Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

lunes, 31 de marzo de 2014

Islam, el Otro Rostro

Islam, el Otro RostroConversaciones con Eva de Vitray-Meyerovitch
01/09/2001 - Autor: Rachel y Jean Pierre Cartier - Fuente: Verde Islam 16
entrevistas islam rostro sufismo vitray-meyerovitch
0      

derviche girando_3Antes incluso de haber tenido tiempo de reflexionar, la primera pregunta que se nos ha ocurrido, Eva de Vitray-Meyerovitch, es la siguiente: ¿Cómo una mujer joven nacida en la aristocracia francesa y educada entre religiosas ha podido hacerse musulmana? ¿Qué pasó y por qué?
E.V. No soy la única que ha hecho este periplo. Tengo varios amigos y amigas que, educados como yo en el más tradicional catolicismo, fueron atraídos por el Islam. Mi camino no es, por tanto, tan extraordinario como pudiera pensarse.
Creo que fui muy influenciada por una de mis abuelas que era de origen escocés y de religión anglicana. Ella se convirtió al catolicismo para casarse con mi abuelo. A menudo me decía que, en su opinión, pasar de la High Church1 al catolicismo había consistido simplemente en aceptar al Papa, lo que no era gran cosa.
...
El catolicismo que me habían enseñado me planteaba muchos problemas.
¿En qué época más o menos?
E.V. En el período comprendido entre los veinticinco y los treinta años tuve que soportar el conformismo que me envolvía, y cuando hablaba de mis problemas con los sacerdotes, ellos me respondían invariablemente que no estaba bien tener dudas y que me faltaba rezar al Señor para que me las quitara. De hecho, no me respondían nada satisfactoriamente. Su autoritarismo me hacía sentir más incómoda con ese deseo mío de no hacer trampa; me resultaba imposible poner entre paréntesis todas las cosas que me molestaban, pues tenía el sentimiento de no poder ser verdaderamente fiel a mi tradición.
Cuando, a los dieciocho años, empecé a estudiar filosofía, ese malestar que sentía se hizo insoportable. Tenía el sentimiento de que para satisfacer una necesidad de experiencia religiosa me hacía falta poner de lado todo lo que me molestaba. Había allí alguna cosa impura, algo así como el equivalente de un amor físico sin amor, así de simple.
¿Qué pondría entonces entre paréntesis?
E.V. Todo el dogmatismo de la Iglesia católica. Había estudiado, no obstante, suficiente historia como para leer la de los concilios y para saber, por ejemplo, que los primeros textos de los Evangelios que poseíamos databan del siglo IV y que se trataba de traducciones de traducciones. Conocía bastante griego para saber que puede haber una gran diferencia entre una expresión helenística y una expresión de origen semítico.
¿Por ejemplo?
E.V. Por ejemplo ese término tan importante de “Hijo de Dios”. En griego el término utilizado significa realmente el verdadero hijo, el niño, mientras que en Isaías, significa el servidor. No es ni mucho menos la misma cosa. Había allí algo muy vago que había sido endurecido por las declaraciones conciliares y que dolía admitir.
Para permanecer en mi ‘comunidad’ habría hecho falta, como ya os he dicho, poner todo eso entre paréntesis y yo no podía realmente hacerlo.
...
¿Se puede decir entonces que, básicamente, le molestaban los dogmas?
E.V. Se puede decir. Me hacía daño soportar el autoritarismo de la Iglesia y tenía que plantear preguntas de este tipo: “¿Con qué derecho la Iglesia proclama en 1943, creo recordar, el dogma de la Asunción?”
En mi opinión, la Iglesia tiene derecho a hacer juicios de valor pero no juicios de hecho. Para darles un ejemplo: ¿Cuándo se equivocó, cuándo condenó a Galileo o cuando lo rehabilitó? Todo esto me molestaba atrozmente y me decía cada vez más a menudo: “Si permanezco porque deseo ir a comulgar el domingo por la mañana, eso es mentir. Es algo perfectamente impuro”.
...
Un día, al inicio de la posguerra, llegó un amigo musulmán que no había visto desde hacía quince años. Al partir, me pasó un pequeño libro diciéndome: “Sé que usted siempre ha estado interesada en las cuestiones religiosas. Lea entonces este libro, es la gran obra de nuestro gran maestro Iqbal”. Yo dije: “Muchas gracias, querido amigo” y dejé el libro sobre mi mesa donde fue cubierto rápidamente por los papeles. Estaba realmente muy ocupada entonces.
Un poco más tarde, abría finalmente este famoso libro. Vi que se titulaba Reconstruir el pensamiento religioso del Islam y que estaba en inglés. Quería tan solo hojearlo pero desde las primeras páginas me apasionó. Tuve de repente el sentimiento de que respondía a todas mis preguntas. Encontré en él ese universalismo tan deseado, la idea de que, fundamentalmente, la Revelación no puede ser más que una, que dos y dos son cuatro en todas partes y que estas cifras comprenden siempre una sola y única verdad, ya sea en caracteres aztecas, chinos o árabes. Sí, una sola verdad. El Corán no dice otra cosa.
