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domingo, 24 de febrero de 2013

El Nombre de Al-lâh al-Wakîl


El Nombre de Al-lâh al-Wakîl

20/05/2004 - Autor: Abdennur Prado - Fuente: Webislam
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Al-Wakil
Un Nombre que aparece por alusión en el du’a de Ibrahîm es al-Wakîl, ante el cual los creyentes hacen tawakkul. Este Nombre, por la radical experiencia de la divinidad a que aboca a los creyentes, ha gozado de especial predilección entre los sufíes. A ellos nos remitimos para tratar de comprender cual es la actitud de Ibrahîm y los suyos ante su Sustentador, una entrega y confianza absoluta. Más allá de la lógica, se trata de abandonar toda voluntad y confiarse a Al-lâh como un bebé de pecho se confía en los brazos de su madre.
Lo primero es la definición de Dûl-Nûn al-Misrî, tomada de La maravillosa vida de Dûl-Nûn el egipcio, de Ibn ‘Arabî, en la página 115:
Sa’id ibn ‘Uthman al-Hayyât ha referido esto: Yo he oído a Dûl-Nûn el Egipcio dar la respuesta siguiente a un hombre que le había preguntado qué era el tawakkul: “Es desposeer a los señores (arbâb) de su soberanía y abandonar los intermediarios (asbâb, con el sentido frecuente de “causas segundas”)”.
El hombre le rogó explicase más, y Dûl-Nûn añadió: “Es arrojar su alma al estado de servidumbre (‘ubûdiyya) y sacarla del estado de señorío (rubûbiyya)”.
He aquí otra frase de Dûl-Nûn: “el tawakkul es abandonar el gobierno de sí mismo y desposeerse de la fuerza del poder”.
Estas citas hacen referencia al abandono por parte del siervo de toda pretensión de poder, de autodominio, de soberanía. El creyente renuncia a todo simulacro de autoridad, hasta el extremo de dejar de poner su atención en las “causas segundas”, y ponerlo solo en la “causa primera”, que no es otra que Al-lâh.
Cuando se dice que el tawakkul es el abandono, o la confianza absoluta en Al-lâh, no se miente, pero ¿acaso el islam no es ya eso? Todos los sometidos, por definición, se confían a Al-lâh. Aquí debe notarse algo más: Salirse de los asbâb, salirse de las causas segundas... ¿a qué se refiere? En primer lugar, a romper con la causalidad, con la idea de que todo lo que vemos tiene una cusa en lo aparente. Se trata de confiar en la capacidad de actuar de Al-lâh más allá de las leyes lógicas del sentido, rompiendo con las relaciones de causa y efecto.
Se trata también de no hacer caso de lo que digan los demás, abandonar los intermediarios, confiar únicamente en aquello que viene directamente de Al-lâh, renunciar a todo ejercicio del poder. Es abandonar la pretensión de que nosotros seamos la causa de algo, cuando en realidad sabemos que no somos nosotros sino Al-lâh. Solo Él hace y deshace a su antojo.
El que está en tawakkul parece “hacer burla” de las causas secundarias, de los que se afanan y creen que pueden procurarse ellos mismos su sustento, sin contar con la ayuda del Único Sustentador. Solo confía en Al-lâh, niega la realidad a cualquier otra causa. Si un hombre le ofrece un trozo de pan no toma en cuenta al hombre que se lo ofrece. Según un hadiz, el profeta habría dicho: “la sadaqa (dádiva) va directamente de las manos del que la entrega a Al-lâh, y es Él quien se la da al que la pide”. Así pues, el que recibe debe agradecer tan solo a Al-lâh, y el que da debe saber que es Al-lâh quien le agradece. En realidad, el hombre no le ha dado nada, y si es tan arrogante para creer que ha sido así, no será el hombre en tawakkul quien se lo confirme.
Esto explica que los sufíes recomiendan a los discípulos que están el tawakkul que se alejen de los lugares donde se suele dar limosna, que no acepten la ayuda de alguien de quien haya esperado ayuda, que rechacen todo lo que pueden recibir con avidez o alegría, etc. El tawakkul, como práctica sufí, no es únicamente vida mendigante, sino confianza en lo absolutamente inesperado. Se recomienda alejarse de los caminos transitados, alejarse de un lugar en el cual ya has recibido una ayuda, etc. Lo que se espera es —prácticamente— que les baje un plato del cielo, como a Maryam.
Una anécdota nos muestra el extremo al cual los sufíes han llevado estas consideraciones:
Abû Yazîd al-Bistâmî exclamó: “¡Oh, mi Rabb, nunca he asociado nada a Ti!”
“Oh Abû Yazîd, dijo el Altísimo, ¿ni siquiera leche? Acuérdate cuando una noche dijiste: ‘la leche me sienta mal’. Pero soy Yo quien causa el mal y el beneficio”. Por haber considerado la causa secundaria, Al-lâh lo consideró entre los asociadores.
Ciertamente, aunque Abû Yazîd hubiera tomado un cuenco entero de leche en mal estado, el causante de su dolor de tripas no sería la leche sino Al-lâh. ¿O es que vamos a atribuir poder a la leche junto a Al-lâh?
En el Qur’án, este Nombre aparece numerosas veces, de la que ofrecemos algunas:
1) Faman yu-jâdi lu-l-lâha ‘anhum
Yawm al-Qiyamat ‘amman yakûnu ‘alayhim wakîla

