestinos Ocupados si no se actúa: “bajo el estricto control israelí en Palestina, es imposible que los palestinos permanezcamos aquí para siempre. Al-Aqaba es un ejemplo de Cisjordania para hablar de paz ¿es peligrosa esta villa para la seguridad israelí?”. Despiece Durante los Acuerdos de Oslo quedó regulada la autonomía de los Territorios Palestinos Ocupados, que fueron divididos en diferentes áreas administrativas a nivel civil y militar. En un inicio se delimitó la dimensión del área de Gaza y Jericó bajo la Autoridad Palestina y después, concretamente con el Acuerdo de Oslo II o acuerdo de Taba, firmado el 28 de septiembre de 1995, se establecieron las competencias de la Autoridad Palestina e Israel dentro de Cisjordania. A excepción del municipio de Jerusalén, el territorio quedó fragmentado en tres áreas: Área A: La Autoridad Palestina ejerce el control administrativo y de seguridad. Se trata de las principales ciudades palestinas: Yenin, Nablus, Tulkarem, Qalqilia, Ramala, Belén y Hebrón. Área B: La Autoridad Palestina tiene el control civil pero Israel ejerce el control militar. Son regiones rurales y las ciudades pequeñas. Las dos áreas anteriores corresponden aproximadamente al 30 por ciento de Cisjordania. Área C: En estos territorios, compuestos por regiones rurales (Valle del Jordán, tierras para la agricultura y la ganadería, con recursos naturales), pequeñas ciudades, asentamientos de colonos y la mayor parte de las carreteras, Israel ejerce un control absoluto, tanto civil como sobre la seguridad. Comprende un 70 por ciento del territorio. Bajo esta estrategia se ha dividido y aislado las zonas bajo control de la Autoridad Palestina hasta que han perdido la continuidad territorial. Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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