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martes, 31 de marzo de 2015

Ciencia y Moral - Dr. Armando Bukele Kattán


El desarrollo económico-tecnológico-transnacional y la Moral


31/03/2015 - Autor: Dr. Armando Bukele Kattan - Fuente: web



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Dr. Armando Bukele Kattán

Ciencia y Moral - Dr. Armando Bukele Kattán

Nadie hace el bien de la misma manera, pero el resultado son la paz y el orden. Nadie hace el mal de la misma manera, pero el resultado son las perturbaciones. El gran maestro Confucio nos enseña así el camino. Exigimos todo tipo de bien para que la paz reine. Cualquier mal nos perturbará.
El gran educador Comenio decía – Hay que tener fe en las cosas nuevas, pero hay que tener capacidad para crearlas.
Esa capacidad no pertenece sólo a determinadas razas ni a determinadas naciones. Pertenece a toda la Humanidad.
La República de Platón, la Ciudad de Dios de San Agustín, la Utopía de Tomás Moro; la perfección que soñó Kant, fueron sistemas fallidos para perfeccionar a un Mundo, que incluso era casi inmóvil.
Y si eso era así, que pasaría con nuestro mundo actual, que ha visto en estos 20 últimos años más innovaciones e inventos que en veinte siglos anteriores.
La ciencia ha puesto en manos de ciertos hombres, medios de destrucción, capaz de terminar con el progreso y la vida biológica del planeta, o al menos con la vida humana; la dilapidación de los recursos naturales es preocupante; el aumento constante de los millones de seres humanos que no han podido salir de la miseria histórica de la Humanidad. Hay progresos magníficos, pero a la par se multiplican las amenazas mortales.
El desarrollo económico-tecnológico-transnacional ha creado por un lado deshumanizaciones de las Empresas... Una corporación con la que tuve problemas tuvo la sinceridad de manifestarme ante mis reclamos “que las corporaciones no tenemos corazón”; pero tratando de proponerme un arreglo intermedio, continuó; pero, nosotros no somos tan inhumanos: “tenemos hígado”.
Los directivos de dichas empresas se deshumanizan, despersonalizándose y los técnicos asistentes se convierten en mentalidades homogéneas y pasivas.
Y que decir del pueblo, que generalmente es el cuchillo del mismo pueblo.
Fuera de ello, enormes problemas externos:
La destrucción del medio ambiente; la explotación inmisericorde de los recursos; la pobreza humana circundante, la guerra, el hambre, la peste, la carencia de vivienda y su construcción en terrenos inadecuados; la mala calidad de productos; el encarecimiento progresivo de los medios de subsistencia del pueblo, la destrucción de naciones, la pérdida de ética y moral en los seres humanos, la enemistad entre los pueblos y entre diferentes personas de un mismo pueblo (“la cuña para que apriete tiene que ser del mismo palo, dice el sabio refranero popular”); violencia intrafamiliar, crímenes y vejámenes realizados por los mismo progenitores o familiares cercanos; violencia institucionalizada y en aumento progresivo; corrupción aumentada con la variante tenebrosa actual, de cínica y descarada; impunidad; etc, etc, etc.
El mundo de hoy es sumamente nuevo y complejo, con un desarrollo científico-tecnológico espectacular, pero sin moral para iluminarlo. Todos los valores que nos parecían más sólidos y estables están comprometidos y señalados, que no sabemos que quedará vivo y que quedará muerto; cuál será la lista de las pérdidas y cuáles serán las novedades programadas. No se sabe; pero aunque se supieran estas serían tan sólo un espejismo.
¡Al seguir cambiándose continua y permanentemente!
Ante la carencia de moral, virtudes y humanismo; tan sólo nos queda la esperanza. Es la última virtud que desaparece. Sin esperanza, no hay futuro.
La esperanza, dice Valery, impera y triunfa. Permanece y canta. No ajenos al dominio creciente de la ciencia, ni al poder destructivo del hombre por un lado y por el otro, a la carencia de moral y de humanismo (cariño y respeto por la humanidad, por y para todos nuestros semejantes), estamos en la obligación de colaborar cada uno en la medida de nuestras capacidades y disponibilidades, de enviar a todos nuestros semejantes nuestro mensaje de salvación, las ideas reconfortantes de la cultura y de la libertad, puestas al servicio de la vida; la exigencia de la justicia; nuestro ejemplo, nuestra lucha inclaudicable por las causas nobles. Sabemos que una sola golondrina no hace verano. Pero si cada uno de nosotros pone su participación positiva, la sumatoria de nuestras acciones individuales, nos dará una conciencia colectiva, de igual calidad, pero de mucha magnitud.
Los peligros existentes en nuestra sociedad y en el mundo entero, han de ser conjurados por el sentimiento de un destino común y de un respeto incondicional y profundo a la persona humana, más allá de cualquier diferencia de religión, nación, ideología, raza, género, clase social o económica, etc; de cualquier naturaleza. Hay que reconstruir el mundo para la Humanidad, con mayúscula.
Pensemos y obremos. Aunque el pensamiento tiende al infinito; la acción es sólo limitada. Quiera Dios, que ambos sean auténticos y constantes.
No podemos echarle la culpa a otros de nuestros males, mientras permanecemos inactivos y en silencio agobiador. Tenemos que ejercer un trabajo constructivo y creador.
Aunque los problemas de nuestro país parezcan enormes e insolucionables; no hay nada que no podamos resolver, si hombres y mujeres de buena voluntad, nos proponemos hacer desde nuestras respectivas trincheras; diferentes, pero complementarias.
Recordemos además que cualquier cantidad por más grande que sea, empieza con la unidad.
Debemos tener metas realizables por las cuales luchar y obtener resultados satisfactorios, que nos permitan continuar con nuevas metas y nuevos derroteros. Y también tener hermosos planes de desarrollo y grandes esperanzas. Como bien se dice ¡se vale también soñar!
…Debemos recordar sin embargo el mito de Anteo (en la mitología Griega, hijo de Poseidón y de Gea. Cada vez que tocaba tierra, recobraba sus fuerzas. Heracles lo ahogó, manteniéndolo en el aire.
Por eso el que sueña no debe olvidar ese mito de Anteo, porque cada despertar debe tenerse un contacto con la Tierra, con la realidad que se vive, para acrecentar sus fuerzas y no desubicarse de la realidad. Debemos tener siempre, nuestros pies en la Tierra…



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