Qur’án 4, 109
¿Quién abogará por él ante Al-lâh el
Día del Alzamiento o quien será su Wakîl?

2) ... wa Huwa alâ kulli shay-‘in Wakîl
Qur’án 6, 102
3) ... wa Huwa alâ kulli shay-‘in Wakîl
Qur’án 39, 62
… y Él tiene todo bajo Su Wakîl
4) ... wa lâhu ‘alâ kulli shay-‘in Wakîl.
Qur’án 11, 12
… y Al-lâh tiene todo bajo Su tutela.
5) ... ‘al-lâ tattajizû min dûnî Wakîlâ
Qur’án 17, 2
... “No escojáis aparte de Mí otro Wakîl”.
6) Rabb ul-Mashriqi wa al-Magribi
Lâ ‘ilâha ‘il-lâ Huwa
fattajizhu Wakîlâ

Qur’án 73, 9
El Señor del Oriente y del Occidente
No hay otro dios que Él
Escogedle como Wakîl

7) Qul-lan yusî-banâ ‘il-lâ mâ kataba al-lâhu lana
Huwa Mawlâ-nâ wa-l-al-lâhi fal-ya tawakka-l-mu’minûn

Qur’án 9, 51
Dí: “Nada nos ocurre sino lo que Al-lâh ha decretado.
Él es vuestro Maestro y a Al-lâh se entregan los confiantes”.


8) Wa ‘ala-l-lâhi fa tawakkalû ‘in-kuntum-Mu’minîn
Qur’án 5, 23
Y en Al-lâh debéis abandonaros si realmente tenéis confianza

9) Fa-‘izâ ‘azamta fa ta-wakkal ‘al Al-lâh
‘Inna-l-lâha yu hibbul-Mutawakkilîn

Qur’án 3, 159
Cuando estés resuelto, abandónate a Al-lâh.
Al-lâh ama a quienes hacen tawakkul.

10) ... wa qâlû hasbuna-l-lâhu wa ni’ama al-Wakîl
Qur’án 3, 173
... y dijeron: Al-lâh nos basta y es un excelente Wakîl.

Este Nombre es el nº 53 en El secreto de los Nombre de Dios de Ibn ‘Arabî, y es traducido por Pablo Beneito de varias maneras:
El Procurador, el Abogado, el Valedor,
el Encargado, el Fiable Guardián, el Protector.

