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domingo, 28 de junio de 2015

La historia de la tenebrosa prisión Tadmur, destruida por Estado Islámico


La historia de la tenebrosa prisión Tadmur, destruida por Estado Islámico

Por BBC Mundo . junio 28, 2015 12:10 pm - 0
La historia de la tenebrosa prisión Tadmur, destruida por Estado Islámico
Tadmur

Muchos sobrevivientes de Tadmur rechazan su destrucción.
Cuando Estado Islámico tomó control de la ciudad siria de Palmira el mes pasado, una de las primeras acciones que tomó fue destruir la prisión de Tadmur, una notoria cárcel donde por décadas, fueron detenidos y torturados disidentes. La BBC hizo un viaje por la historia de la prisión.
Occidente conoce Palmira sobre todo por sus ruinas greco-romanas, pero su nombre árabe, Tadmur, les pone la piel de gallina a los sirios. Es sinónimo de muerte, horror y locura.
La prisión fue construida por franceses en la década de 1930, en el corazón del desierto, a unos 200 kilómetros al noreste de la capital, Damasco. Pero fue durante el gobierno de 30 años de Hafez al Assad, entre 1971 y 2000, que se ganó su actual reputación.
Miles de disidentes políticos fueron humillados, torturados y ejecutados sumariamente allí.
“Es totalmente injusto decirle “prisión”, dice el escritor palestino Salmeh Keileh, quien estuvo preso allí por dos años entre 1998 y 2000, acusado de oponerse a los objetivos que llevó Partido Baath de Assad al poder.
“En una prisión tienes derechos básicos, pero en Tadmur no tienes nada. Sólo te queda el miedo y el horror”, asegura.

Desde 1970

La detención arbitraria y el tratamiento brutal a los prisioneros políticos en Tadmur empezó en la década de 1970, cuando un movimiento de oposición comenzó a ganar impulso.

En 1980 soldados sirios pasaron disparando de celda en celda contra los reclusos. Se calcula que murieron entre cerca de 1.000 en pocos minutos.
Liderados por los Hermanos Musulmanes y varios partidos laicos, los activistas exigían representación política y el Estado de Derecho.
El grupo de los Hermanos Musulmanes creció en popularidad en la medida en la que su brazo armado llevaba a cabo actos de violencia política contra el ejército y el régimen de Assad.
Pero a finales de los años 70 y principios de los 80, miles de partidarios de los grupos izquierdistas e islamistas fueron arrestados.
Muchos fueron ejecutados o murieron bajo tortura. Los afortunados pasaron tres o cuatro años de prisión. Algunos permanecieron en el lugar por 20 años.

La masacre de 1980

La sangrienta masacre que tuvo lugar dentro de las paredes de Tadmur en 1980 está impregnada en la conciencia de Siria.

La prisión fue construida por franceses en la década de 1930.
Un día después de un fallido intento de asesinato de Hafez al-Assad, miembros de las mal reputadas Brigadas de Defensa, encabezadas en ese momento por el hermano de Assad, Rifaat, volaron desde Damasco hacia Tadmur en helicóptero. Los soldados pasaron de celda en celda, disparando los presos con ametralladoras.
Nadie sabe exactamente cuántos murieron, pero un informe de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional (AI) de 2001 estima que entre 500 y 1.000 personas fueron asesinadas en tan sólo unos minutos, la mayoría de ellos eran miembros o presuntos simpatizantes de los Hermanos Musulmanes.
Se dice que sus cuerpos fueron arrojados en una fosa común afuera de la prisión.

Prohibido mirar a los ojos

La prisión fue construida inspirada en un panóptico, un edificio circular, donde los presos en sus celdas podrían ser constantemente vigilados por los guardias.
El término proviene de Panoptes, un gigante de la mitología griega que tenía 100 ojos.
Los antiguos presos le dijeron a AI que la prisión tenía siete patios con entre 40 y 50 dormitorios y 39 celdas que eran más pequeñas.

