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miércoles, 26 de marzo de 2014

La unidad de los musulmanes a través del camino profético del servicio y del amor

La unidad de los musulmanes a través del camino profético del servicio y del amor


Sexta conferencia de gambia: 25 de enero de 2014


26/03/2014 - Autor: Dr. Umar Faruq Abd-Allah - Fuente: Redacción



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Dr. Omar Abdellah

(Comenzamos) en el nombre de Dios, el Compasivo universal e individualmente. Que Dios ensalce a nuestro noble señor, Muḥammad, a su familia, a sus Compañeros y los salude con la paz eterna.

Alabado sea Dios, quien ha creado el ser humano por Su gracia y le ha facilitado su medio de sustento. Lo guió a la verdadera fe como un acto de pura generosidad, lo despojó de los muchos velos de oscuridad mediante la facilitación divina y le enseñó lo que no sabía. La generosidad de Dios hacia los seres humanos es verdaderamente inmensa.

Alabanzas y saludos de paz perfecta sobre nuestro profeta Muḥammad, el Elegido, que fue enviado como una misericordia para todos los mundos y como el sello de todos los profetas y mensajeros que le precedieron, sobre su familia y todos sus Compañeros.

Dios dice en Su Libro Glorioso:

Competid entre vosotros en buscar el perdón de vuestro Señor y un Jardín tan vasto como los cielos y la tierra, que ha sido preparado para los justos
(āli-ʿImrān, 3:133)

Para ganar esta competición en la fe que ha ordenado nuestro Señor es necesario un sólido conocimiento religioso y una práctica en consonancia con ese conocimiento. Es necesario ser humildes y anteponer el bien de los demás al nuestro. Significa ser totalmente sinceros en nuestra relación con Dios -El Real- y tener buen carácter con Su creación. Todo esto está representado en el servicio y el amor, dos pilares fundamentales del Islam, la religión de la verdad.

El/la creyente noble corre hacia el perdón especial que le ofrece su Señor por servir a los demás y ser amorosamente sincero/a con ellos, volviéndose más generoso/a que el mar, más beneficioso/a que el sol y más humilde que la tierra bajo nuestros pies.

El Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- dijo (en un hadīth transmitido auténticamente): “Quien se ensalce con orgullo será rebajado por Dios en humillación. Quien rebaje su orgullo será elevado alto por Dios”. Muslim nos transmite que Dios -Exaltado Sea- dice: “El orgullo es Mi vestimenta mayor, la Gloria es Mi Vestimenta menor. A quien rivalice conmigo en ello, lo destruiré”.

La creencia firme y el conocimiento de Dios no dejan lugar al orgullo o a la arrogancia. Más bien le recuerdan al creyente continuamente que, finalmente, el Día de la Resurrección estará de pie ante su Señor. Lo obligan a prepararse para ese día con buenas obras. Este conocimiento nos llama a acercarnos a Dios a través del servicio -anteponiendo el bien de los demás al nuestro- y fomenta el amor que es la base de la comprensión (fiqh) en nuestra religión. La cualificación mínima requerida a un faqīh (aquel que tiene conocimiento de esta religión y que realmente merece este título honorable) no es memorizar opiniones legales, sino tener la certidumbre en su corazón de que la Otra Vida es mejor y más duradera que este mundo. Cuando una persona realmente tiene esa certeza, su corazón se libera de la hipocresía, de la ostentación y de todas las demás enfermedades del espíritu. En consecuencia, se beneficia verdaderamente de su intelecto y asume las características de la masculinidad/femineidad perfecta y de la nobleza humana.

De este modo alcanza los grados más altos y de más conciencia en este mundo y el Otro. El intelecto le ordenará, entonces, hacer lo que es más beneficioso. Su masculinidad/femineidad le ordenará hacer lo que es más hermoso y favorable. Por lo tanto, se esforzará en el camino del servicio y del amor siguiendo los pasos de nuestro profeta Muḥammad, el noble señor de la primera y de la última generación, que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta.

