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viernes, 29 de mayo de 2015

Jutba de la víspera de Ramadán

Allah desvela la dimensión del ayuno dirigiéndose directamente a sus creyentes

10/08/2010 - Autor: Málika Al-Yerraji - Fuente: El Panal
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Colorida caligrafía en la que se lee: No hay Dios sino Allah, el Viviente, el Sustentador de vida.
Colorida caligrafía en la que se lee: No hay Dios sino Allah, el Viviente, el Sustentador de vida.
Bismi Allah ar-Rahman ar-Rahim
La luz de yumma, la gratitud y la humildad acompañan las últimas horas del bendito mes de Sha’bán. Despedimos sólo lo fugaz de sus horas, sus días y noches y conservamos la miel, los milagros y la piedad de Sha’bán. Allah abrió las compuertas de Su perdón sanador y absoluto a través de Muhammad (s.a.w.s) y reveló el corazón profético como un venero abierto directamente sobre el océano de Su misericordia. Nos invitó a beber allí del anhelo que produce su amor. A unir nuestro aliento al clamor del Profeta que permanece en paciente y entregada súplica por perdón y bendiciones para el cuerpo y el alma de la humanidad. Sha’bán es intimidad y cercanía con el profeta del amor. Cada vez que permitimos a la bondad y a la gentileza expresarse en nosotros, cada vez que miramos sin juicio ni condena, cada vez que acariciamos o abrazamos libres de la pretensión de someter o poseer, cada vez que la postración y la alabanza fueron la voz del corazón estuvimos en el santuario de la presencia profética.
Llegamos delante de la puerta magnífica de Ramadán habiendo sido transformados por la súplica del Bienamado de Allah: El nombre de cada uno de nosotros fluyó secretamente por los labios del profeta cuando estuvo postrado a orillas del océano del perdón divino durante tres noches de luna llena. Y desde entonces, la pureza y el perdón esperan por nosotros para ser otorgados una y otra vez siguiendo los movimientos del amor, acompañando la sumisión, las lágrimas, la gratitud, la alabanza. Ya Shakur, ya Shakur, ya Shakur, ya Allah.
Marhaban ya Ramadán Karim. Esta noche, la pasión enceguecedora y los susurros desintegradores serán encadenados y se negará a su fuego el permiso de quemar. Cualquier dureza o negación del alma pueden ser diluidas en la piedad magnificente de este mes. Las puertas del tesoro completo de la gracia divina permanecerán de par en par, sin guardianes, sin obstáculos, ni prueba. La generosidad divina se desbordará en llamados al alma: la invita, se ofrece, responde, acoge, preserva, acaricia. Dice sheij Nur: “el magnífico despertar del verdadero ser humano —la posibilidad de reconocerse a sí mismo como los influjos y reflujos dinámicos de la esencia divina— ocurre durante el más sagrado mes de Ramadán con la suavidad que se experimenta y es propia sólo del paraíso… Los portales de la eternidad se abren sin restricción en el reino del tiempo… el Qur’án de hecho desciende escondido entre sus noches sagradas… fresco… pleno… curativo. Ramadán es un estado de conciencia en el que la generosidad ilimitada de la esencia divina se despliega abiertamente a sí misma…”
Ya Rahman. Ya Rahman. Ya Rahman.
Ramadán es el tiempo de la comunidad y la contemplación profunda. El mes para la actividad bondadosa e incansable de ese cuerpo místico que fue ascendido y deslumbrado con la conciencia de su identidad verdadera en Rayab. Que fue luego sanado, vivificado y empoderado en el anhelo del corazón profético a través de la súplica de Rasul Allah y la respuesta divina de total perdón que trajo Sha’bán. Y que ahora puede erguirse como espléndido califa, como siervo de la misericordia y del amor divino, como cuidador sensitivo y enternecido de la creación, aguador de los ríos del paraíso.
El ayuno de Ramadán no es un medio para pagar culpas, ni una compensación ofrecida a quien mantiene entre sus manos de misericordia nuestra alma. Es una hermosa ofrenda de amor, un acto de adoración e intimidad que en ocasiones nos exige un poco pero que nos reúne con la sencilla santidad de la humanidad, con los siervos, con la sangre que bombea el corazón profético. Allah desvela la dimensión del ayuno dirigiéndose directamente a los creyentes:
¡OH VOSOTROS que habéis llegado a creer! Se os ha prescrito el ayuno como se les prescribió a ‎los que os precedieron, para que os mantengáis conscientes de Dios: ‎
‎habréis de ayunar durante un número determinado de días. Pero, si alguno de vosotros está ‎enfermo o de viaje, ayunará igual número de otros días; y en tales casos aquellos que se lo ‎puedan permitir, que alimenten a un pobre como rescate. Y quien hace un bien mayor del que ‎debe a sí mismo se lo hace; porque ayunar es bueno para vosotros --si supierais. ‎
