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lunes, 25 de febrero de 2013

Revolución o Estado

Revolución o Estado


Normalmente se observan los procesos humanos desde la perspectiva de la propia vida y entonces se impone una visión fatalista de la realidad


25/02/2013 - Autor: Juande Martos - Fuente: Webislam



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Una nueva sensibilidad se expresa en el mundo

A lo largo de la historia de la humanidad han existido numerosas formas de organización social. Desde las primitivas formas tribales hasta los grandes imperios y civilizaciones. Tenemos ciudades-estado, condados, feudos, nomadismo, estados-nación, para-estados, democracias, dictaduras, monarquías, etc.

Ya, en los primeros homínidos, hace varios millones de años, encontramos distintos tipos de relaciones de intercambio entre los individuos. La organización social no es una exclusividad del hombre. Se puede observar en otras especies.

Pero el ser humano, además de ser social, es un ser histórico. Tener historia significa que, cuando uno nace, se encuentra con un mundo constituido por instituciones, objetos, valores, costumbres, transmitidos a lo largo de generaciones. Ese “paisaje humano”, que forma parte de uno al nacer, no es algo terminado sino que, por el contrario, está en constante evolución merced a la propia intencionalidad humana.

Historia es cambio. ¿Pero que es lo que motiva el cambio? No diremos que el motor de la historia es Dios, la Voluntad, el Espíritu o el Modo de Producción. Afirmaremos, con mayor humildad, que lo que moviliza la intención humana es alejarse de lo que le produce dolor o contrariedad y aproximarse a lo que le produce placer o reconforta.

Pero la historia también es proyección. La previsión de mi posible contrariedad futura condiciona mi acción presente y la lectura que hago de mi pasado. Respecto a los conjuntos humanos no es sólo por el hecho de tener una misma historia que se configuran los pueblos sino, sobre todo, por el futuro común al cual se aspira, por el proyecto conjunto que se comparte.

En palabras del pensador argentino Silo1, lo que define a una nación es el reconocimiento mutuo que establecen entre sí las personas que se identifican con similares valores y que aspiran a un futuro común y ello no tiene que ver ni con la raza, ni con la lengua, ni con la historia (…) Una nación puede formarse hoy, puede crecer hacia el futuro o fracasar mañana y puede también incorporar a otros conjuntos a su proyecto.2

El Estado-nacional fue una forma de organización social creada hace apenas 300 años que sirvió para trasladar el poder absolutista de las monarquías feudales a un nuevo monopolio administrativo acorde al sistema económico consolidado tras la Revolución industrial. El Estado intervenía en nombre de los ciudadanos sometiéndolos en aras de los intereses de la incipiente clase burguesa liberal. En algunos casos se fueron estableciendo regímenes de democracia formal donde los ciudadanos pudieron lograr algunas mejoras en sus condiciones de vida. En la mayoría de Estados se instruyeron regímenes dictatoriales y colonialismos larvados sumamente represivos con la población. Pero en todos subyacía el mismo trasfondo economicista que ponía al Dinero como valor y fundamento de la existencia.

Con el tiempo, se le atribuyó al Estado la extraña capacidad de formar nacionalidades y de ser él mismo la nación. De este modo se asoció Estado con Nación. Y este error de apreciación generó no pocos problemas al pensarse, ingenuamente, que una Nación sin Estado no podía subsistir o que, para ser soberana, una Nación debía constituirse un Estado propio.

Las naciones o pueblos existen desde milenios y están en constante evolución, son dinámicas. Los Estados son estáticos y, no necesariamente coinciden territorialmente con las naciones. Es el caso del Estado español donde conviven múltiples naciones. La mayoría de naciones no tienen estado propio.

El Estado nacional, como instrumento concentrador de la violencia, tiene los días contados. Por arriba, por la presión ejercida por el Paraestado al servicio del capital financiero internacional y, por abajo, por la proliferación de localismos que reclaman su propia independencia cada vez a menor escala.

Pero también desde la base social crece la conciencia de la falsedad de las democracias formales y se reclama la desarticulación del Estado mientras aumenta el hastío de la violencia y se aboga por una metodología no violenta activa.

Para los humanistas el debate en torno al tema del Estado como forma de organización política capaz de satisfacer las necesidades del ser humano está agotado. Por el contrario entrevemos el nacimiento de una nueva sensibilidad, de una nueva escala de valores que se manifiesta en el mundo como proyecto humanizador y que puede dar lugar a una nueva forma de organización social a la altura del ser humano de hoy.

El futuro modelo organizativo se regirá por un sistema de Democracia Real. En el Documento Humanista (publicado en 1993) se establecen algunos de sus principios políticos3, entre los cuales, destacamos: la independencia real de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial; la verdadera práctica de la Representatividad en forma de consulta popular, plebiscito y elección directa de candidatos; la implementación de la Democracia directa; la garantía de representatividad para las minorías; y el impulso de una organización federativa en la que el poder político real vuelva a manos de las entidades histórico culturales oprimidas, en la actualidad, por la compulsión del estado centralista en manos del gran capital.

Aquello que autogeste y supervise solidariamente el pueblo, sin el paternalismo de una facción, será la única garantía de que el grotesco Estado actual no sea reemplazado por el poder sin freno de los mismos intereses que le dieron origen y que luchan hoy por imponer su prescindencia.

Y un pueblo que esté en situación de aumentar su poder real (no intermediado por el Estado o por el poder de minorías) estará en la mejor condición para proyectarse hacia el futuro como vanguardia de la nación humana universal.4

Sobre la base de lo expuesto anteriormente expresamos:

Que el nuevo modelo organizativo se asentará sobre el principio fundamental que pone al ser humano como valor y preocupación central.

Que los nuevos modos de proceder se sustentarán sobre una ética de lo social y una inteligencia colectiva que buscará el bienestar de todos por encima del provecho individualista y competitivo.

Que la unidad mínima de participación ciudadana será el vecindario, municipio o conjunto de personas que compartan intereses comunes respecto a temas de salud, educación y calidad de vida dentro de la comunidad que habitan.

Que estas comunidades se agruparán en torno a las distintas entidades histórico culturales que tendrán carácter cohesor y representativo pero no potestad decisoria sobre el conjunto de los ciudadanos.

Normalmente se observan los procesos humanos desde la perspectiva de la propia vida y entonces se impone una visión fatalista de la realidad. Los sistemas sociales evolucionan a un ritmo más lento. Requieren varias generaciones para su establecimiento y desarrollo. Un mirada más amplia (que la de la propia vida) nos invita al optimismo respecto al futuro modelo social pues nos permite rastrear una nueva sensibilidad que comenzó a expresarse hace ya varias décadas y que, hoy, va ganando terreno en la medida que el sistema actual cae estrepitosamente. Una vez más se cumplirá esa Ley Universal de Superación de lo Viejo por lo Nuevo: La Revolución Total.

Notas

1 Mario Luis Rodríguez Cobos (1938-2010) mundialmente conocido como Silo, fue un filósofo, pensador y escritor argentino fundador de la corriente de pensamiento conocida como Humanismo Universalista.

2 Silo, Humanizar la Tierra, Cap. XI. El Estado, El Paisaje Humano, Ed. Leviatán, 2011

3 Documento Humanista, Cap. II La Democracia Formal y la Democracia Real

4 Silo, op, cit.

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