Este mundo es la morada del servicio. El otro mundo es la morada de la retribución por ese servicio. Los árabes dicen: “El que sirve a la gente es digno de ser su señor”. El Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- fue el ejemplo más grande de servicio y de amor, antes y después de recibir la profecía. No pidió pago o recompensa por lo que hizo. Nunca ordenó a nadie que le sirviera como se sirve a un rey. Por esta razón, el creyente sincero se contenta con ser un servidor, no con ser servido.

Al-Bukhārī y Muslim nos transmiten que el Mensajero de Dios, la paz sea con él, temía por sí mismo cuando la revelación le llegó por primera vez en Makkah en la Montaña de la Luz. Su esposa Khadījah -que Dios esté complacido con ella- lo consoló. Le dijo: “¡Jamás! has de temer. ¡Son buenas noticias! ¡Dios nunca, jamás, te humillaría!”. Luego le dio pruebas de ello utilizando su profundo entendimiento, citando el carácter perfecto del profeta y su alta estación, la paz sea con él, y hablando de su servicio y amor por la creación de Dios que todos reconocían y atestiguaban. Le dijo: “Estrechas los lazos de parentesco. Siempre dices la verdad. Llevas las cargas más pesadas en el servicio a los demás. Ayudas a los pobres a conseguir lo que necesitan y les das todo lo que posees. Acoges y honras al huésped; ayudas a otros a enfrentarse a las desgracias que Dios, El Real, hace caer sobre ellos”.

La vida del Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- fue el ejemplo más alto de servicio y de amor. Esta forma de vida se convirtió en su sunna después de la llegada de la profecía. Su devoción por el servicio y por el amor aumentó, nunca disminuyó.

Así fue la vida del Mensajero de Dios -la paz sea con él- al comienzo de su misión: servicio y amor. Así fue toda su vida - que terminó con la fragancia del almizcle- aun en los momentos finales de su tarea en la tierra. Los versos con los que acaba la Sura al-Tawba (9), unos de los últimos en ser revelados al Mensajero -la paz de Dios sea con él- concluyen su misión profética en el espíritu de servicio, el altruismo y el amor por toda la creación de Dios. Dios dice en estos versos a modo de despedida, en nombre de Su Mensajero:

"Ha llegado a vosotros un Enviado surgido de vosotros mismos. Le pesa que os encontreis con la desgracia. Su intención en la búsqueda del bien para vosotros es seria. Respecto a los creyentes, es compasivo y misericordioso."

Las personas a las que se dirigen las palabras de Dios -Exaltado Sea- “ha llegado a vosotros” y las que siguen se refieren a todos los seres humanos que fueron llamados al Islam, tanto los que lo aceptaron como los que le dieron la espalda. Esto lo da a entender la excepción especial al final del verso cuando Dios dice: “en relación con los creyentes, es compasivo y misericordioso”. Por lo tanto, el Mensajero de Dios - que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- deseaba el bien para todas las personas, no sólo para los creyentes.

La oposición de los que lo rechazaban y traían su propia condenación pesaba enormemente sobre él. No se alegraba de su perdición. Estaba concentrado en guiarlos a todos, aunque sentía especial compasión, misericordia y alegría en su corazón por los que creían y ganaban la salvación. Estos son algunos de los frutos de la sinceridad absoluta del profeta con Dios, El Real y su buen carácter con todas las cosas creadas. Todo esto pertenece a las características refinadas que fluían naturalmente del espíritu de la creencia verdadera, la humildad, el altruismo, el servicio y el amor.

Una las pruebas proféticas más amplias y generales que nos instan a servir a toda la creación de Dios y tener buen carácter es la declaración del Mensajero de Dios, la paz sea con él, como se relata en Bukhārī y Muslim: “Hay una recompensa por la bondad hacia cualquier cosa con un hígado húmedo”. Es decir, hay una recompensa por ser bueno con todo ser viviente, aunque sólo sea dar agua.

