Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

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domingo, 26 de agosto de 2012

López Obrador no es de izquierda y nos va a dar en la madre a todos.Subcomandante Marcos

Arnaldo y Bartlett: la izquierda tal cual Rogelio Villarreal Director editorial de la revista Replicante (www.revistareplicante.com) Milenio Monterrey, 17 de febrero de 2008 López Obrador no es de izquierda y nos va a dar en la madre a todos. Subcomandante Marcos El futuro del PRD depende de sus bases, no de sus líderes tribales, que casi todos son corruptos y logreros. De ahí la importancia del liderazgo de López Obrador, un liderazgo fuerte y confiable. Arnaldo Córdova, “El problema del PRD” En el año 2000, cuando se agudizaba el conflicto israelí-palestino, un politólogo mexicano expresó frases tajantes que podrían entenderse como antisemitas: “Israel existe para exterminar a aquellos a su alrededor [...]”. “Palestina, durante los últimos dos mil años, ha sido una tierra limpia de judíos [...]”. “El dinero es el verdadero dios de Israel y de los judíos” (Arnaldo Córdova, “Israel. El canto del verdugo”, unomásuno, 20 de octubre de 2000). Muy atrás habían quedado trabajos fundamentales del doctor Córdova como La formación del poder político en México (1972), La ideología de la Revolución Mexicana (1972), La política de masas del cardenismo (1974) y Sociedad y Estado en el mundo moderno (1973-1976), entre otras obras en las que examinaba con profundidad fenómenos como el caudillismo y el bonapartismo. Hoy, Córdova dice cosas como las que siguen: “Por alguna razón que adivino pero que no logro entender del todo, no hay en México corriente política que sea más criticada que la izquierda, desde la derecha, desde el centro y desde la misma izquierda. Se podrían fijar dos extremos: unos la quieren perfecta; otros, consideran que es un asco. [...] ¿Por qué todo mundo quiere una izquierda perfecta, que sea inteligente, culta, preparada, decente, de buenas maneras, justa, éticamente buena, coherente en sus ideas y sus planteamientos, pacífica, no rijosa, dispuesta a ponerse siempre de acuerdo con sus oponentes y con olor a santidad?” (La Jornada, 3 de febrero de 2008). El doctor pasa por alto que esa izquierda aspira a gobernar el país. Y que siempre se ha creído ética y moralmente superior a otras corrientes políticas e ideológicas y que, nada menos, ¡dice defender al pueblo! Justifica: “Cuando un partido político carece de un liderazgo fuerte, suele ocurrirle lo que ha pasado con el PRD desde hace ya buen tiempo, por lo menos desde que Cuauhtémoc Cárdenas dejó de ejercer ese liderazgo, pienso que cuando fue electo jefe de Gobierno del DF: se vuelve presa de disensiones internas, de grupillos de intereses, de tribus, del oportunismo político, de la corrupción e incluso de las traiciones” (“El problema del PRD”, La Jornada, 26 de agosto de 2007). Sin embargo, el profesor critica a propios y extraños y se vuelve a sorprender de que Soledad Loaeza, por ejemplo, “conocedora a fondo de la derecha y a menudo crítica feroz y lucidísima de la misma, nunca demande de la derecha que sea perfecta”. Su problema, diagnostica Córdova, es que Loaeza “no conoce por dentro a la izquierda” porque “nunca ha militado en ella”. Bien, hasta ahora Córdova nunca ha militado en la derecha -ni Loaeza- y presume de conocerla de cabo a rabo. Pero lo importante de este manifiesto es que, “a diferencia de los otros miembros de su izquierda, Córdova dice con todas sus letras lo que ellos no sólo callan sino que niegan: esa izquierda es corrupta, traidora, incapaz de llegar a acuerdos, violenta, oportunista, carente de valores éticos y buenas propuestas. No es algo menor. Por fin alguien lo reconoce desde dentro” [José Ramón López-Rubí Calderón, en conversación]. Pero, sentencia Córdova, “la izquierda nunca será como yo quisiera que fuera; la izquierda es lo que es y punto”. Pragmático, insiste en la justificación: “Para mí un hombre que lucha contra los monopolios de la comunicación de masas, como Javier Corral o como Manuel Bartlett, es de izquierda, aunque sea sólo en eso”. Visto así, para Córdova el astuto Bartlett, sumo sacerdote de la alquimia electoral priista, puede ser de izquierda así sea por unos días, como lo fue en su momento y por la misma razón Ricardo Salinas. Para concluir su exposición el otrora lúcido profesor nos asesta una dudosa recomendación cinematográfica: “Todos deberían ver Fraude, de Luis Mandoki, ahora que está disponible para todos. Lo que se ve en ese extraordinario documental es lo que yo llamo la izquierda mexicana del presente. Ahí estoy yo”. A pesar de todos los rasgos negativos que Córdova enumera hay que añadir la extremada simplicidad y cerrazón de sus argumentos y la ostensible incapacidad de autocrítica. ¿Puede una izquierda “modelo”, sin “programa cierto” ni “alternativas que ofrecer”, como la que describe Córdova, luchar por el pueblo? ¿Cómo podría beneficiarse el pueblo de la lucha de esa izquierda irresponsable -pero extraordinariamente bien pagada-? A nadie debería preocuparle que la izquierda sea imperfecta o “pelada, maloliente y malhablada”, sino que sea incapaz de cumplir la verdadera función de toda izquierda: “alterar el statu quo proveyendo o restituyendo auténticos bienes públicos” [López-Rubí]. La complacencia de Córdova se acerca peligrosamente al conservadurismo de la derecha, a la que, como López Obrador, le gustaría proscribir del espectro de la contienda democrática por el poder: “El triunfo de la derecha es moralmente imposible”. La izquierda obradorista es mucho más imperfecta (corrupta, violentita, inculta, oportunista, deshonesta) que la que Córdova señaló en el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas. Olvida Córdova que Monsiváis ha exigido perfección moral y cultural a la izquierda (“Toda la clase política de México padece de analfabetismo moral, incluyendo el PRD”, La Jornada, 3 de febrero de 2007) y que ésta debería mostrar superioridad moral frente a sus adversarios, sobre todo el PRI -perversa universidad de la que proviene la plana mayor del PRD. Quizá nunca puedan cuantificarse los estragos y la degeneración musoliniana que el obradorismo ha causado en una parte no menor de la intelectualidad mexicana.

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