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viernes, 25 de julio de 2014

Palestina, tierra de los mensajes divinos

Palestina, tierra de los mensajes divinos

Segunda Parte. Historia de un mito. Las razones del éxito del sionismo político. El sionismo y las rivalidades coloniales en el «Problema de Oriente» a) Herzl, creador de la estrategia sionista

25/07/2014 - Autor: Roger Garaudy - Fuente: Musulmanes Andaluces
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Roger Garaudy.
Herzl, creador de la estrategia sionista
Teodoro Herzl «maniobra», como un virtuoso de la diplo­macia, entre estas codicias competidoras: en julio de 1897, en vísperas del Congreso de Basilea, en su periódico Die Welt, había discutido un artículo de la "Quarterly Review" que reco­mendaba la partición de Turquía; en este reparto, Egipto y Siria (Palestina incluida) deberían de corresponder a Inglaterra, que tenía una enorme necesidad de este atajo en dirección a las Indias: «La búsqueda de la ruta de las Indias ha conducido a numerosos descubrimientos felices para la humanidad: las costas de África fueron exploradas, América fue descubierta, el istmo de Suez fue perforado. Tal vez la solución del problema judío se encuentre, también, en la ruta más corta rumbo a las Indias» 1.
Pero, apostando en todas las mesas, en esta Europa ávida de repartirse los despojos del Imperio otomano, Herzl hace a Alemania las mismas proposiciones que a Inglaterra: Una Chartered Company, bajo protectorado alemán.
Herzl visita primero, el 16 de septiembre de 1899, al Embaja­dor de Alemania en Viena, Eulenbourg, y toca inmediatamente la cuerda sensible: la rivalidad con Inglaterra:«Otra potencia podría ayudar a este movimiento. Al principio se me ocurrió que podría ser Inglaterra. Era lo natural. Pero me encantaría que fuese Alemania» 2.
El 19 de octubre de 1898, gracias a este chantaje, obtiene una audiencia con el Kaiser:«Cuando le propuse mi asunto: la "Chartered Company" y protectorado alemán, opinó favora­blemente» 3.
Ante el Kaiser, Herzl describe de forma tentadora el papel que podría desempeñar el sionismo para librarle del socialismo. El único temor del Emperador es que «si los judíos tienen la sensación de encontrarse bajo su protección, no querrán aban­donar Alemania» 4.
Herzl ya había encontrado la respuesta para esto. En abril de 1896 había contestado al Duque de Bade que temía, «al sostener nuestra causa, pasar por antisemita» 5«los judíos alemanes acogerán bien nuestro movimiento, puesto que des­viará la afluencia de los judíos de Europa Oriental» 6.
Herzl se esfuerza por demostrarle que el sionismo sirve los intereses alemanes, no solamente contra Inglaterra (como ya había demostrado) sino contra Francia y Rusia:«Francia está debilitada... El prestigio de Rusia está en baja» 7.
«Francia no está en situación de poner obstáculos a nuestro proyecto» 8.
Evocando las dificultades con que tropieza el Zar para construir el ferrocarril transiberiano, y «la ruta de las Indias más corta» para los ingleses, Herzl, al tanto de la política oriental de Alemania y del proyecto de línea Berlín-Bizancio-Bagdad, para penetrar y extender su influencia en Oriente, añade: «Cuando le hablaba de la nueva vía terrestre hacia Asia —desde el Mediterráneo al Gofo Pérsico— pareció sumirse en sus pensamientos, y su expresión y su actitud me dijeron que yo le había atrapado».
A partir de este momento, Herzl va directo al grano; el emperador, jactándose de ser el único que posee la confianza del sultán Abd ul Hamid, le dice: «Dígame, en una palabra, lo que tengo que pedirle al Sután». Herzl responde: «Mi Compa­ñía en régimen de Monopolio, bajo protectorado alemán» 9.
En adelante, para Herzl, el camino de Palestina pasa por Constantinopla: con la recomendación del Emperador de Alemania, quiere entrevistarse con el Sultán; con un objetivo claro: comprarle Palestina. Pero para esto hace falta di­nero 10.