Me gustó tanto este libro que me puse a traducirlo enseguida. Amé de la misma manera a Iqbal que a cierto Rumi del cual hablaba sin cesar.
Usted lo cuenta con toda sencillez, pero es sin embargo extraordinario. Se diría que el solo hecho de haber leído este libro de Iqbal hizo de golpe bascular toda su vida. Nos gustaría saber un poco más sobre ese Iqbal y sobre su libro.
E.V. Ya saben que hay que estar ya preparado para que un encuentro o un libro puedan hacer bascular tu vida. Yo ya estaba sobre una vía de libre examen, de interpretación personal, de búsqueda individual, y encontré todo ello concretizado en este gran pensador. Además, me hizo feliz constatar que no estaba sola, perdida en un atajo, sino que me encontraba situada, sin saberlo, en una gran tradición. Y ello sin tener que renegar de nada. No reniego ni de la Torah, ni del Evangelio. Dejé simplemente de lado lo que siempre me había irritado, las decisiones conciliares, dogmáticas, tomadas por unos señores reunidos en Roma para decidir que Dios es así o es asá.
Hasta ese momento me había sentido incómoda. Me preguntaba por qué me arrogaba el derecho de criticar así las cosas establecidas durante tanto tiempo. Cuando comprendí que un cuarto de la humanidad pensaba como yo, me sentí de golpe menos extravagante. De hecho, encontré una respuesta clara a todas las preguntas que me planteaba o, si lo prefieren, este libro fue un empujón.
No tenía ninguna idea de lo que podía ser el Islam. Había escuchado a Garaudy decir un día que se podía hacer un doctorado de filosofía sin haber oído hablar jamás de pensadores árabes. Eso es absolutamente cierto y resulta un poco escandaloso. En esa época, se empollaba a Kant, Hegel y a otro montón de filósofos pero en absoluto a los árabes. Por ello el descubrimiento del Islam a través del libro de Iqbal fue para mí un acontecimiento. De repente ya no tuve nada que poner entre paréntesis. No había más personas que me dijeran: “Si no crees esto, no estás en la línea” ¡Qué alivio!
...
Usted nos dijo un día que había un paralelismo entre el pensamiento de Iqbal y el de Teilhard de Chardin. ¿Podríamos insistir un poco sobre esta idea?
E.V. Iqbal conoció personalmente al padre Teilhard. No podían más que entenderse puesto que la gran idea de Iqbal es que todo lo que sube converge. Esto les debe recordar otra cosa. Si todo converge, eso quiere decir que si ustedes van hasta la cima de su budismo, de su cristianismo o de su Islam, sólo pueden reencontrarse en la sumisión a Dios.
¿Conoció usted personalmente al padre Teilhard?
E.V. Sí, y tuve el privilegio de hacer la primera emisión de radio que le fue dedicada y de escribir los primeros artículos que se habían escrito sobre él. La Iglesia Católica le había despreciado en público, le había prohibido hablar en el Collège de France.
Una palabra más sobre Teilhard. Para nosotros, es un gran personaje.
E.V. Para mí también. En todos los prefacios que he escrito, cito con amor a Teilhard de Chardin y esta frase esencial según la cual todo lo que sube converge.
¿Diría Ud. que es un buen musulmán?
E.V. Un muy buen musulmán. Nada ha estado más sometido que él a la voluntad de Dios.
¿Entonces este descubrimiento de Iqbal ha sido para Ud. esencial?
E.V. Sí
¿Se puede decir que este encuentro la llevó a entrar en el Islam?
E.V. Ciertamente, en la medida en que estaba preparada. Pero no crean que esto fue tan simple. Me planteé, sin embargo, preguntas. Me dije que era muy bonito maravillarse por el Islam, pero que no se cambia de tradición como se cambia de camisa. Puede ser, después de todo, que tuviese del cristianismo un conocimiento muy mundano y muy aristocrático, de niña de buena familia. Me dije que los cristianos no eran tontos y que había entendido todo al revés. Y por honestidad, me obligué a hacer, antes de decidir lo que fuera, tres años de exégesis.
Usted habla con tal tranquilidad de espíritu, es tan tranquilizador estar a su lado... sin embargo, ha debido tener dudas e incluso conflictos en el momento de su entrada en el Islam.
E.V. Ya le dije: hice tres años de exégesis para decidirme con todo conocimiento. Incluso fui a ver a un obispo. Un día, Louis Massignon, a quien considero como mi maestro, me dijo: “Si tal es su elección, apruebo su entrada en el Islam, pero desearía, no obstante, que antes de hacerlo fuese a hablar con mi amigo Monseñor Nédoncelle, que es obispo de Estrasburgo”.
Todo lo que me decía Massignon era para mi palabra de evangelio y fui a ver a su amigo. Fui tranquilamente, puesto que él era partidario de una reconciliación entre los anglicanos y los católicos. Esto me tocaba tanto más porque mi bien amada abuela era anglicana de origen.
Y aquí me ve delante del obispo que me acogió con mucha bondad. Me escuchó con gran atención y luego me dijo: “Comprendo que honestamente, usted no pueda seguir siendo católica pero, puesto que su abuela era anglicana ¿Por qué no se hace protestante? Es incluso un trastorno menor que hacerse musulmana”.
