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sábado, 26 de enero de 2013

RAZONES ECONÓMICAS PARA INVADIR AFGANISTÁN

RAZONES ECONÓMICAS PARA INVADIR AFGANISTÁN



Punto y seguido
Nazanín Armanian
06 ene 2013
Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del mundo, estudia aterrizar en Afganistán y la canadiense Terraseis, anuncia haber encontrado petróleo en la provincia Faryab. Desde la ocupación en 2001, los países de la OTAN han perforado, sólo en la cuenca del Amo Darya, 322 pozos, donde se estima que hay entre 500 y 2 mil millones de barriles de crudo.
Aunque la prensa occidental habla con euforia del “descubrimiento” repentino del Oro Negro afgano, desligándolo de la invasión y la ocupación del país, desde 1938 —cuando los británicos construyeron las primeras refinerías en Irán y Arabia— había conocimiento sobre los yacimientos petrolíferos de Angut, al norte de Afganistán, que en 1959 fueron explotados por los soviéticos, quienes construyeron el primer gasoducto del país que terminaba en Uzbekistán. Hasta 1966 habían perforado otros 60 pozos en el suelo de Herat y Helmand entre otras zonas. En los 80, mientras EEUU armaba a los mercenarios liderados por Bin Laden y les llamaba “luchadores por la libertad”, desmantelando el gobierno socialista del doctor Nayibloha, la URSS iba a construir una refinería capaz de producir un millón de toneladas de gas por año.
Con el colapso de la Unión Soviética en 1991, el  principal objetivo de EEUU fue, aparte de impedir la reconstrucción del espacio post-soviético bajo el paraguas de Moscú y la creación de bases militares en la vecindad de China, Rusia e Irán, la construcción del gasoducto transafgano TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), desde el mar Caspio al mar Arábigo, con el fin de llevarse el gas de Turkmenistán. Con su “doctrina de la seguridad colectiva”, santo y seña de sus guerras por los recursos, la OTAN no ha conseguido ninguno de los objetivos, ni siquiera con la ocupación directa del país en 2001, y sus 300 mil soldados y decenas de miles de mercenarios y contratistas. Fiasco total. Le ha costado a la Alianza —tras perder a unos 3000 soldados y gastar 6000 millones de dólares al mes desde entonces—, darse cuenta de que no tiene nada que hacer en un patio trasero, perteneciente antes a la URSS y ahora a China. De poco le servirá el informe del Pentágono (2010) que sitúa en un billón de dólares el valor de algunas reservas petrolíferas no explotadas de Afganistán. Bonito informe, aunque ha sido la empresa china CNPC quien ganó el concurso de licitación, y firmó el mayor contrato de petróleo de la historia de Afganistán, para explotar los yacimientos de Amo Darya, y que incluye la construcción de la primera refinería del país.
El Congreso de EEUU echaba humo. Duras críticas al Pentágono por su incapacidad para evitar el contrato y a Hamid Karzai por su “deslealtad”.
Tres meses después de la Conferencia de Tokio sobre Afganistán (julio de 2012) y del acuerdo de los países de la OTAN en invertir 16.000 millones de dólares en las infraestructuras —imprescindibles para empezar a explotar el fuel afgano—, Pekín seguía moviendo fichas: por primera vez en 50 años, altos cargos de su gobierno visitaron Afganistán para consolidar la estrategia de reconstruir la vieja Ruta de la Seda,  crear una extensa red de gasoductos con los países “Stan”, y así garantizar su seguridad energética. En aquellas localidades que se encuentran bajo el control de los talibán, los chinos han conseguido su colaboración —previo pago a ellos o al gobierno de Pakistán—, mientras contratan a aldeanos para trabajar o como vigilantes, construyen clínicas, escuelas, viviendas, y llevan agua potable y electricidad a los pueblos de alrededor… presentándose como el  “imperialista con rostro humano”.
Otros tesoros
A demás del Oro Negro, Afganistán tiene oro, mucho oro amarillo, y no de los lingotes hechos de tungsteno que abundan en la tesorería de EEUU. De hecho, la compañía financiera JP Morgan Chase firmó con Karzai, en  2011, un acuerdo por el valor de 40 millones de dólares, para hacerse con una de las minas de oro afgano. Quizás Horst Köhler, el expresidente de Alemania, pensaba en este metal cuando en 2010 sugirió que las tropas de su país están en Afganistán para proteger la economía alemana. Decirlo, le costó el cargo. Este país, que en teoría posee el segundo depósito de oro del mundo (3,4 toneladas), sólo guarda en sus bancos el 31%, ya que EEUU, Francia e Inglaterra siguen negándose a devolverle sus lingotes depositados.
La existencia de toneladas de oro, diamantes, esmeraldas, cobre, hierro, uranio, y otros minerales (como tierras raras), que hoy pone los dientes largos al Servicio Geológico de EEUU (USGS), ya había sido documentado, hace un siglo, por las expediciones coloniales rusas y británicas. Más tarde, fueron los geólogos soviéticos los que realizaron un estudio minucioso sobre los tesoros afganos, aunque vuelve a ser China quien hoy se ha llevado el contrato de la mina de cobre de Aynak, la más grande de Eurasia, y posiblemente la segunda reserva mundial de cobre tras Chile, y cuyo valor asciende a 404 mil millones de dólares. Medio centenar de empresas chinas ya trabajan en la minería afgana. Los indios también roban el mercado a otros competidores como Rusia o Turquía.
Sí, aquí las minas milenarias conviven con las sembradas hace pocos años por canallas, desfigurando la vida de la gente de esta tierra, cuya esperanza de vida que era de 48 años en 1984, ha caído, doce años después de la promesa de liberación por los países “civilizados”, en 44 .
Ha nacido otro Zaire, otro Congo, a la sombra del baile de buitres sobre los cuerpos de decenas de miles de afganos humillados, torturados, violados, secuestrados —en decenas de mazmorras y Guantánamos abiertos de par en par— y asesinados (en una de sus últimas incursiones, en octubre pasado,  la OTAN abatió a otros nueve niños), mientras los veinte millones de supervivientes siguen sin agua potable, sin luz, y paliando su dolor y hambre con opio, que gracias a los ocupantes su cultivo se ha disparado de 200 toneladas en 2001 a 6.900 en 2009, según la ONU, dejando cientos de millones de dólares de beneficio a los carteles internacionales (Camellos en Afganistán).
Demasiados intereses en Afganistán para que EEUU y sus aliados abandonen el país, a menos que la presión de China y Rusia les corte la respiración.

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