A pesar de las reticencias de Rothschild que es, al principio, hostil al sionismo (aunque«el Estado judío» de Herzl sólo sea el desarrollo de una «carta a Rothschild»), Herzl ha obtenido del segundo Congreso sionista de Basilea, en agosto de 1898, la creación del banco con el que soñaba: el «Trust Colonial judío», gracias al cual conseguirá, en febrero de 1902, tres cartas de crédito: una del Crédit Lyonnais de París, otra del Dresdner Bank de Berlín, la tercera del Lloyds Bank de Lon­dres, sumas a depositar en bancos turcos 11.
De este modo Herzl puede hablar con Abdul Hamid, abocado a la quiebra, desde una posición de fuerza.
Habla con el Sultán sin ambages: «Véndame Palestina, y yo enderezaré sus finanzas y pagaré sus deudas» 12. Este plan está rodeado de mucha diplomacia.
El propio Herzl, que manejaba tan bien las especulaciones de las potencias coloniales de Occidente sobre la desintegración del Imperio otomano, y que siente el mayor de los desprecios hacia su interlocutor: «Tengo delante de mí, en su ocaso, al Sultán de este imperio ladrón» 13, no regatea la adulación al dirigirse a él, habla a Abdul Hamid de «la vitalidad de Turquía, en la cual tengo una gran fe» 14 .
Retorciendo enteramente su lenguaje y las promesas hechas en Occidente: «Yo le explicaba las razones de mi insistencia. Las grandes potencias, que quieren una Turquía débil, harán cuanto puedan para impedir su recuperación» 15.
Pero Herzl es el salvador: «la operación será llevada a cabo por mis amigos en todas las Bolsas de Europa, con tal de que cuente con el apoyo de Su Majestad» 16 (18).«Haré que el Imperio turco se atraiga las simpatías de todos los judíos del mundo»17.
Herzl allana todas las objeciones. El Sultán le había dicho al amigo de Herzl, Nevlinski:«Pero Palestina es también la cuna de otras religiones». Nevliski, ejerciendo sobre el Sultán la misma presión que Herzl sobre el Kaiser (podemos dirigirnos a Inglaterra) responde: «Si los judíos no pueden conseguir Pales­tina, sin duda alguna pensarán en Argentina» 18En este caso, el maná financiero ya no caería sobre Turquía».
Herzl llega aún más lejos. Su amigo Vambézy le ha preveni­do que para el Sultán«Jerusalén es tan sagrada como la Meca. No obstante, el sionismo es bueno contra el cristianismo».
Herzl no rechista, pues, cuando el Sultán le comunica su desconfianza con respecto a los cristianos: «Yo soy, y siempre lo he sido, amigo de los judíos. Confío en los musulmanes y en los judíos; pero no tengo la misma confianza en mis otros súb­ditos» 19.
A pesar de todas estas concesiones, Abdul Hamid accede a dejar que entren judíos y compren terrenos «pero tendrán que convertirse en súbditos musulmanes» 20.
«Yo puse cara», dice Herzl, «de sentirme entusiasmado ante la perspectiva de ponerme bajo el cetro antiguo, seguro y glo­rioso de Abdul Hamid» 21. Porque, para él, lo esencial era obtener el Estatuto para su Compañía.
Nada se hizo. El Sultán se negó a vender Palestina. Ya antes había hecho que le dijeran a Herzl: «Yo no puedo vender una sola pulgada de esta tierra, porque no me pertenece a mí, sino a mi pueblo. El ha ganado este Imperio y lo ha fertilizado con su sangre... Los judíos pueden guardarse sus millones. Cuando mi Imperio sea desmembrado, es posible que obtengan Palestina gratis. Pero es mi cadáver lo único que puede ser desgarrado. No puedo permitir la vivisección» 22
Herzl recurrió una vez más al vivisector: Inglaterra. En su discurso de apertura del cuarto Congreso en Londres, el 13 de agosto de 1900, tiene acentos líricos: «La gran Inglaterra, la libre Inglaterra que tiene bajo su mirada a los siete mares, nos comprenderá y comprenderá nuestros propósitos... Si parte de allí, la idea sionista volará cada vez más lejos y más alto, podemos estar seguros de ello».
