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viernes, 31 de julio de 2015

Los argumentos antisemitas se trasvasan al islam

Entrevista a José María Perceval, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona

26/09/2011 - Autor: Abdennur Prado - Fuente: Webislam
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José María Perceval
José María Perceval
Entrevistamos a José María Perceval, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB. Su obra constituye un caso único, pues combina sus conocimientos como historiador con un análisis de las estrategias comunicativas del pasado y del presente, sobre como las identidades son objeto de construcción desde el poder, necesitado a menudo de la imagen del “otro” al que oponer el “nosotros” que se trata de construir.
“Todos son uno”: este es un slogan repetido en la España inquisitorial para referirse a los moriscos. Con motivo de la conmemoración de los 400 años de la expulsión, has hablado de la necesidad de poner de relieve la complejidad, frente a las visiones reductoras. ¿Hemos logrado dar dicho salto, o permanecemos presos de definiciones esencialistas?
José María Perceval: Tanto en la época de la expulsión de los moriscos como en la actualidad hay una complejidad de situaciones, de opiniones y posicionamientos. Ni un ‘todos son uno’ morisco ni cristiano viejo. La unanimidad, afortunadamente, no existe. En situaciones diferentes, el discurso excluyente que en la actualidad se desarrolla frente a los migrantes, se producía en la época frente a los ‘naturales’ que eran los moriscos por parte de los conquistadores norteños.
En tus obras has analizado la estructura discursiva que condujo (o por lo menos sirvió de justificante) a la expulsión, así como el funcionamiento de los medios de comunicación. ¿Han cambiado sustancialmente las estrategias de demonización del otro?
Para lograr la exclusión de una persona o un grupo es necesario seguir dos procesos: la deshumanización del ‘otro’ y su homogeneización como colectivo en una unidad (‘todos son uno en el mal’ que decía el dominico Jaime Bleda) que lo transforma en un magma agresivo y conspirativo. El proceso se repite una y otra vez. Las estrategias son, desgraciadamente, muy parecidas.
Desde el punto de vista del análisis comunicativo, puede decirse que la islamofobia no es un temor espontáneo, sino una ideología construida. ¿A quién sirve la islamofobia, quién tiene interés en su propagación? 
La exclusión, contrariamente a un mito muy extendido, no es un fenómeno ‘popular’, una expresión ‘lógica’ de la desconfianza frente al ‘extranjero’ y menos – como señala el tea party español – una manifestación del verdadero sentimiento nacional reprimido por intelectuales ‘buenistas’ y el discurso políticamente correcto. La exclusión siempre tiene una base en aquellos grupos de interés en disimular la explotación de los demás mediante un consenso contra un enemigo externo o interno. La construcción es culta, las expresiones son populares. Interesa que lo sean para mostrar que es inevitable la exclusión del otro, es parte de la construcción misma.
En los últimos años se han realizado estudios que comparan la islamofobia actual con el antisemitismo clásico europeo. ¿Crees que son fenómenos equiparables?
La construcción de Europa/occidente no es negativa en absoluto si la contemplamos como el avance de unos elementos comunes de entendimiento y reflexión, de avances democráticos y derechos humanos. Pero, al mismo tiempo, esa representación del ‘nosotros’ europeo desarrolló en los dos últimos siglos – heredando la vieja polémica medieval religioso-militar y cambiándola en racial-cultural – una exclusión de un enemigo exterior, el mundo islámico, y un enemigo interior, el semita y el ‘carácter semita’, que contaminaría la pureza de un occidente esencializado. Al convertirse el islam en una realidad interna también de occidente, es natural que se trasvasen los argumentos antisemitas sobre el colectivo.
En su obra ‘Ni una gota de sangre impura’, la antropóloga belga Christiane Stallaert ha realizado una perturbadora comparación entre la Alemania nazi y la España inquisitorial. ¿Qué te parece dicha analogía? 