En una nota, Beneito amplía las posibilidades, pero con reservas: “con menos propiedad, podrían considerarse traducciones como Gerente, Garante, Agente, Delegado... pero desprovistas de connotaciones reductivas”.
Estas traducciones hacen referencia al aspecto más material del tawakkul, como si fuese una respuesta a lo mundano. Consultado el diccionario, se confirma que la palabra wikâla implica esta idea de gerencia: un propietario que delega la administración de sus asuntos en un administrador. Lo cual también es resaltado en una nota por Muhammad Asad: “el término wakîl denota a alguien a quien se encomienda la gestión de los asuntos”.
La idea de “delegar en Al-lâh como administrador” lo referente a nuestra manutención, aunque poco atractiva en apariencia, se corresponde con la idea de buscar en la raíz de la palabra árabe la acción correspondiente, sin embellecerla con connotaciones metafísicas. En realidad se trata de una prueba fuerte, de un tipo de espiritualidad radicalmente relacionada con la precariedad del hombre, con su miedo al hambre, con su miseria moral en los asuntos cotidianos. Así podía ser entendido al-Wakîl en tiempos de la revelación, en una sociedad de comerciantes, con lo cual también tendría el sentido paralelo de “no dejarse atrapar por las tendencias garantistas del comercio” (teniendo miedo a las pérdidas, fijando precios, almacenando mercancías, etc.), no caer en las leyes grises del mercado. Se trata de un aspecto secundario... aunque ¿existe algo secundario?: la aplicación de las “causas secundarias” a un terreno concreto, según la materialidad de la palabra.
Ibn ‘Arabî hace estos comentarios:
“Este término wakîl es un Nombre con sentido pasivo de resultado, que precisa de la designación de alguien que la asuma y tome como tal —como valedor— al designado”.
“Es propio de la delegación general (‘umûn al-wikâla: ¿la gestión de lo común?) que se delegue en Él para que a su vez Él apodere a quien quiera”.
“Es más improbable que en relación a cualquier otro de los Nombres que se halle en este un significado agentivo”.
Lingüísticamente hablando, este es el Nombre no-agente por excelencia. Como al-Wakîl Al-lâh es doblemente pasivo:
1) para que alguien pueda ser al-Wakîl es imprescindible que “otro” delegue sus asuntos en Él (incluso si todas las cosas en la Creación delegan instintivamente en Al-lâh, es necesario que alguien asuma conscientemente ese cometido).
2) Al-lâh mismo delega sus asuntos en sus enviados y allegados, que a su vez actúan encomendándose a Él (Ibn ‘Arabî se refiere a la ámana, a la confianza que —según el Qur’án— Al-lâh ha ofrecido a los hombres, y que estos han aceptado bajo su responsabilidad).
En este último sentido, el “designado” como wakîl puede ser tanto Al-lâh como el hombre, lo cual tiene grandes implicaciones en el comportamiento de Ibrahîm ante el poder. En un primer momento, podríamos pensar que alguien que se abandona a Al-lâh bajo la figura del “místico” que vive su espiritualidad en soledad, alejado de la sociedad, desentendiéndose de lo mundano, etc. Paradójicamente, tal y como podremos comprobar, sucede todo lo contrario.
Al-Wakîl es un Nombre de paradigma fa’îl, que denota una acción hecha con gran fuerza, que los gramáticos designan como una “forma intensiva”... ¡La intensidad pasiva de al-Wakîl reclama la pasividad intensa del siervo para realizarse! El secreto está en la unión de pasividad e intensidad. La auténtica pasividad del siervo consiste en dejarse activar por la actividad de Al-lâh, es decir: en no ejercer la ficción de poder que Él nos otorga y entrar en completo estado de ubûdiyya, servidumbre absoluta que no implica dejadez sino servicio. La intensidad vital del creyente en estado de tawakkul consiste en todo lo contrario a la imagen del místico dejado: consiste en dejarse activar por Su pasividad. De lo contrario, podría suceder que creyésemos que somos nosotros quienes hacemos tawakkul, lo cual es contradictorio con lo que este estado representa. No se puede “hacer tawakkul”, sino “abandonarse a al-Wakîl”, reconocer que Al-lâh es el Único capaz de garantizar nuestro sustento, y abandonar toda pretensión de dominio sobre lo que nos rodea.
Los hombres en estado de tawakkul vivencian este Nombre: le dan vida. Puede decirse que la existencia, para ser completa (para ser la plena manifestación de todos los Nombres de Al-lâh) depende de aquellas criaturas que están en tawakkul. Ciertamente, no son necesarios los hombres para que Al-lâh realice Su Nombre al-Wakîl. Basta con la existencia de cualquier otra criatura: todo en la existencia se abandona al Creador de los cielos y la tierra. Sin embargo, el carácter intensivo de la experiencia de Ibrahîm y los suyos consiste en que vivencian en si mismos el significado de este Nombre. Sin ellos Al-lâh no existiría como al-Wakîl para los hombres, al margen del hecho de que todo en la Creación está en tawakkul.

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