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domingo, 30 de diciembre de 2012

MEXICO: El fin del mundo y los hombres y mujeres de maíz. Silvia Ribeiro


MEXICO: El fin del mundo y los hombres y mujeres de maíz. Silvia Ribeiro

La Jornada

 

El 21 de diciembre 2012 marcó el inicio de un nuevo baktún, un periodo de 394 años solares, según la cuenta larga de los mayas y su sofisticado conocimiento astronómico. En una época donde la cultura dominante banaliza todo, el momento se cargó de significados contradictorios, para algunos el fin del mundo” (ante la falta de sentido, el apocalipsis vende), para otros el inicio de una “nueva era”, o simplemente, un momento de reflexión.

 

Para los pueblos que aún conservan una relación de respeto con la tierra y el entorno, el tiempo es definitivamente mucho más que un sexenio, no es lineal, la memoria colectiva y el horizonte común abrazan el presente, justamente, siempre presentes. 

 

Desde el corazón del mundo maya, la vasta movilización silenciosa y en perfecto orden de más de 40 mil comuneros zapatistas en Chiapas, recordó contundentemente al planeta que ahí siguen, construyendo, creando y resistiendo, mientras el sistema se derrumba. Mensaje callado de enorme resonancia, que como espejo nos devuelve la esperanza, no la que espera, sino la que construye.

Los mayas, escribe Carlos Lenkersdorf, como toda cultura, tienen una historia cambiante a través de los siglos y milenios. La oficialidad y la industria del turismo resaltan de ellos el periodo clásico (aproximadamente del año 300 al 900), épocas de teocracia y fuertes diferencias sociales, que es también cuando se construyeron pirámides y sitios como Palenque, Yaxchilán, Tikal y otros.

 

Esos lugares fueron abandonados cerca del fin del periodo, en lo que muchos investigadores y la historia oficial consideran un “colapso” de la civilización maya. Pero Lenkersdorf señala que los mayas siguen existiendo y por tanto no “colapsaron”. Lo que terminó fue la estructura social altamente elitista que existía en ese periodo.

 

Por tanto, se trató más bien de rebeliones de campesinos, que abandonaron esos suntuosos sitios para habitar lugares más adecuados a la vida comunitaria y a la siembra.

 

A través del tiempo, los mayas han seguido resistiendo al sojuzgamiento, así como a los conquistadores –que a diferencia de otras culturas donde había estructuras jerárquicas centralizadas, tuvieron que enfrentarse con la prolongada resistencia de cada región maya, ya que aunque unas fueran derrotadas, las demás seguían resistiendo e incluso las que los españoles consideraban vencidas, se volvían a levantar. “A lo largo de 500 años, desde la llegada de los europeos, no hubo ningún siglo sin levantamiento maya.

 

La ‘guerra de castas’, así llamada por los no mayas y que ocurrió en el siglo pasado, duró unos 50 años.

 

El primero de enero de 1994 es fecha memorable de otro levantamiento maya al terminar el siglo XX.

 

Dura ya años y la problemática de la rebelión no se ha resuelto”, nos recordaba Lenkersdorf y sigue vigente. Complementariamente, Nelson Reed, en La guerra de castas en Yucatán, señala que un detonante crucial de la rebelión en la península fue justamente haberles impedido seguir su vida como campesinos libres y plantar su maíz.

 

Estamos ahora en otra vuelta de la misma tuerca, pero en todo el mundo, incluido el mundo maya: el ataque despiadado a la vida campesina-indígena y a las fuentes independientes de producción de alimentos, bases de su sustento y el de la mayoría de la humanidad.

 

Como resume la demanda de la audiencia sobre Maíz y Soberanía Alimentaria del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), este ataque se despliega tanto a través del avance sobre sus territorios para acceder a los recursos que existen o puedan plantarse allí (entre otros, maderas, minería, agua, biodiversidad, monocultivos de palma, jatrofa y ahora soya y maíz transgénico) como por la destrucción provocada por los sistemas de infraestructura, carreteras, transporte y energía que éstos y otros “desarrollos” demandan, o por los desplazamientos a que obligan a sus habitantes destrozando sus medios de vida, sus culturas y sus asambleas, junto a los muchos problemas asociados al crecimiento salvaje de ciudades, basureros, contaminación, marginación.