En diversas ocasiones he manifestado que no estoy de acuerdo con esa idea, aunque la profesora Stallaert la defiende de forma brillante (y lo hizo criticándome en un reciente congreso con excelentes razonamientos). Los análisis históricos no pueden pecar de ‘presentismo’ ni aglutinar situaciones diferentes porque podemos caer en la banalización. La inquisición es un elemento represivo al servicio de una sociedad estamental, muy cruel pero no racista.
¿Qué piensas del término “catolicismo biológico”, usado por autores como Jiménez Lozano para referirse a la ideología de Estado que fundamenta la expulsión? 
En mi investigación sobre los textos antimoriscos sólo he encontrado un argumento genético en el libro de Damián Fonseca, justificando la expulsión, donde se habla de la sangre con que las madres alimentan a los pre-natos a través del cordón umbilical. Se trata de un caso extremo dentro de la polémica interna provocada por la clara ilegalidad – dentro del derecho cristiano y romano - de la expulsión de los ‘niños’ moriscos. Se pueden interpretar dentro de ese derrotero fatal las alusiones a la ‘leche’ de las madres moriscas, y a expresiones parecidas a de ‘tal palo, tal astilla’ (‘de padre moro, …’). No más. Hay también multitud de textos que los tratan de ‘españoles’, traidores y condenables, pero españoles.
Un problema grave de cierta historiografía española se deriva del hecho de que la España inquisitorial simplemente triunfó de forma aplastante. De ahí que veamos a sesudos historiadores repetir los argumentos de los genocidas para explicar lo sucedido. ¿Crees que una parte de la historiografía española sigue anclada en el pasado?
El triunfo de la España inquisitorial que señala en la pregunta significó la derrota de la España no inquisitorial (incluido el colectivo español morisco). El triunfo de ‘esa’ España inquisitorial fue el fin de una época de progreso intelectual y humanista que acabó en una terrible decadencia – y la expulsión de los moriscos deben enmarcarse en esa decadencia -. Quien tenía un ‘problema’ no eran los moriscos sino la estructura y la gestión de la España imperial que estaba en quiebra. Los moriscos fueron la excusa. La expulsión pudo no haberse realizado (los gitanos estuvieron varias veces a punto de sufrir una medida parecida). Una vez realizada, las ‘justificaciones’ (libros defendiendo la medida) fueron terribles y, desgraciadamente, gran parte de la historiografía sigue repitiendo sus argumentos. Muchos de los libros ‘científicos’ sobre la expulsión son sólo justificaciones ‘seudocientíficas’ sobre la expulsión. Desde Cánovas del Castillo hasta libros publicados este mismo año, el argumento de la ‘razón de estado’ oculta que la expulsión fue una flagrante derrota y no una victoria de la ‘unidad’ española.
Hablando de terminología, sorprende darse cuenta de como sigue presente calificativos tales como sarracenos o árabes, incluso agarenos, a la hora de referirse a los moriscos. Parece existir una resistencia a desligar a los moriscos de un nebuloso mundo oriental. Una vez más: ¿a qué crees que responde esta persistencia?
Cuando hay problemas reales que podrían poner en peligro al ‘poder’, se buscan ‘problemas’ inventados para distraer y ocultar las posibles soluciones que podrían cuestionar ese poder. Por eso, es muy interesante el estudio de la expulsión de los moriscos. Para desenmascarar estas operaciones historiográficas y políticas. El orientalismo justificó en su momento la expansión colonial, sus argumentos permanecen dormidos pero se despiertan oportunamente para discriminar personas y colectivos. Ante los ataques manifestados en su tiempo contra los moriscos o los que vemos actualmente contra los migrantes o el islam español no debemos plantearnos qué problema tienen ‘ellos’ (los moriscos, los migrantes…) sino qué problema acucia a los atacantes para que necesiten realizar esta agresión (real o verbal). Los moriscos no tenían ningún problema en sí mismos, les crearon ‘un problema’ quienes sí tenían muchos problemas consigo mismos que no sabían solucionar. Esa es la más terrible y directa enseñanza que nos puede ofrecer esta historia.
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