A la inversa de lo que dice al Sultán, pone de relieve, como lo había hecho antes el Duque de Bade, «las ventajas que ofrece un Estado judío, para los intereses del conjunto de Euro­pa» 23«Será un bastión adelantado de la civilización occi­dental frente a la barbarie oriental» (El Estado judío, p. 32).
Su novela Altneuland es, desde este punto de vista, revelado­ra. Exalta el espíritu de las Cruzadas y reprocha a Europa haberlo perdido. «Godofredo de Bouillón y sus valientes ca­balleros consideraban un crimen que Palestina permaneciese en manos de los musulmanes. ¿Dónde han observado ustedes un sentimiento semejante entre los caballeros y los condes de fina­les del siglo xix? ¿Y los gobiernos? ¿Cuál se arriesgaría a pre­sentar en su Parlamento una apertura de crédito extraordinario para la liberación de Tierra Santa?» 24.
A este país «al margen de toda civilización» 25, él apor­tará la industrialización occidental. En el espíritu del sansi-monismo, convertido, con el padre Enfantin 26, el banquero Pereire y Fernando de Lesseps, un industrialismo a ultranza, sueña con implantar en Palestina «todas las industrias cono­cidas» 27.
Herzl describe este futuro: «grandes ciudades zumban, el progreso técnico se ha impuesto. Ferrocarriles circulan en este lugar de crecimiento mundial. Electrificación general, obtenida de los saltos de agua del Hermon y del Líbano, obtenida tam­bién de la diferencia de nivel entre el Mediterráneo y el Mar Muerto. Un canal los une...».
Puntualiza en su Diario: «Cuando estemos en El Arish, bajo el pabellón británico, entonces Palestina caerá también en la esfera de influencia británica» 28.
Pero, para alcanzar tales objetivos, aún habría que atraer a bastantes judíos a Palestina, y, además, nunca se tienen dema­siados protectores.
Ahora bien, en 1903, en la época de Pascua, en el Imperio ruso, en Kichinev, tuvo lugar un pogrom especialmente sangui­nario: 45 muertos, más de 1.000 heridos, 1.500 casas saqueadas y destruidas. El responsable de todo aquello era el Ministro del Interior del Zar, Vyacheslav Plehve. Herzl le pide a una amiga, la condesa polaca Korvin-Piatrovska, que le arregle una entre­vista con Plehve. Ella le responde que «Plehve se sentirá dicho­so de conocer a una personalidad tan interesante como el doctor Herzl, y que impulsará de todo corazón un movimiento de emigración de los judíos» 29.
Herzl solicitó igualmente de Lord Rothschild que le diese una carta de presentación para el Conde de Witte, ministro de Finanzas. Aunque Lord Rothschild no le enviase la carta solici­tada, Herzl consiguió estas dos entrevistas.
Plehve, el verdugo de Kichinev, le recibe muy bien, en San Petersburgo, el 10 de agosto de 1903, pidiéndole simplemente: «Espero que no hará usted un uso desagradable de nuestra entrevista». Yo le respondí: «No haré ningún uso de ella, excepto el que Vuestra Excelencia me ordene que haga».
Después de estos preliminares de cortesía, Plehve aborda el fondo del problema:«Sentimos simpatía hacia el movimiento sionista cuando éste tiene por objetivo la emigración. No tiene usted necesidad de explicarme su movimiento: predica usted a un convencido. Pero, después de la Conferencia de Minsk (esta conferencia sionista se había celebrado en septiembre de 1902) hemos observado un cambio de los peces gordos. Se habla menos del sionismo palestino y más de la cultura, de la organi­zación y del nacionalismo judío. Eso no nos conviene» 30 (32).
Cuando Plehve envió a Teodoro Herzl, a petición de éste, una confirmación por escrito de sus declaraciones, el «Comité de acción sionista» votó en contra de su publicación.«He hecho caso omiso», escribe Herzl 31 (33). Publicó, pues, la carta y la enseñó en adelante a todos sus interlocutores, ya se tratase del Duque de Bade, del Rey de Italia o del Papa. He aquí un texto íntegro de este certificado de infamia extendido a Herzl por el carnicero de Kichinev 32.