Le respondí de todo corazón, usted sabe, esas cosas que se dicen porque surgen y explican realmente tu pensamiento más profundo. Exclamé: “¡Pero Monseñor, eso sería demasiado fácil!”. Me miró por largo tiempo y me dijo: “Comprendo. Usted tiene razón: haga lo que desea”. Hace treinta años de eso.
Me pregunté por qué había pronunciado esa frase inesperada. ¿Por qué musulmana, si hubiese sido más fácil para mí hacerme protestante? Haciéndome protestante me otorgaba el derecho a elegir, lo que era muy importante en mi opinión, pero al mismo tiempo me daba la sensación de picotear aquí o allá, de tomar lo que me gustaba y dejar el resto. Así es que entrar en el Islam era realmente un compromiso de todo mi ser.
Esto debió ser un choque para aquellos que la querían, para su marido y sus padres
E.V. Para mi marido no, realmente. Le era indiferente aunque sabía respetar la diferencia. Es un poco como si yo le hubiese dicho que iba a aprender chino. Mi padre vivía todavía pero las cuestiones religiosas no eran para él muy importantes. Por el contrario, perdí amigos. Sin duda aquellos que no me querían tanto. Los otros siguieron fieles. Mejor para mí.
Si alguien viniese a verla diciéndole que desea convertirse al Islam ¿Le animaría?
E.V. No necesariamente. Eso depende. Hace tiempo, por ejemplo, recibí a un joven que regresaba del Yemen donde era cooperante. Me dijo: “Señora, vengo a verla porque asistí a una de sus conferencias. Adoro el mundo árabe. Yo, que fui educado en un medio de banqueros del distrito XVI, fui recibido en el Yemen en una tienda...”. Me habló del cielo estrellado, del silencio del desierto, de la hospitalidad y terminó diciéndome:
–“Naturalmente, quiero hacerme musulmán. ¿Qué piensa?”
– “Puesto que me lo pregunta, se lo desaconsejo vivamente.”
– “¿Es usted quien dice eso?”
– “Sí. De acuerdo, los yemenitas son encantadores, tocan una música bella bajo un cielo estrellado, pero no es suficiente.”
...
Hace ya rato que hablamos y nos sorprende constatar que el nombre de su querido Rumi no ha aparecido más que en raros instantes en nuestra conversación. Sin embargo, jugó un gran papel en su descubrimiento del Islam y en su vida interior. ¿Cómo lo descubrió?
E.V. Cuando leí el libro de Iqbal, del cual hemos hablado extensamente, me intrigó constatar que citaba sin cesar a aquel que llamaba su Maestro, Djalâl-od-Din Rumi. Nunca había oído pronunciar ese nombre y me repetía sin parar: “¿Pero quién es este señor?”. Me precipité a la Biblioteca Nacional, a Lenguas Orientales y a las bibliotecas especializadas.
Supe que se trataba de un místico del siglo XIII, pero me fue difícil saber más pues no había la menor traducción francesa de sus obras. Descubrí algunos textos en inglés traducidos por Nicholson y algunos poemas traducidos en lengua alemana. Nada más, pero lo que leí me pareció tan sublime que decidí obtener un diploma en persa clásico para poder hacer conocer estos tesoros a Occidente. Tras estos tres años de estudios, me pude poner a trabajar.
...
Se entusiasmó tanto que consagró una gran parte de su vida a traducir sus obras...
E.V. En efecto, creo que he traducido poco más o menos todo. La aparición del Mathnawî es para mí un acontecimiento.
Quizá vamos a ser un poco indiscretos pero nos gustaría comprender mejor la relación que tiene con él.
E.V. Es un poco como una relación de discípulo y maestro. ¡Es de tal estatura, de tal dimensión; su mensaje es tan grande!
Pero a un maestro se le habla, se le pide consejos, directrices. ¿Se puede realmente tener una relación vital con un maestro que vivió hace tanto tiempo?
E.V. Esto depende no del maestro sino del discípulo. De la naturaleza misma del discípulo.
¿Iríamos demasiado lejos diciendo que usted le consagró su vida?
E.V. Le consagré mi vida porque pensaba que su mensaje era... tan urgente y universal. Un mensaje de amor que retoma los valores más esenciales del cristianismo y del Islam, sin renegar de nada, y dándole una dimensión de hecho, fraternal y ecuménica. Ustedes no encontrarán en él el menor dogmatismo y esto me pareció algo de una enorme importancia.
...
Háblenos de los derviches giróvagos y de su danza.
E.V. Es Rumi, quien, en su desespero tras la desaparición de Shams Shams de Tabriz, derviche errante de quien Rumi se hizo discípulo creó el Sama‘; la danza cósmica sagrada muy característica de la cofradía que fundó. Más tarde, su hijo, Sultan Valad, la codificó e institucionalizó. Él cuenta, en La palabra secreta: “La enseñanza de mi padre era muy esotérica y muy complicada. He intentado explicarla para el gran público”.
...
Pude asistir a un Sama‘ que era la verdadera danza cósmica querida por Rumi, la ronda vertiginosa de los átomos y de los planetas.