 

La debacle se puede ver desde muchas aristas y “sólo entre todos sabemos todo”, como dicen los sabios wixárika. Por el trazado de un mapa colectivo en el TPP.

 

Uno de los puntos de mira paradigmáticos es la destrucción de los sistemas alimentarios independientes, comenzando por la apropiación corporativa de las semillas.

 

Todas las guerras tratan de destruir las fuentes de alimentación del enemigo. Para ello, los transgénicos, con la contaminación inevitable que conllevan y las patentes que criminalizan a las víctimas, son un arma privilegiada.

 

Los conquistadores son ahora empresas transnacionales, que cuentan con ejércitos y gobiernos, para avanzar y defender sus intereses, paliar algunos impactos sociales si les da mejores mercados, o avasallar territorios y reprimir la defensa comunitaria.

 

MEXICO: Los quelites, una opción alimentaria de bajo costo y alto valor nutricional

La Jornada

 

Los quelites forman parte de una alternativa para la seguridad alimentaria debido a su alto valor nutrimental (mayor al de la lechuga o las acelgas, más comunes en la dieta) y su precio económico, aseveró Delia Castro Lara, coordinadora de Red Quelites, y lamentó que en la actualidad esas especies vegetales sean poco valoradas.

 

Ante el incremento en el precio de los alimentos y la pérdida de soberanía alimentaria, la investigadora del laboratorio de etnobotánica del Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sostiene que la opción es “retomar las verduras mexicanas (quelites), usadas desde tiempos prehispánicos, que poco a poco fueron desplazadas por otras verduras introducidas por los españoles, como acelga, espinaca y lechuga”.

 

A esto se suma el estigma de que los quelites son para gente de escasos recursos, el cambio de hábitos de consumo a causa de la migración y la pérdida del hábitat, pues muchos terrenos de cultivo se utilizan para otros fines, como los habitacionales.

 

Entre los beneficios de estas plantas se encuentran su alto contenido en fibra, vitaminas C y D, hierro y potasio en cantidades mucho mayores que las verduras europeas, además de que su forma de cultivo se da dentro de la milpa como segunda o tercera cosecha; es decir, “no hay que invertir en su cultivo porque los insumos que se utilizan para la milpa se usan para ellas”, de ahí que resulten más económicas que otras verduras.

 

De acuerdo con el libro Especies vegetales poco valoradas: una alternativa para la seguridad alimentaria, editado por el Instituto de Biología de la UNAM y del que Castro Lara es compiladora, los quelites destacan dentro del amplio conjunto de especies vegetales utilizadas ancestralmente en la alimentación humana por diferentes pueblos mesoamericanos “debido a su alto valor nutricional, su amplia adaptabilidad a condiciones ecológicas estresantes para otros cultivos y la extensa gama de formas de aprovechamiento, muchas de las cuales continúan vigentes, particularmente en las comunidades rurales en las que aún se practica la agricultura tradicional”.

 

El texto refiere que el inventario de quelites actualmente utilizados en el país llega a 244 especies, de 121 géneros pertenecientes a 46 familias botánicas y su consumo está distribuido en todo el territorio nacional.

 

Los quelites “aportan a la dieta diversidad en olores, sabores y texturas, así como diversos nutrimentos, principalmente vitaminas y minerales y muchos de ellos tienen gran potencial como posibles cultivos”.

 

Red Quelites reúne a investigadores de diversas instancias y especialistas en gastronomía con el fin de promover entre amas de casa, médicos, maestros y población en general las bondades de esas plantas tradicionales mexicanas y terminar con el mito de que éstas sólo pueden consumirse hervidas.

 

“Se pueden preparar como entremeses, empanadas y pastes, hay quintonil confitado (hojitas cristalizadas). Se pueden usar en ensaladas frescas y sopas, y una gran variedad de guisados, desde los más sencillo hasta lo más elaborados, como lasaña de quintonil”, expuso la investigadora.

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