Un Estado judio en palestina y en Rusia
Carta aprobatoria del señor Plehve al doctor Herzl. Ministerio del Interior.
Señor:
Ha expresado usted el deseo de conservar huellas de nuestra entrevista. Accedo de buen grado a ese deseo, con el fin de descartar todo cuanto podría hacer que surgieran esperanzas exageradas o dudas inquietantes.
He tenido la ocasión de darle a conocer cuál es el actual punto de vista del Gobierno ruso con respecto al sionismo. Este punto de vista, en efecto, puede muy fácilmente inspirarle la necesidad de cambiar su política de tolerancia contra medidas dictadas por la salvaguardia nacional. Si el sionismo consistiera en querer crear un Estado independiente en Palestina, y prometiese organizar la emigración de Rusia de un cierto número de sus subditos judíos, el Gobierno ruso podría perfectamente serle favorable.
Pero desde el momento en que esta meta principal del Sionismo se considera abandonada y reemplaza­da por una simple propaganda de concentración na­cional judía en Rusia, es natural que el Gobierno no pueda, en ningún caso, tolerar esta nueva vía del Sio­nismo. Esto último no tendría otro resultado que el de crear grupos de individuos perfectamente extran­jeros, e incluso hostiles a los sentimientos patrióticos, que constituyen la fuerza de todo Estado.
He aquí la causa de no poder confiar en el Sionis­mo, salvo a condición de que vuelva a su antiguo pro­grama de acción. Podría, en este caso, contar con un apoyo moral y material, el día en que algunas de sus medidas prácticas sirviesen para disminuir la pobla­ción judía en Rusia. Este apoyo podría consistir en proteger a los mandatarios sionistas ante el gobierno otomano, en facilitar la acción de las sociedades de emigración, hasta subvenir a las necesidades de estas sociedades, evidentemente al margen de los recursos del Estado, por medio de contribuciones cobradas a los judíos. Creo necesario añadir que, el Gobierno ruso, obligado a adecuar su manera de actuar en el problema judío a los intereses de Estado, jamás se ha desviado, sin embargo, de los grandes principios de la moral y de la humanidad. En fecha todavía muy reciente ha ampliado los derechos de residencia en los confines de las localidades destinadas a la pobla­ción judía, y nada impide esperar que el desarrollo de estas medidas sirviera para mejorar las condiciones de existencia de los judíos rusos, sobre todo si la emi­gración disminuye su número. Ruégole acepte mis distinguidos saludos,
Plevhe, 30 de julio (12 agosto) de 1903.
Herzl, en su respuesta a Plehve, el 5 de septiembre de 1903, le presenta su informe sobre el IV Congreso sionista de Basilea, y escribe:
Tengo el honor de someter a Vuestra Excelencia el informe siguiente. Dirigir este Congreso fue una tarea ardua... A pesar de todo he logrado mantener el orden y restablecer la calma. Bien es cierto que, sin la carta que Vuestra Excelencia tuvo la bondad de enviarme el 12 de agosto, esto hubiera sido imposi­ble. Al hacer pública dicha carta, he conseguido atajar toda discusión... La oposición provenía, ante todo, de sionistas rusos. Y, en una reunión privada de los sionistas rusos, estuvieron a punto de denunciar­me como traidor... Hubo 295 votos en el Congreso a favor de tomar en consideración el proyecto Este-africano, y 177 en contra. Casi exclusivamente rusos... Ahora, las cosas están claras: si la coloniza­ción en África tiene partidarios, sólo se encuentran en países fuera de Rusia... Una emigración al África apenas si arrastraría a varios millares de proletarios, y no serviría, por tanto, ningún objetivo político; mientras que si la implantación del pueblo judío se hiciese en Palestina, los elementos radicales se verían obligados a seguir al movimiento a fin de no ser aventajados, en la nueva sociedad, por las clases medias reaccionarias que no dejarían de estar en el ajo.