“Muchos caminos llevan a Dios —decía el maestro— Yo he elegido el de la danza y la música... En las cadencias de la música está escondido un secreto. Si lo revelara, conmocionaría al mundo”.
Puede ser que no revelase el secreto pero escribió un cierto número de textos magníficos sobre la danza cósmica. ¿Podría citarnos algunos de los que más le conmovieron?
E.V. Hay demasiados. Escuche este poema:
“¡Oh día, despierta! Los átomos danzan,
las almas, perdidas (arden) en el éxtasis, danzan.
Al oído, te diría
hacia donde arrastra su danza.
Todos los átomos
en el aire y en el desierto,
sábelo, son como los insensatos.
Cada átomo, afortunado o miserable,
está prendado del Sol
del cual nada se puede decir”
...
Escuchándola, no nos es difícil comprender su admiración cuando descubrió por primera vez estos textos que, después de ocho siglos, no habían sido nunca traducidos.
E.V. La palabra admiración me parece un poco débil. Puedo hablar incluso de estupefacción cuando descubrí que Rumi conocía el número de planetas que, en Occidente, fue ignorado hasta nuestro siglo. Por otra parte, sobre el número de planetas en el sistema solar determinó el número de los danzantes que tomarían parte en el oratorio espiritual. Siempre son nueve o un múltiplo de nueve.
El Sama‘ es, entonces, algo más que una danza. ¿Podría considerarse una liturgia?
E.V. Totalmente. Y no solamente el Sama‘, sino la música. Aflaki cuenta que, estando Rumi escuchando un instrumento que amaba mucho, la llamada a la plegaria se retrasaba. El amigo que estaba con él tuvo que presionarlo para que interrumpiera el concierto.
“No, dijo el Maestro, porque esto también es una oración. Ambas se dirigen a Dios. Él desea una exteriormente para Su servicio, y la otra interiormente para Su amor y Su conocimiento”.
Dijo también, hablando del rabab2: “No es sólo cuerda seca, madera seca, piel seca sino que es en cierta forma, la voz del Bienamado”.
Todo le servía de pretexto para ponerse a danzar: el tic-tac de los batidores de oro, el canto del agua sobre la rueda del molino... Estaba siempre al borde del éxtasis, de esa última unión que así cantaba:
“En el origen, mi alma y la tuya
estaban unidas.
Ellas eran tu apariencia y tu secreto,
mi apariencia y mi secreto.
Sería vano decir ‘la mía y la tuya’
porque no hay ni yo ni tú, entre tú y yo.”
...
Usted insiste mucho sobre su ecumenismo...
E.V. Sí, porque pienso que en eso es increíblemente moderno. Aún sin saberlo muy claramente, era eso lo que yo buscaba: un ecumenismo que no fuese un sincretismo. Pues siempre es fácil tomar un poco del Islam, del Cristianismo, del Budismo o del Hinduismo para hacer una amalgama. Pienso que el verdadero ecumenismo no es en absoluto eso y que cada uno debe ir hasta el fondo de su tradición. Entonces y sólo entonces, solamente cuando usted haya llegado al centro, encontrará a los otros.
...
¿Pero se encuentra ese sentido de universalismo en el Corán?
E.V. Me contentaría con dos citas. El Corán dice:
“Si eres cristiano, judío o sabeo —los sabeos eran los grandes idólatras de la época— y si haces el bien, no tienes nada que temer de tu Señor”.
El Corán dice también:
“Si Dios lo hubiese querido, habría hecho de vosotros una sola comunidad religiosa. Quiso iluminaros a través de vuestras diferencias. Así pues, haced el bien, ayudáos los unos a los otros y Dios os iluminará un día sobre vuestras divergencias”.
¿Debemos entonces volver siempre a lo que es fundamental?
E.V. Así es. Lo que es fundamental, es decir desde el fondo del corazón y del pensamiento, que no puede haber más divinidad que la Realidad Suprema. Eso, todos los creyentes de todas las tradiciones pueden afirmarlo. Como decía Simone Weil, el politeísmo no es creer o no en Júpiter o en otros dioses sino profesar un culto al dinero, al poder, a una autoridad, a un pensamiento...
Por lo tanto, no puede haber más que esta Verdad, esta Realidad. El resto, son historias humanas. Bien, de acuerdo, no se bebe vino, hacemos Ramadán o la cuaresma... ¡Y está bien que se haga! No bebo vino porque no me parece necesario no ajustarme a una prescripción de mi comunidad pero esto no es lo esencial.
Creo que un día, en Argelia, choqué con ciertos musulmanes cuando dije:
"Encuentro que es más grave —perdónenme la expresión— decir una grosería sobre alguien que no ayunar durante Ramadán”.
Sin embargo los ritos son necesarios...
E.V. Sí, pero el ritual debe servir sobre todo para cimentar la comunidad. Es particularmente necesario en el Islam pues, sin ello, correría el riesgo de convertirse en un teísmo un poco metafísico, algo así como una Weltanschauung3, una visión del mundo muy universalista, muy ecuménica pero un poco floja. Hace falta este ritual para formar la comunidad. Las cinco plegarias por día, el Ramadán, etc...