Los reclusos eran recibidos con una sesión de torturas cuando ingresaban a la prisión Tadmur. Algunos de ellos murieron tras las golpizas del primer día.
También había 19 celdas subterráneas disciplinarias que se usaban para confinamiento solitario.
“Todos los dormitorios tenían ventanas cubiertas con alambre de púas en el techo, lo que permitía a los guardias mantener a los presos bajo vigilancia constante”, dice Kaileh.
“No sabemos si los guardias estaban allí mirándonos o no. Pero nadie se atrevería a moverse de su lugar o incluso levantar la cabeza para evitar consecuencias nefastas”.
A los presos no se les permitía levantar la cabeza, mirar hacia arriba o mirarse entre ellos.
“No vi los ojos de ninguno de los presos y ninguno de ellos vio los míos hasta después de salir de prisión. El contacto visual estaba absolutamente prohibido”, dice el escritor sirio Yassin Haj Saleh en su artículo, “El Camino a Tadmur”, y que estuvo retenido en la prisión entre 1995-1996.
“Estábamos acostumbrados a distinguir a los guardias por el color de sus botas, ya que nunca les vimos las caras”, dice otro escritor sirio, el poeta Faraj Bayrakdar.
“El guardia con botas negras era amable, pero el que tenía botas verdes era despiadado”.
Después de su liberación, pasaron mucho antes antes de que algunos prisioneros fueran capaces de tener contacto visual con alguien.

Las primeras imágenes que se conocieron del interior del prisión las publicó Estado Islámico antes de destruirla.
La tortura era un ritual diario, un largo camino de dolor y muerte lenta.
“Cuando la muerte es un hecho cotidiano, que está al acecho en la tortura, palizas aleatorias, extracción de ojos, extremidades rotas y los dedos machacados, ¿no agradecerías la liberación misericordiosa de una bala?”, escribió un exprisionero en un libro de memorias que salió por contrabando fuera de Siria en 1999.
Los expresos a menudo hablan de sus primeras horas en Tadmur y la llamada “fiesta de recepción”, una sesión inicial de tortura que sufrían los presos a su llegada.
“Los guardias nos bajaron del autobús azotándonos brutalmente hasta que estábamos todos afuera… la policía militar buscaba en nuestra ropa y uno a uno nos forzaron a meternos dentro de la llanta de coche, y cada persona fue golpeada entre 200 y 400 veces en los pies”, le dijo un exdetenido dijo a AI.
“Todo el mundo estaba en mal estado, las piernas les sangraban y estaban cubiertas de heridas, también otras partes de sus cuerpos. Algunos de los prisioneros murieron durante la fiesta de recepción”, dijo.

Tortura por aburrimiento

Los detenidos hablan de ser haber sido humillados, azotados y golpeados durante su tiempo allí.

Los presos no podían mirar a nadie a los ojos, ni siquiera a ellos mismos.
“Los carceleros recibieron licencia abierta para hacer cualquier cosa, incluso matar. Tu vida simplemente no valía nada”, dice Kaileh.
Los militares fueron innovadores en la búsqueda de nuevos métodos para humillar a los prisioneros.
Kaileh dice que recurrieron a formas extrañas y enfermas de tortura, a veces sólo por aburrimiento.
Una noche, el guardia, mirando desde la ventana del techo, le ordenó mover todas las zapatillas del dormitorio, que sumaban un centenar. Sólo le permitió usar la boca. Kaileh estuvo toda la noche despierto moviendo los zapatos.
Otros hablan de un incidente en el que dos prisioneros fueron obligados a tomas a un preso de las manos y los pies, elevarlo alto en el aire, y luego arrojarlo lejos para que cayera en el suelo. Un preso que se negó a hacerlo fue golpeado en la cabeza y murió un mes después.

“Sólo llamen para recoger los muertos”

Cuando los reclusos clamaban por asistencia médica para los prisioneros moribundos, la respuesta de los guardias era siempre la misma: “Sólo llamen para recoger los cuerpos”.
“Tadmur era un reino de muerte y locura. El hecho de que existiera tal lugar es una vergüenza, no sólo sobre los sirios, sino de toda la humanidad”, dice Bayrakdar.
Cuando EI tomó el edificio, publicó imágenes del interior del lugar.

Ali Aboudehn estuvo cuatro años preso en Tadmur.
Además de los guardias y los detenidos que vivieron para contarlo, nadie había visto dentro de sus muros antes.
Sin embargo, la destrucción del edificio fue un shock para muchos que querían que perdurara como testigo de los años de brutalidad.
“Fue demolido un símbolo histórico que debería haber permanecido, porque en cada habitación hubo personas que murieron”, le dijo a la agencia de noticias AP Ali Aboudehn, un libanés que pasó cuatro años en Tadmur.
Yassin Haj Saleh por su parte, dijo que se sentía como si su casa hubiera sido destruida.
“Soñé que iba a visitarla un día. Esta visita podría redimirme, sería como un cierre… La destrucción de la prisión que era símbolo de nuestra esclavitud es la destrucción de nuestra libertad”, publicó en Facebook.
Él considera que el acto de hacerla explotar como “un gran servicio al régimen de esclavitud de Assad”.

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