El Congreso, por tanto, ha confirmado plenamen­te lo que tuve el honor de explicar a Vuestra Excelencia en San Petersburgo. Una emigración sin retorno no puede ser dirigida a ninguna otra parte que no sea Palestina.
Grandes esperanzas están puestas, ahora, en la promesa oficial del Gobierno ruso hecha por Vuestra Excelencia en su carta del 12 de agosto 33.
Habiendo informado de este modo a Plehve acerca del de­sarrollo del Congreso sionista, le pedía «una carta de reco­mendación de Su Majestad el Emperador de Rusia para el pro­yecto sionista, para entregarla a Su Majestad el Sultán» 34.
Herzl conocía, por tanto, perfectamente los sentimientos antisemitas de «Su Majestad el Emperador de Rusia». Narra, en efecto, en su Diario, las entrevistas que mantuvo, en San Petersburgo, con el Ministro de Finanzas, el conde Witte, el 9 de agosto de 1903. Este, para empezar, le preguntó: «¿Quiere usted sacar a los judíos del país? ¿Es usted hebreo? En resumen, ¿con quién estoy hablando?
»—Soy hebreo, y jefe del movimiento sionista.
»—Entonces, ¿qué tenemos que decirnos, usted y yo» 35.
Witted enumera las quejas del Zar contra los judíos, de orden religioso, económicas y políticas. «Aunque sólo hay siete millones de judíos en una población total de 136 millones, los judíos constituyen el 50 por 100 del efectivo de los partidos revolucionarios 36.
»—¿A qué atribuye eso Vuestra Excelencia?
»—Creo que nuestro gobierno tiene la culpa. Los judíos están demasiado oprimidos: Yo tenía la costumbre de decirle al fallecido emperador Alejandro III: Si fuera posible, Majestad, ahogar a seis o siete millones de judíos en el Mar Negro, me sentiría totalmente satisfecho. Pero, si esto no es posible, hay que dejarles vivir. Y no he cambiado de opinión: me opongo a un empeoramiento de la opresión» 37.
Herzl no se deja engañar por esta «benevolencia» hacia los judíos: la atribuye, a justo título, al afán de Witte de «capitalizar» en su propio beneficio los rencores acumulados contra su rival Plehve en ocasión del pogrom de Kichinev: «Si las cosas van mal, se producirá la caída de Plehve, y Witte subirá a la cúspide» 38.
Otras dos frases definen la posición de Witte: Herzl le pre­gunta: «Soldados turcos montan guardia en el Santo Sepulcro. ¿Qué opina usted de esto?
»—Que sería peor si fuesen judíos los que montasen guardia» 39.
«Finalmente», escribe Herzl, «me preguntó lo que yo quería de su gobierno.
>»—Ciertos estímulos —le contesté.
,,—Pero, ya se les da a los judíos estímulos para la emigra­ción, por ejemplo, puntapiés.
»—No me refiero a esa clase de estímulos. Son conocidos. Y le expliqué los tres puntos de mi informe a Plehve» 40.
*   *   *
Un grito de júbilo en el Diario de Herzl, el viernes, 7 de noviembre de 1902: «¿Es posible? Estamos a punto de obtener una Compañía "Chartered" británica y de fundar el Estado judío!» 41.
Chamberlain le ha ofrecido Uganda, pero él ha rechazado el Sinaí en razón, a la vez, de la oposición de Lord Cromer en Egipto, y también de una incursión desde El Arish hasta Palestina 42.
«En Asia Menor», dice Chamberlain, «nuestras influencias periclitan. Un buen día, habrá un conflicto, a causa de esta región, entre Francia, Alemania y Rusia, mientras que nosotros nos sentiremos atraídos hacia campos de acción más lejanos.
Yo me pregunto cuál sería, en tal caso, la suerte de su colonia judía, suponiendo que haya logrado usted fundarla».
«Yo le digo: Creo que en tales circunstancias, nuestras oportunidades serían mejores. Desempeñaríamos el papel de un pequeño Estado-tapón. Conseguiríamos esto no por la buena voluntad de las Potencias, sino por sus envidias. Y, encontrándonos bajo pabellón británico en El Arish, Palestina caería también en la esfera de influencia británica» 43 (45).
