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sábado, 28 de noviembre de 2015

La vida en la capital del "Estado Islámico"

Desde el bastión del "Estado Islámico", un grupo de jóvenes ha logrado mostrar los horrores que tienen que soportar los civiles en esta urbe siria. Dos ciudadanos de Raqqa contaron a La Tercera cómo es la vida bajo el califato del EI, en la capital del grupo extremista que está poniendo en jaque a Occidente. "La muerte nos persigue", dicen.

María Paz Salas28 de noviembre del 2015 / 03:45 Hrs
En junio de 2014, el líder del grupo yihadista “Estado Islámico”, Abu Bakr al-Baghdadi, puso a la ciudad de Raqqa, al norte de Siria, en la mira del mundo, al elegirla como la “capital” de la organización. 
Desde entonces, el bastión del “Estado Islámico” ha sido considerada como un símbolo del horror y bastión de la elite de milicianos que combaten para instaurar su califato en Siria e Irak. 
Sin embargo, para muchos civiles, la vida en Raqqa se ha convertido, según lo que ellos mismos han descrito, en un infierno. La ciudadanía debe seguir las leyes del califato, que regula cada ámbito de su vida pública y privada, sin otra opción. Tampoco pueden escapar. El régimen del Presidente sirio Basher Assad  tiene el control de tres grandes barrios de la ciudad y el aeropuerto, y aún no se rinde con el objetivo de volver a conquistar las otras partes.  Los civiles de Raqqa viven en un encierro que muchas veces es mortal.  
“No se puede salir de la ciudad”, cuenta a La Tercera desde Raqqa,  Abu Ahmed, un joven de 28 años   que forma parte de los más de 200.000 habitantes que tuvieron que adaptar su vida a seguir las ordenes del “Estado Islámico”. Pero en la clandestinidad, Ahmed, junto con un grupo de activistas dirige “Raqqa Está Siendo Masacrada Silenciosamente” (RBSS), organización que busca entregar información (en varios idiomas) sobre la situación de los civiles en esta urbe. En la actualidad son el único portal de noticias independiente que desde Raqqa informa de los abusos, tanto del EI como del régimen de Assad. 
“Luego de la ocupación de la ciudad, la oscuridad la invadió por completo. Nuestra ciudad era hermosa, estaba cubierta de colores brillantes. Pero el ‘Estado Islámico’ trajo el negro, y el terror”, cuenta a este diario.
Y desde los atentados del 13 de noviembre en el corazón de París, la situación se ha vuelto aún peor: los bombardeos de la aviación de Rusia, Siria, Estados Unidos y Francia afectan tanto a extremistas como a civiles. 
“No hay seguridad en esas áreas dominadas por el ‘Estado Islámico’. Es una vida peligrosa y oscura. Desde que llegaron hay más abusos a los derechos humanos, terror y horror”, explica Ahmed.
“Arresto domiciliario”
La llegada del “Estado Islámico” trajo una serie de normas que cambiaron la vida civil en Raqqa, explica. Primero fue el cierre de tiendas donde se vendía alcohol y tabaco. Luego la instauración de una vestimenta y normas oficiales (velo para las mujeres, barba para los hombres), y el rezo obligatorio. Dos cuerpos policiales se encargan de que se sigan todas las reglas. La Hisbah o policía islámica supervisa las leyes y la brigada Al Jansa, tiene la labor de controlar específicamente a las mujeres. En la capital del EI, la desobediencia se paga caro.  “Puedes ser sentenciado a muerte por cualquier razón. Los civiles están prácticamente bajo arresto domiciliario”, denuncia Ahmad.
El EI logra llevar la ciudad en orden a través de sus cortes islámicas, cuyos castigos y leyes se imponen a la vista de todos: latigazos, decapitaciones y lapidaciones son algunos de los escarmientos públicos que los civiles de Raqqa pueden presenciar como parte de su vida cotidiana. En lo que antes eran utilizadas como rotondas, ahora pueden verse, según han contado distintos testigos, personas siendo castigadas por distintos motivos. “El problema más grande se lo llevan las mujeres. Ninguna mujer puede andar sola. Tiene que ir con su padre, esposo o hermano”, explica Hussam Easa a La Tercera, uno de los tres miembros de RBSS que por su buen inglés, se dedica, también en completo secreto, a publicar artículos en ese idioma que luego son replicados en otros medios.  
“Muchas cosas cambiaron en Raqqa para los civiles. Todas las leyes han cambiado en las calles y en sus hogares. La electricidad y el agua funcionan sólo dos horas al día. Los civiles deben pagar un impuesto al EI”, cuenta Easa e incluso nombra algunas de las cosas cotidianas de su vida anterior que ahora nadie se atrevería a hacer, como fumar un cigarrillo, usar jeans o leer un diario.
Antes de la Primavera Arabe de 2011, Hussam era un estudiante de Derecho de la Universidad de Raqqa. Al igual que la mayoría de quienes forman la organización, no estaba interesado en la política o el periodismo, pero ahora es uno de los 18 reporteros que la organización tiene en la ciudad. “Por supuesto, siempre tenemos miedo... la muerte nos persigue en todas partes”, comenta. 
Algunos están instalados en  Tabqa, a 55 kilómetros al oeste de Raqqa y también controlado por el EI, que eligió este lugar para crear su primer campamento yihadista para niños de 10 años. Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, 1.100 menores de 16 años han sido reclutados y muchos de ellos estarían siendo entrenados para participar en operaciones suicidas. “Tratamos de mantenernos alejados de ellos, pero salimos de nuestras casas para cubrir los incidentes”, comenta Ahmed quien dice que a pesar del peligro, no quiere irse.

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