En el hadīth transmitido por Bukhārī y Muslim, el Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- dijo: “Una vez, un perro daba vueltas alrededor de un pozo a punto de morir de sed y una mujer adúltera de los Hijos de Israel lo vio. Se quitó el zapato con el fin de llenarlo de agua y le dio agua al perro. Todos sus pecados fueron perdonados a causa de este acto”. De esta forma, Dios perdonó a la mujer adúltera todos sus errores y enmendó su vida al servir a un perro. No hay nada en las diversas transmisiones del hadīth que indique que lo hizo porque era creyente o como un acto de arrepentimiento, sólo que fue por compasión hacia ese humilde animal creado por Dios.

El verdadero servicio es un signo de masculinidad virtuosa y de perfección humana, en el hombre y la mujer por igual. Nace de un profundo conocimiento de Dios y de la humildad. Por esa razón, se dice: Si el conocimiento de un hombre aumenta, aumenta su humildad (hacia los demás) y si la ignorancia de un hombre aumenta, aumenta su arrogancia (hacia los demás).

Un ejemplo de esto es la rama de un árbol doblegada por el peso de sus frutos, si se le quita ese peso se eleva tan alto que es difícil poder alcanzarla.

El Mensajero de Dios, la paz sea con él, dijo en un hadīth narrado por transmisores fiables: “En verdad, Dios -El Glorioso y Majestuoso- es generoso, ama los asuntos nobles y detesta los asuntos insignificantes”. "Los asuntos insignificantes" son los asuntos indignos y despreciables. ʿUmar ibn al-Khaṭṭāb, el segundo califa bien guiado -que Dios esté complacido con él- dijo: “No os permitáis tener aspiraciones mezquinas, porque nunca he visto gente más alejada de realizar cosas nobles que aquella cuyas aspiraciones son mezquinas”. Al-Aḥnaf ibn Qays -el señor de la tribu de Tamīm a través de quien muchos de ellos entraron al Islam- decía: “La masculinidad virtuosa es abstenerse de pedir a los demás y tener una ocupación (con la cual ganarse la vida)". Por lo tanto, el servidor noble que está dedicado al servicio debe evitar pedir que los demás lo sirvan o lo ayuden y debe apoyarse en sí mismo -no en los demás– ganándose la vida y protegiéndose de la humillación de mendigar.

Otra de las condiciones del servicio es acudir en ayuda de los demás. Una parte esencial es ayudar a otros en virtud del prestigio personal y la posición social. Utilizar esa condición para interceder en nombre de otros es una de las formas más eficaces e incluso más fáciles de servir. A menudo puede ser más beneficioso que dar dinero. La persona a la que se le ha concedido el prestigio no tiene excusas para utilizarlo con avaricia, ya que su condición podría ser peor que la del que es avaro/a con el dinero. ¿Cómo puede alguien ser un verdadero servidor de Dios, si no es capaz de servir a las personas y a las cosas que Dios ha creado?

En cuanto al amor, algunos de los creyentes justos de las generaciones pasadas han dicho: “Quien ama a Dios y ama por amor a Dios, su estado de santidad ha alcanzado la plenitud”. El signo de amar por amor a Dios es que amamos a los que son buenos con nosotros y a los que no lo son. El amor es una de las estaciones espirituales de certeza en la creencia más majestuosas. Y el servicio es uno de los productos del amor, porque el amor implica que deseas para los demás lo que deseas para ti mismo y que te esfuerzas en beneficiarlos. La persona que verdaderamente tiene la cualidad del amor se esfuerza en beneficiar y proteger del daño a quien ama.