Lo que encuentro extraordinario, es que la plegaria del Islam es una plegaria cósmica. Se enlaza con las estaciones, con la luna, el sol... Es una comunión con un cosmos sacralizado. La Fátiha, que es para nosotros el equivalente al Padre Nuestro para los cristianos, es una plegaria muy cósmica porque se hace de pie como un árbol, arrodillado como un hombre y prosternado como una piedra. Se toma en las manos la creación entera para ofrecerla en nombre de la humanidad. Es la única plegaria que se hace de pie, la única que se dice en plural. Es la primera que se dice al oído del recién nacido y la última que se murmura al moribundo. Acompaña todas las circunstancias un poco graves de la vida. Y cuando se la termina, se vuelve la cabeza a derecha e izquierda y se pide la paz sobre el mundo.
El beduino en su desierto reconoce la hora de la plegaria mirando las sombras, la fecha del Ramadán está condicionada por la luna... Diría que la plegaria en el Islam es una misa al diapasón de un cosmos sacralizado.
No siempre es fácil por el hecho de que no hay antropomorfismo posible. Es más fácil contemplar el rostro del Cristo que estar solo de cara a lo Absoluto.
...
¿Qué vemos en el Islam actual, como a lo largo de toda la historia? Es una religión intolerante, violenta, con conversiones forzadas. Una religión apremiante, puritana al extremo y que reduce a las mujeres a la esclavitud. Esa es, al menos, la idea que la mayoría de la gente se hace aquí en nuestro país. ¿Están completamente equivocados? En otras palabras, me gustaría que me respondiese por adelantado a todo lo que la gente va a decir, y en particular a aquellos que nos acusarán, a usted y a nosotros, o de actuar de mala fe, o de ser unos inocentes y de vivir en una nube rosa.
E.V. Es muy importante. Déjeme volver a Iqbal, cuyos ancestros eran brahmanes y que nació en el Pundjab de padres musulmanes. Comenzó a estudiar filosofía en la India, después en Alemania y en Inglaterra. Sus estudios fueron tan brillantes que algunos de sus maestros tradujeron ellos mismos algunas de sus obras. Es así como Nicholson tradujo su Mysteries of the Self. Iqbal no pretendía aportar un mensaje personal. Él quería solamente exponer la concepción que se puede hacer del Islam un musulmán moderno. Escribió:
“El Islam no enseña la renuncia al mundo de aquí abajo, sino que condena el apego al materialismo. Estima que el hombre puede aspirar al bienestar en esta vida y al bienestar en el más allá.”
En El Ala de Gabriel, escrita al final de su vida, Iqbal intenta mostrar que la conciencia del sí mismo y la acción son los dos polos esenciales. Él quiere que su filosofía tenga una aplicación en el orden de lo humano y que sea de alcance universal...
Perdónenos, pero eso no responde a la pregunta que le hemos hecho. Se la acusará de describir un Islam absolutamente ideal y no el Islam tal como se vive y practica.
E.V. Tiene razón, pero ¿No se puede decir la misma cosa de todas las religiones? Cierto, el Islam tal como se ve desde el exterior parece no estar a la altura de sus principios, pero ¿No pasa lo mismo, por ejemplo, con el Cristianismo? ¿No es su tarea la de transmitir un mensaje de amor y paz universal? Entonces se puede hablar del Cristianismo en sus principios, del Cristianismo de los místicos y santos auténticos, pero se puede hablar también de la intolerancia, de la masacre de los Cátaros, de la de San Bartolomé y de los integristas de hoy en día.
Como no hacemos un estudio sociológico, debemos basarnos en los principios. Y los principios del Islam, como aquellos del Cristianismo, hacen una llamada al amor, a la ternura y al universalismo.
¿Podría darnos ejemplos?
E.V. Hablemos si quieren de la suerte de la mujer en el Islam.
...
En el Cairo, las estudiantes indonesias eran mucho más libres que las estudiantes libanesas, sudanesas e incluso que las argelinas. Es evidente que la sociología magrebí no es en general muy feminista pero ¿Creen que es muy diferente de la sociología de Sicilia o de Cerdeña? La ‘mamma’ italiana con sus innumerables chiquillos y su pañuelo negro en la cabeza ¿Es en realidad tan diferente de la ‘mamma’ de África del Norte
Creo que hay que comparar las cosas comparables, las clases sociales comparables, los medios culturales comparables. Una catedrática de Derecho del Cairo es tan diferente de una campesina cabileña como una catedrática de Derecho de Milán lo es de una campesina de lo más recóndito de Sicilia. Además, si nos sumergimos en estas comparaciones sociológicas, no saldríamos nunca.
En mi opinión, no es que el Islam esté esclerosado o que esté rezagado. Son las sociologías las que no avanzan. Hay en el derecho musulmán, por citar un caso concreto, cantidad de posibilidades concedidas a las mujeres y que tienen perfecto derecho a utilizar y hacer incluir en su contrato de matrimonio. Es verdad que, a menudo, no lo hacen...
¿Por ejemplo?