El mes de Ramadán, en el que se hizo descender por vez primera el Qur’an como guía para la ‎humanidad y una prueba evidente de esa guía, y el criterio por el que discernir lo verdadero de ‎lo falso. Así pues, quien de vosotros presencie la llegada de este mes, deberá ayunarlo todo; ‎pero el que esté enfermo o de viaje, ayunará igual número de otros días. Dios quiere para ‎vosotros la facilidad y no quiere la dificultad; pero quiere que completéis el número requerido ‎de días y que ensalcéis a Dios por haberos guiado rectamente, y que Le deis gracias. ‎
Y si Mis siervos te preguntan acerca de Mí --ciertamente, Yo estoy cerca; respondo a la invocación de quien Me invoca, cuando Me invoca: que Me escuchen y crean en Mí, para que puedan seguir el camino recto. (Qur’án 2: 183-186)
El enternecido corazón de Sheij Muzaffer nos invita a entregarnos a lo sagrado de Ramadán recordándonos que Allah “nos confirió el invaluable y único honor de ser siervos de Su misericordia, de formar parte de la comunidad de su Bienamado y de haberse dirigido a nosotros y habernos dado un lugar en el Qur’án.
Contemos ahora con otra bendición. Una vez cada año viene el mes de Ramadán, que en su principio es misericordia, en su medianía es perdón y en su final es la liberación de toda negación. Cuando Ramadán llegue, aprécialo, porque pasa muy rápidamente. La vida misma pasa también muy rápidamente así como el ahora de la oración. No digas: Ramadán vendrá de nuevo, porque un Ramadán que ha se ha ido nunca regresará. El siguiente Ramadán será uno diferente, precioso y tan único como éste. Y quizás Ramadán seguirá viniendo hasta el día de la resurrección, pero éste, podría ser el último para ti”.
Este honor no produce superiores ni jueces. Por el contrario, la misericordia hace de su siervo el polvo que resplandece bajo el pie del cuerpo místico de la humanidad. Y le regala el ayuno como un don especial que entre otras cosas lo acerca al hambre y la saciedad, a la sed y al agua viva, a la esclavitud y la liberación, a la contracción y la victoria de la humanidad.
En una tradición sagrada Allah, el Único, afirma: “El ayuno es para Mí, y Yo soy quien lo recompensa.” El ayuno es un camino directo al corazón divino, a la almendra, a través de la alabanza, la conciencia del sostén, la nutrición y la gracia de la vida, del reconocimiento de la belleza y la perfección de todo lo que existe. El ayuno tiene innumerables y maravillosas estaciones y parajes. No es algo estático, su gracia y realidad trasciende con mucho el nivel en que el cuerpo desea alimento o agua. Está más allá del territorio del yo limitado que se irrita y arde. En el centro del ayuno está la alegría y el gozo. La ligereza de la entrega. Y para cuando la irritación del ego nos hace pasar un mal rato o lo hacemos pasar a quienes se cruzan con nosotros, tenemos abierto los caminos de regreso, la disculpa, la compasión hacia lo que en nosotros duele y hacia lo que arde en nuestros compañeros y compañeras de viaje.
En una de las tradiciones el Bienamado de Allah, el profeta Muhammad (saws) dice: “A mi comunidad le han sido otorgados cinco favores divinos que no han sido dados a otra comunidad. El primero es que en la víspera del primer día de Ramadán, el más Misericordioso de los misericordiosos mira con compasión a aquellos de mi comunidad que están ayunando. Nunca más expone a su tormento a aquellos sobre quienes esta misericordiosa mirada ha caído. El segundo agraciado favor es éste: Allah ordena a los nobles ángeles que recen por el perdón en nombre de la comunidad de Muhammad. El tercero es que el olor de la boca de un creyente ayunante es más querido a Allah que la esencia del almizcle. El cuarto es que se le da esta orden al paraíso: ‘Embellécete y adórnate para la comunidad de Muhammad’. Pues Allah ha dicho: Da a mis siervos que creen en Mí las buenas nuevas de que ellos son mis amigos. La quinta generosidad divina es que Allah perdona a toda la comunidad de Muhammad que mantiene el ayuno.”
Ya Ramadán Karim, ya Allah, acéptanos en lo sagrado de este tiempo. Acepta nuestra intención de entregarnos a la gracia de Ramadán por amor al Profeta de tu Amor divino, y bendícelo con la exaltación y la gracia que has reservado para él en nuestro nombre. Y bendice a nuestros maestros y guías a través de esta dúa del amado Sheij Nur:
“¡Oh glorioso Qur’án, suplicamos a Allah que nos revele la naturaleza de la generosidad divina a través de tu magnificente y misterioso sura Rahman para así poder abordar y abrazar la naturaleza del Rahman. Que no sigamos nuestra visión o voluntad limitadas. Sino que seamos llevados a través de los portales reales del sagrado Qur’án, que son precisamente los portales abiertos del Paraíso durante el mes bendito.”
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