El amor a Dios es que te conviertas en un completo regalo para la persona que amas. Por lo tanto, no queda nada de ti mismo/a para ti mismo/a. Esto significa que le das libremente a la persona que amas tu fuerza de voluntad, tu determinación, tus acciones, tú mismo/a, tu riqueza y tu tiempo. Entonces, el amor en el verdadero sentido de la palabra, es la forma definitiva de preferir a los demás antes que a uno mismo y es el máximo ejemplo de servicio. Se dice que la servidumbre (a Dios) está envuelta en el amor, al punto que si no hay amor, no hay servidumbre. Entonces, el amor es el espíritu de la verdadera fe, las buenas obras, las estaciones y los estados espirituales, de manera que si el creyente carece de amor es como un cuerpo sin vida, sin espíritu. El amor es la realidad de la sinceridad en la religión (ikhlās). Por lo tanto, es la esencia del Islam, porque Islam significa someterse a Dios con absoluta humildad, obediencia y amor. De hecho, el amor es la realidad última de nuestro testimonio de fe: No hay dios -no hay ningún objeto digno de adoración - excepto Dios.

Dios -Exaltado Sea - dice en el Qurʾān:

"Ciertamente, quienes creen y hacen buenas obras, Dios Misericordioso hará para ellos un amor especial”.

Es decir, Dios pondrá un tipo especial de amor en sus corazones. Este amor será una prueba de la veracidad de su fe, de la sinceridad de sus actos y de la validez de su conocimiento de Dios, Exaltado Sea.

Al Bukhārī y Muslim transmiten del Mensajero de Dios, la paz sea con él: “Ninguno de vosotros es creyente hasta que desea para su hermano lo que desea para sí mismo”. Se afirma en el comentario de este hadīth que aquí ‘hermano’ -en árabe ‘hermano’ incluye a ‘hermana’- se refiere a la hermandad adámica o la hermandad humana en general. No sólo a la hermandad del Islam. Este significado se da explícitamente en otra transmisión del mismo hadīth con una excelente cadena de transmisores: “Ninguno de vosotros es creyente hasta que quiere para las personas (o la humanidad) lo que quiere para sí mismo”. Como se ha señalado anteriormente, el amor del que se habla aquí no es un sentimiento abstracto de bondad en el corazón, sino la voluntad activa de beneficiar a las personas que amamos, desviarles del daño y esforzarnos en la búsqueda dinámica de este objetivo.

Muslim transmite que el Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- dijo a ʿĀʾisha, la Madre de los creyentes, que Dios esté complacido con ella: “ʿĀʾisha, Dios es bondadoso. Ama la bondad. Da por la bondad una recompensa que no da por la dureza ni por ninguna otra cosa”. Esa bondad es una de las cortesías del amor y está relacionada con la forma en que se expresan la masculinidad virtuosa, la sabiduría y el trabajo sincero por Dios.

El Mensajero de Dios -la paz sea con él- dijo: “No entraréis en el Jardín hasta que creáis y no creeréis verdaderamente hasta que no os améis unos a otros”. Cuando en el corazón humano aparece el amor por el otro, se cura de todas las enfermedades que padece como la envidia, el rencor y la arrogancia. A partir de esta base de salud y lucidez espiritual crecen todas las demás cualidades excelentes del buen carácter que son las llaves del bien y los candados del mal.

El camino del servicio y del amor es la esencia misma de la Senda de la Otra Vida. Quien adquiere estas cualidades morales ha eliminado de su corazón todo obstáculo espiritual. El sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī decía, que Dios esté complacido con él: “No llegué a el conocimiento de Dios –Exaltado Sea- por estar de pie rezando, ayunar durante el día y estudiar la ciencia religiosa, sino que llegué a el conocimiento de Dios por medio de la generosidad, la humildad con los demás y un corazón sano libre de malos sentimientos hacia los demás”.