E.V. Por ejemplo, aunque ellas sean encerradas en un asilo de enajenadas, su marido no tendrá derecho a tomar una segunda mujer. Está escrito con pelos y señales. La desgracia es que, en los medios poco evolucionados, no se conoce el derecho y las posibilidades que ofrece. El gran shaij de Al-Azhar me dijo un día: “Me gustaría que enseñase a nuestras hijas a estar un poco más al corriente de sus derechos. Seguramente serían más felices”.
Sufren, por desgracia, el peso de las costumbres, de las supersticiones, de las tradiciones que existen y que son también apremiantes, en los pueblos perdidos de Grecia, del sur de Italia o de España. El mundo mediterráneo es así.
Lo que hay que ver es lo que se encuentra en los textos.
Usted no puede, sin embargo, impedir que en una época en la que se habla un poco a tontas y a locas de la ‘renovación’ del Islam, ya sea en Irán, Argelia y quizá mañana en Marruecos, sin hablar de Arabia Saudita, usted no puede impedir, digo, que en el espíritu de la gente, esta ‘renovación’ del Islam se relacione con una mayor intolerancia, con violencia, integrismo y esclavitud de las mujeres.
E.V. Desgraciadamente es así, pero tengo que repetir, porque muchos no quieren entenderlo, que es un problema de sociología. Ustedes ven unos hechos que son religiosos en apariencia pero que, en realidad, no tienen nada que ver con lo esencial de la religión.
...
Dejemos los problemas sociológicos y volvamos al texto. En la legislación islámica la mujer no es considerada como un ser inferior. Cuando el Corán habla de los derechos fundamentales, dice siempre: “los creyentes y las creyentes... los musulmanes y las musulmanas...”. La mujer tiene sobre su marido los mismos derechos que el marido sobre su mujer.
No en lo que se refiere a la herencia
E.V. Es verdad; la herencia de la hermana es sólo la mitad de la que corresponde al hermano. Recuerdo que, al principio, esto me horrorizaba hasta que comprendí por qué era así. Tenga en cuenta que no se puede sacar una prescripción jurídica de su contexto y dejarla en el aire. Hay que saber que, en el derecho musulmán, el matrimonio se hace siempre bajo el régimen de separación de bienes. Si el marido se arruina, la mujer no está obligada a contribuir. Si ella trabaja, si recibe herencias o regalos, puede hacer lo que quiera con ello. En cierta forma, es incluso más independiente que el hombre, porque es él quien está obligado a mantener a su mujer, a su hermana o a sus parientes próximos.
Por ejemplo: los padres mueren dejando una hija y un hijo. La hija no tendrá más que la mitad de lo que recibirá su hermano. Pero ella podrá disponer de su parte como quiera. No estará obligada a nada. Su hermano, por el contrario, deberá pasarle una pensión. Deberá igualmente ayudar a los otros miembros de la familia que tengan necesidad de ello. No es, por lo tanto, injusto que tenga una parte doble de la de su hermana.
Lo que usted dice quizás pueda ser valido para una sociedad tradicional, pero incluso los musulmanes viven cada vez menos en estas sociedades tradicionales. Las familias estallan en sus casas como en las nuestras y los chicos son sin duda mucho menos solidarios que sus familias de antaño. En estas condiciones ¿Esta ley sobre la herencia, justa en principio, no sería injusta en la práctica?
E.V. Hace algunos años, cuando representaba a Francia en un seminario sobre pensamiento islámico, hice esta pregunta a tres eminentes juristas: al hijo de Iqbal, que es presidente del Tribunal Supremo de Lahore, al maestro Ben Djelloun que era decano del Colegio de Abogados de Marruecos y a un muy celebre abogado egipcio.
Les dije: “Todo esto, es muy bonito. Está bien en una sociedad tradicional, pero tomemos una hipótesis de trabajo: los dos padres mueren en un accidente de coche. La hija se queda sola en el Cairo o en Argelia. Tiene un hermano que dejó la familia a la edad de 15 años y que se hizo rico porque se instaló en Chicago donde se casó con una millonaria. Después de mucho tiempo, no da señales de vida. ¿Le enviarían ustedes el doble de la parte de la herencia y dejarían a la chica morir de hambre en Argelia o en el Cairo?”
Los tres estuvieron de acuerdo en responder que sería una iniquidad y que un versículo del Corán no puede provocar una iniquidad. En el plano práctico, no pudiendo abrogar un versículo del Corán, se sentirían obligados a enviar al hermano el doble de la parte de la hermana, pero esta parte no la enviarían más que acompañada de un acuerdo estipulando lo siguiente: el hermano no podría tocar este dinero más que a condición de comprometerse a ingresar todos los meses una pensión alimenticia para su hermana. Es justo y es perfectamente conforme al espíritu del Corán.
El derecho musulmán es un derecho apasionante porque, como en el inglés, los jurisconsultos tienen una gran libertad de interpretación. Existe, claro está, el riesgo de que el juez sea limitado de entendimiento pero nada es perfecto bajo el sol.
...
Pero me parece que hablamos demasiado de sociología pues, lo repito, todas estas cuestiones: el velo, la herencia, la poligamia, las lapidaciones.. son problemas sociológicos que no tienen nada que ver con el Islam en su profundidad, con ese Islam de los místicos y de los santos al que he consagrado mi vida.