En el mismo momento en que se desarrollaban estas entrevistas con Joseph Chamberlain, Secretario de Estado para las colonias, y antisemita notorio, el Primer Ministro Balfour preparaba la votación de la «Allien Act» para limitar la inmigración judía a Inglaterra. El texto fue promulgado en 1905. En el VII Congreso sionista, en Basilia, un delegado inglés, Max Shire, acusó a Balfour de «antisemitismo declara­do» contra todo el pueblo judío» 44 (46). Este antisemitismo de Balfour fue denunciado repetidas veces, en particular en la «Jewish Chronicle» (17 noviembre, y 8 de diciembre 1905).
A la muerte de Herzl se perfila claramente, a través de esta coincidencia simbólica de los cálculos colonialistas con Cham­berlain, y de la campaña Balfour para las leyes antisemitas, el porvenir del sionismo y el secreto de su éxito, tal como lo había concebido Herzl: el programa del sionismo está, en cierto modo, «grabado» en las miras coloniales de las grandes potencias y por el antisemitismo. No tiene más que hundirse en esta cama.
Notas
1 Véase: Israel Zangwill, Speeehes, Anieles, Letters. Londres, 1973, y H. Sidebotham, England and Palestine, Londres, 1918
2 Diaries, op. cit., p. 236               
3 Ibidem. p. 267
4 Ibidem, p. 268
5 Ibidem, p. 118
6 Ibidem, p. 120
7 Ibidem. p. 269
8 Ibidem, p. 271
9 Ibidem. p. 272
10 «Si el Sultán quisiera venderme Palestina en seguida, me vería bas­tante apurado. Ante todo tengo que encontrar dinero» (Diaries. ibidem. pá­gina 334)
11 Véase, sobre los detalles de la operación: Ernest Teilhac (Profesor de Derecho de la Universidad de San José, en Beirut), Teodoro Herzl y su doctri­na. 1952, p. 294
12 Diaries. pp. 352-353
13 Diaries, p. 351
14 Ibidem. p. 339
15 Ibidem. p. 340
16 Ibidem. p. 340
17 Ibidem. p. 340
18 Ibidem. p. 165
19 Ibidem. p. 333
20 Ibidem, p. 339. Cuando el papa Pío X le dirá a Herzl: «Es desagrada­ble ver a los turcos en posesión de nuestros Santos Lugares... Pero, en cuanto a sancionar el deseo de los judíos de ocuparnos, es algo que no podemos hacer» (Ibidem. p. 428), Herzl promete «la extraterritorialidad» de Tierra Santa. Ibi­dem. pp. 419 y 421
21 Ibidem. p. 356
22 Ibidem. p. 152
23 Ibidem. p. 122
24 Herzl, Tierra antigua, tierra nueva, op. cit., p. 146
25 Ibidem, p. 46
26 El padre Enfantin, el profeta del sasimonismo, que ha viajado a Egip­to para perforar el istmo de Suez, en 1836, sueña con hacer que Israel renazca en Palestina. Envía a su discípulo, el financiero judío Eichtal, para interesar a Metternich en este proyecto
27 Ibidem. p. 184
28 Diaries. op. cil.. p. 384
29 Ibidem. p. 387
30 Ibidem. p. 390
31 Ibidem. p. 411
32 Publicado por S. Shiffer, en una recopilación de documentos sobre La fundación de un Estado judío en Palestina. Jouve et Cié., Editores, París, 15, rué Racine, 3.141-16, pp. 31-32
33 Ibidem. p. 413
34 Ibidem. p. 413
35 Ibidem. p. 394
36 Ibidem. p. 395
37 Ibidem. p. 395
38 Ibidem. p. 397
39 Ibidem. p. 397
40 Ibidem. p. 396. Recordemos estos tres puntos: 1) Intervención cerca del Sultán para que conceda al Estatuto. 2) Ayuda rusa a la emigración mediante las tasas impuestas a los judíos. 3) Facilidades acordadas a la Organización sionista rusa
41 Ibidem, p. 381
42 Ibidem. p. 378
43 Ibidem. p. 378
44 Ibidem. p. 384

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