Sin embargo, es bien sabido que el sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī, tenía por hábito permanecer rezando durante la noche y ayunar durante el día y que también fue una de las personas más cultas de su tiempo en todos los campos del conocimiento islámico hasta el punto de ser honrado por sus contemporáneos con el título de Sheij del Islam. Pero sus palabras demuestran que la generosidad es la base del camino al éxito en el Más Allá; siendo humilde con los demás, esta preciosa planta rinde sus frutos. Cuando estas dos cualidades se realizan plenamente, el corazón está sano y libre de animadversión y hostilidad y de los apegos perniciosos que lo alejan de Dios desaparecen. El servicio y el amor pertenecen al rango de la generosidad, la humildad y el corazón sano. Reflejan una seriedad absoluta en tomar el camino de la Otra Vida. Se dice: "El que es verdaderamente serio en la búsqueda de la verdad la encontrará". Cuando el árbol del servicio y del amor se planta en nuestros corazones y es regado por el agua de la sinceridad y del deseo de seguir al amado de Dios, el profeta Muḥammad, la paz sea con él, produce y ofrece los más asombrosos tipos de frutos en todas las épocas y en todas las estaciones, con permiso de su Señor. La base de su raíz está profundamente arraigada en nuestros corazones y sus ramas más altas están conectadas al Árbol del Loto (Azufaifo) más lejano del séptimo cielo.

Al-Tabarānī e Ibn Ḥabbān relatan en una transmisión auténtica que unas personas se acercaron al profeta, la paz sea con él y le preguntaron: “¿Quiénes son los servidores de Dios más queridos para Dios?”, el profeta, la paz sea con él, respondió: “Los que tienen mejor carácter”. El servicio y el amor son la tierra fértil donde se cultiva el buen carácter y son unos de los atributos más alejados del orgullo. Muslim transmite que el Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- dijo: “Nadie que tenga en su corazón el peso de un átomo de orgullo podrá entrar en el Jardín”. En este hadīth el profeta define el orgullo como una cualidad opuesta al servicio y al amor. Dijo, la paz sea con él: “En verdad, Dios es bello y ama la belleza”, indicando que el orgullo no está relacionado con llevar ropa fina. El texto concluye: “el orgullo es negar lo que es correcto y mirar por encima del hombro a la gente”. "Negar lo que es correcto" o negar los derechos de las personas, significa rechazar sus derechos por arrogancia y altanería. “Mirar por encima del hombro a la gente”, significa despreciarla y tenerse en mejor consideración.

El sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī decía -que Dios esté complacido con él-: “Quien afirma que tiene un peso especial, no tiene ningún peso. Quien dice tener una estación especial, no tiene ninguna estación”. Le preguntaron al gran Sucesor de los Compañeros ʿAbd-Allāh ibn al-Mubārak -que Dios esté complacido con él-: “¿Quiénes son las personas más bajas de todas?”. Respondió: “Las que compran y devoran este mundo haciendo uso de sus prerrogativas religiosas”. Más bajas aún son aquellas personas que compran y devoran este mundo atribuyéndose el linaje y las vidas honorables de sus antepasados en el servicio a esta religión. La gente del servicio y del amor está protegida de ese error y están muy lejos de las transgresiones del orgullo y de las falsas atribuciones de quienes usan nuestra religión con fines mundanos.

El servicio y el amor son algunos de los atributos de la futῡwa, la caballerosidad islámica. La futῡwa es una estación ilustre. Significa esforzarse en satisfacer las necesidades del otro, sin considerarse poseedor de un grado de excelencia especial ni creerse con derecho alguno sobre los demás. Parte de la futῡwa –la caballerosidad islámica- es perdonar los defectos de los demás. Por esta razón, la persona que tiene la cualidad de la futῡwa no está en disputa con nadie debido a la perfección de sus cualidades morales y a su distanciamiento de las cualidades censurables. Por el contrario, la persona de futῡwa sólo está en disputa consigo misma en su amor por su Señor. Por lo tanto, controla su tendencia a ser negligente con las pasiones, se aleja de la pereza y de todas las cosas que son una pérdida de tiempo. Se insta a sí misma a ser honesta. Parte de la futῡwa es exigirse ser justo con los demás, pero no exigir que los demás sean justos contigo. Le das a todos sus derechos sobre ti, pero tú no reclamas tus derechos sobre ellos.