Entre estos místicos y santos hubo muchas mujeres que tuvieron a menudo numerosos discípulos: la hija de Sultán Valad, por ejemplo, y otra mujer de Konya, ‘Arifa Hosklika. Y después vino la más célebre de todas, Rabi‘a.
Ésta me encanta particularmente porque estaba llena de amor y humor. ‘Attar habló mucho de ella en El memorial de los santos. Fue también una mujer de buen sentido como lo testimonia la respuesta que dio a un hombre que vino a acusarse ante ella de haber cometido numerosos pecados. “Si me arrepiento, —le pregunta él— ¿Dios se volverá a mi?”. “No, —le respondió ella— pero si Él se vuelve a ti, tú te arrepentirás”.
Vivió en el siglo IX y fue la primera gran sufí del Islam. Era una antigua cantante, no una cortesana como se ha dicho a menudo, sino más bien un poco como una geisha. Fue esclava, pero su señor la liberó después de haberla oído orar. Ella escribió bellos poemas, algunos de los cuales han sido traducidos por Massignon.
Ella me hace pensar a menudo en Teresa de Ávila. Recuerdo esa historia en la que un día Teresa viajaba, para visitar uno de sus monasterios, en uno de esos horribles carricoches de antaño. Pasó por un vado y cayó al agua; estaba empapada hasta los huesos y dijo al Señor: “Si es así como tratáis a vuestros amigos, comprendo que tengáis tan pocos”.
Rabi‘a expresó un día el mismo sentimiento. Estaba en su pequeña celda y había decidido ayunar todo el día. Sobre un estante, había dispuesto un bol de agua, una vela, un tazón de aceite y un trozo de pan. El trozo de pan embebido en aceite debía ser su cena para la noche, el agua debía calmar su sed y la vela le permitiría leer el Corán antes de dormirse.
Al final del día, cuando esperaba con cierta impaciencia el momento de beber y de comer, el gato saltó sobre el estante y tiró el agua que apagó la vela y mojó el pan. No teniendo nada más, ella, como Teresa, se puso a murmurar contra su Señor. Entonces escuchó una voz preguntándole: “¿Qué prefieres, mi amor o tu comida?” Naturalmente, ustedes se lo figurarán, respondió enseguida: “Vuestro amor, Señor!”.
Me gusta la familiaridad de estas dos mujeres con lo divino. Rabi‘a era muy conocida en su tiempo. Hombres célebres y grandes sufíes no sentían vergüenza en acudir a consultarla. Joinville hablará de ella, algunos siglos más tarde, diciendo que corría por las calles llevando en una mano un cántaro de agua y en la otra una antorcha encendida. El cántaro de agua, dice, era para apagar las llamas del infierno y la antorcha para poner fuego en el Paraíso.
Ella deseaba tanto que su plegaria fuese desinteresada que repetía sin cesar: “¡Oh mi Dios! Si te adoro por miedo al infierno, quémame en el infierno; si te adoro en la esperanza del Paraíso, exclúyeme del Paraíso; pero si te adoro por Ti sólo, no me escondas Tu belleza imperecedera”, realmente ella fue la primera en cantar el amor puro.
Volvemos a la Esencia.
E.V. Sí. Como todos los místicos, Rabi‘a quiso llegar a la renuncia total, al vacío, alcanzar esa pasividad de espíritu que Rumi ilustró en una ocasión con aquella parábola en la que compara cómo se dirigen a Dios los estudiantes de teología y los místicos sufíes:
“Un día —cuenta— un rey llamó a su palacio a unos pintores, venidos unos de China y otros de Bizancio. Se sobreentiende que chinos y griegos pretendían ser los mejores. El rey les encargó decorar al frescos dos muros que estaban situados uno frente al otro. Fue colocada una cortina entre los dos grupos que competían, trabajando cada uno su muro sin saber qué estaban haciendo sus rivales. Pero mientras que los chinos empleaban todo tipo de pinturas y desplegaban grandes esfuerzos, los griegos se contentaron con pulir su muro y lijarlo sin descanso. Cuando la cortina fue retirada, pudieron admirarse los magníficos frescos de los pintores chinos reflejándose en el muro opuesto que brillaba como un espejo. Todo lo que el rey había visto y admirado en el muro de los chinos parecía mucho más bello en el muro de enfrente”.
Y Rumi explica:
“Los griegos son los sufíes: no tienen estudios, ni libros, no tienen erudición. Pero ellos han pulido sus corazones y los tienen purificados del deseo, de la codicia, de la avaricia y del odio”.
Se trata siempre, en el fondo, del eterno diálogo entre el filósofo y el místico, entre aquellos que hablan de Dios y aquellos que lo viven. Un diálogo que no cesará nunca y que será siempre un diálogo de sordos. El razonamiento lógico se compara a menudo con el bastón de los ciegos. Sólo un corazón abierto puede conseguir lo esencial del Esencial y comprender en su profundidad esta maravilla dística de Rumi:
“Lo que Dios dice a la rosa
y que hizo expandir su belleza,
Él se lo dijo a mi corazón
y lo ha hecho cien veces más bello”.