Estos son los rasgos morales que construyen una sociedad basada en la armonía y la unidad y que facilitan el trabajo en conjunto para resolver todos los problemas. El Mensajero de Dios -que Dios lo exalte y lo salude con la paz perfecta- fue un servidor. Nunca pidió ser servido. Sus nobles Compañeros - que Dios esté complacido con ellos, siguieron su ejemplo. Ellos también fueron servidores -no personas que exigían ser servidas. Este fue el patrón de comportamiento de los grandes musulmanes de las primeras generaciones y de los hombres rectos de esta umma a lo largo de las generaciones. Si nosotros también nos esforzamos en imitarlos y en ser servidores, no en gente que exige ser servida, entonces las cualidades de la masculinidad y la femeinidad virtuosas (murῡʾa), de la caballerosidad islámica (futῡwa) y de la perfección humana prevalecerán en nosotros en lo personal y en lo social. Podremos resolver todos los problemas que surjan trabajando juntos y desaparecerán todos los obstáculos en el camino de la unidad de nuestros corazones. Pero si todos deseamos ser servidos en lugar de servir, entonces seremos incapaces de resolver los problemas que se nos presenten, por más pequeños que sean. Todo tipo de obstáculos se interpondrán para evitar nuestra unidad y se desharán los lazos sociales que nos unen, como es el caso en muchas sociedades musulmanas actuales.

Como hemos visto, el amor no es sólo un sentimiento o una emoción abstracta. Más bien es una disposición activa y comprometida hacia lo que conviene y beneficia a la persona que amas. Está relacionada con la protección y el cuidado. La vida y la riqueza no les pertenecen a quienes están llenos de amor, más bien les pertenecen a otros. Dios -Exaltado Sea- dice en Su glorioso Qur’ān:

"Verdaderamente Dios ha comprado a los creyentes sus vidas y sus bienes a cambio del Jardín"
(Tawba 9:111)

Este amor basado en la fe es la piedra fundamental de una sociedad estable y sana. El amor y la justicia son dos elementos esenciales que ordenan los asuntos humanos y crean sociedades funcionales. Sin embargo, el amor es la cualidad fundamental. Si la gente se amara y trabajara junta basándose en el amor, como su Señor le ha ordenado, no necesitaría la justicia administrativa. Por esta razón se ha dicho: “La justicia es el califa sucesor del amor”. Se utiliza en ausencia del amor. Las personas que se aman, crean lazos. Las personas que crean lazos, trabajan juntas. Las personas que trabajan juntas, producen grandes obras. Cuando la gente produce grandes obras, revive el mundo que la rodea y crea una civilización. A quienes reviven el mundo que los/las rodea, se les concede una vida larga y una gran bendición.

En la sociedad debe haber gobierno político y justicia administrativa, pero la ley externa y la aplicación de la justicia por sí solas no pueden construir una sociedad si se han perdido los lazos de armonía y de cooperación. Los cimientos de estos lazos esenciales están arraigados en el respeto y el amor mutuos.