El místico es ante todo, un vidente de lo invisible. Toda su vida no es vivida más que para eso.
Un día preguntaron a Bayazid qué edad tenía y respondió: “Cuatro años”. Le dijeron: “¿Cómo es eso posible?” y respondió: “Durante setenta años, este mundo me ha ocultado a Dios, pero Le he visto durante los últimos cuatro años; el plazo durante el cual se está velado no pertenece a la vida”.
...
Me gustaría que nos hablase de la peregrinación a la Meca.
E.V. He ido dos veces, para realizar la Peregrinación Mayor y para aquella que se llama una simple visita Umrra.
...
¿Cómo lo vivió usted?
E.V. Quería hacer la peregrinación desde hacía tiempo, pero una amiga muy querida no cesaba de repetir que no podía partir sola. Ella tenía una prima y un primo que se preparaban para partir pero que aún no tenían el permiso. Porque en Egipto también había problemas de visado y hacía falta solicitar la autorización del ayuntamiento. Ésta sólo era concedida a los que partían por primera vez.
Yo, que no tenía necesidad de autorización, amargaba la existencia a mis amigos telefoneándoles sin cesar y me desesperaba porque las autorizaciones no llegaban nunca. Una noche me acosté de muy mal humor diciendo a Dios: “Realmente, si tengo que hacer la peregrinación, haz lo que sea necesario”. Me dormí y soñé con un hombre que no conocía de nada. Estaba vestido como un egipcio, con un traje de rayas negras y blancas. Me dirigió una amable sonrisa y me dijo: “Sé bienvenida. Vas a partir para Medina”.
Le respondí refunfuñando: “Pero no puedo ir a Medina”. Él me sonrió nuevamente y me dijo: “Sí, ven a Medina”. Estaba por preguntarme lo que esto quería decir cuando el teléfono sonó. Era el primo de mi amiga. Me dijo: “Ya está! Tenemos la autorización. Corra rápido a la embajada de Arabia Saudita para obtener su visa.”
Ya ve, el hombre que usted vio en sueños tenía razón al predecirle que iba a ir a Medina.
E.V. Ya lo pueden decir, pues me pasó a propósito de ello una historia bastante sorprendente.
Este hombre que vi en sueños era un señor banal, pequeño, con una barbita gris. Hice mi peregrinación y lo había olvidado un poco. Algunos años más tarde, en Egipto, tuve una gran amistad con un anciano shaij medio ciego. Cuando fue operado de catarata, hice expresamente el viaje desde París para estar cerca de él. Saliendo de la anestesia, me dijo: “En fin, mi pequeña, voy a poder verte”.
De vuelta al Cairo, iba a menudo a su zawiya. Un día vi sobre el muro un cuadro tan cubierto de polvo que no lo había notado hasta entonces. Un discípulo que se encontraba allí y que era, como yo, profesor en Al-Azhar, preguntó al shaij qué era aquel cuadro. El shaij lo hizo traer, sopló por encima y, durante un instante, mi corazón dejó de latir. Era, rasgo a rasgo, el retrato del hombre que había visto en mi sueño.
El discípulo preguntó al shaij quién era y éste le respondió: “Un hombre muy amable, el guardián de la mezquita de Medina. Murió hace diez años.”
Acababa de morir cuando se me apareció en sueños.
De aquí la importancia de recordar tus sueños...
E.V. Este sí. Saben, hay dos tipos de sueños, los extravagantes y aquellos que vienen de lejos.
Me gustaría que añadiese aún algunas palabras; que nos hablase del viaje interior que representa la peregrinación. ¿Cómo lo vivió y qué le aportó?
E.V. Tienen que haberse dado cuenta que no me gusta hablar de mis sentimientos profundos. Lo que puedo decir, sin embargo, es que tuve la sensación de una comunión extraordinaria. El sentimiento de ser una célula de un cuerpo inmenso, la abeja en la colmena, el glóbulo en el flujo sanguíneo. Es también una toma de conciencia asombrosa. La certeza de una gran fraternidad que une a millones de hombres y mujeres orando de la misma forma, orientados en la misma dirección. Un poco, aunque más fuerte, lo que se siente cuando se hace el Ramadán.
¿Es ese el Islam que usted ama?
E.V. Sí. He intentado hablar con ustedes un poco del Islam tal como lo comprendo, tal como lo viven y comprenden la gente como el shaij ben Tounès, mis amigos sufíes, y todos aquellos que tiene cierta apertura de espíritu y corazón.
Así es también ser en el Islam: tener el sentimiento de pertenecer a una comunidad física y mística.
Notas
1. High Church: Sector conservador de la Iglesia Anglicana.
2. Rabab: instrumento musical de cuerda, rabel en forma de barca, clave de la música arábigo-andaluza.
3. Weltanschauung: Concepción del mundo.
Anuncios
Relacionados
«Siempre he querido encontrar una imagen que propague voz en el silencio»
Artículos - 12/09/2005
La Visión Coránica: La Visión del Mundo de acuerdo al Islam
Artículos - 14/10/2000
El Islam tradicional frente al Islam radical en Asia central y el Cáucaso
Artículos - 15/01/2001

No hay comentarios:

Publicar un comentario