Uno de los creyentes rectos del pasado dijo: “Dios tiene servidores especiales cuya luz se hace aún más fuerte en los tiempos de intensa oscuridad”. Otro creyente recto, dijo en en este mismo sentido: “Dios tiene servidores especiales a quienes, en tiempos de tribulaciones, no sufren ningún daño, al igual que a los ángeles no les daña mirar el fuego del infierno". Entre estos excelentes creyentes está la gente de la sinceridad con Dios -El Real- y de buen carácter, quienes han alcanzado las cualidades del servicio y del amor a través de un desarrollo espiritual sólido. Si el servicio y el amor se perdieran, entonces también se perderían las estaciones del īmān (fe verdadera) y del Iḥsān (perfección moral). Los lugares de descanso en nuestro viaje hacia el conocimiento de Dios -Exaltado Sea- y Su Complacencia quedarían en nada. El servicio y el amor son el espíritu vital presente en todas las estaciones espirituales, en el lugar de descanso del viaje y en toda buena obra. El servicio y el amor son el alimento de nuestros corazones, el sustento de nuestros espíritus y el placer secreto que refresca nuestros ojos cansados. Ellos fundan la vida espiritual, sin la cual estamos interiormente muertos. Aportan la luz, que evita que nos ahoguemos en el mar de las tinieblas. Procuran la cura, que nos libra de exponer el corazón a las angustias de todas las enfermedades espirituales. Constituyen el placer supremo, que permite que la vida no sólo sea ansiedades, preocupaciones y dolores constantes.

Como ya hemos indicado, el servicio y el amor fueron la práctica habitual del Mensajero de Dios -la paz sea con él- de sus Compañeros y de los hombres rectos de las primeras generaciones del Islam. El servicio y el amor componen el espíritu esencial del camino del sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī y están representados en el ejemplo de su vida. Uno de sus estudiantes famosos dijo de él: “Mis ojos nunca han visto a una persona de mayor estatura moral con una actitud más abierta, una disposición más noble, un corazón más compasivo y más escrupulosamente diligente en cumplir las promesas y acuerdos que el sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī. Sin embargo, a pesar de su majestuosa estatura, noble condición y de la inmensidad de su conocimiento, apoyaba a los jóvenes, honraba a los mayores, era el primero en saludar, se sentaba junto a los débiles y era humilde en presencia de los pobres”. El sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī ordenó a sus estudiantes que practicaran el camino del servicio y del amor con el fin de unificar las filas musulmanas. Dijo: “Tened a los musulmanes en gran respeto. No despreciéis a ninguno de ellos debido al grado de fe y sabiduría que se han depositado en ellos”. Sobre esta base de humildad hacia los demás –la preferencia sobre uno mismo– el sheij ʿAbd al Qādir al-Jīlānī dedicó todos sus esfuerzos y los de sus estudiantes a reformar la umma islámica sobre la base del Qurʾān y de la sunna. Impulsó y dio orientación espiritual a la generación de Nūr al-Dīn Zangī y Salāh al-Dīn al-Ayyūbī. Guió a los musulmanes de su época logrando el mayor resurgimiento que han conocido desde el califato rectamente guiado y que ha pasado a la historia como el Gran Resurgimiento Sunnita.

Dios, enséñanos aquello que nos beneficiará. Dios, concédenos el éxito y la facilitación final para poner en práctica lo que Él –Exaltado Sea- nos ha enseñado.

La práctica requiere conocimiento. El conocimiento requiere tawfīq (la facilitación y el éxito final) para practicar lo que sabemos. Un poco de adab (buen comportamiento) es mejor que una gran cantidad de conocimiento.

Se ha transmitido de los rectos salaf (las primeras generaciones de creyentes): “Al que pone en práctica lo que sabe, Dios le dará como herencia el conocimiento que no tenía y la facilitación y también el éxito final en la práctica, de manera que merecerá el Jardín. Quien no pone en práctica lo que sabe, se perderá en su propio conocimiento. No se le darán la facilitación y el éxito final en la práctica, de manera que merecerá el Fuego”.

Por esta razón, se ha dicho: “El conocimiento nunca abandona a quien lo posee. Lo/a destruirá con la perdición eterna si no lo pone en práctica, lo/a agraciará con la felicidad eterna si lo hace”.

Una de las mejores maneras de vivir el conocimiento y la práctica es en el camino del servicio y del amor siguiendo los pasos del Mensajero de Dios, que Dios lo exalte y lo salude con la paz eterna.

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