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jueves, 28 de abril de 2016

El Gobierno sirio bombardea un hospital de Alepo durante la tregua

Un niño sirio es consolado junto al cuerpo de un pariente que murió en el ataque aéreo del 27 de mayo en Alepo KARAM AL-MASRIAFP
Al menos 20 personas han muerto en el ataque, entre ellas tres niños y el último pediatra que operaba en los distritos orientales de Alepo
Un bombardeo aéreo sobre un hospital en una zona opositora de Alepo ha matado este miércoles por la noche a al menos 20 personas, entre ellas tres niños.
También ha muerto en el ataque, señalan varios medios, el último pediatra que operaba en los distritos orientales alzados de la segunda localidad siria.
El hospital de Al Quds -que recibía apoyo de personal de Médicos Sin Fronteras (MSF)- disponía de una sala de pediatría, que recibió el impacto directo de los explosivos, atribuidos a leales al presidente Bashar Asad por ser el único que dispone de aviones para bombardear. Otras fuentes elevan la cifra de víctimas mortales del ataque a 53, quince de ellas menores.
A pesar de que el 26 de febrero pasado se decretó un alto el fuego bajo auspicio de la ONU, EEUU y Rusia, en las últimas semanas las fuerzas fieles al Gobierno sirio han incrementado su presión sobre Alepo. Esta ofensiva, que ha sido respondida también por parte de las milicias enfrentadas al régimen de Damasco, ha incluido intensos ataques aéreos sobre zonas residenciales.
Según el Observatorio Sirio para los DDHH, una entidad basada en Londres que informa en base a una red de emisarios sobre el terreno, 84 civiles han muerto en bombardeos aéreos durante los últimos seis días, mientras que, en el mismo período, 49 civiles murieron en zonas controladas por Asad debido a bombardeos de brigadas alzadas.
Gobierno y oposición en el exilio se acusan mutuamente de no cumplir con los términos del acuerdo de cese de hostilidades. El Alto Comité de Negociaciones (HNC), se retiró de las negociaciones de Ginebra, la semana pasada, denunciando que el ejecutivo de Asad sigue sin permitir la entrada de ayuda humanitaria a las zonas opositoras que asedia y que rechaza la salida de Asad del poder.
Este escenario ha sembrado la incertidumbre en la ONU. Su enviado para Siria, el diplomático italo-sueco Staffan de Mistura, acaba de pedir a Washington y Moscú una intervención "al más alto nivel" para salvar el delicado diálogo. Tras una breve comparecencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, de Mistura definió la actual tregua de "apenas viva".
Tras el fin de la tercera ronda de diálogos de Ginebra, el mediador de Naciones Unidas consideró que el frágil "cese de hostilidades" podría "derrumbarse en cualquier momento". Una situación que, según él, sólo podría revertirse si los niveles de violencia retornan a los de los últimos días de febrero, cuando los civiles, tras casi cinco años de guerra, pudieron volver a salir a la calle sin temor.
El cese de hostilidades, que mantiene al margen al Frente Nusra -Al Qaeda en Siria- y al auto denominado Estado Islámico, funcionó durante sus primeros compases. Sin embargo, a partir de la victoria de las fuerzas pro Asad -una amalgama de milicias de patrocinio iraní, la infantería del partido libanés Hezbolá y aviones rusos- sobre la simbólica Palmira, el Gobierno cambió de plan.
Durante las últimas semanas, Bashar Asad se ha lanzado a recuperar la ciudad de Alepo, varios de cuyos distritos del este están tomados por rebeldes apoyados por varios países del Golfo, Turquía y EEUU. El objetivo primordial ha sido cortar la llamada carretera de Castello, al norte, el único respiradero con el exterior de la ciudad que les queda a quienes viven en los barrios alzados.
Para algunos analistas en la cuestión siria y kurda como Mutlu Çiviroglu, Bashar Asad está crecido después de sus últimos avances y quiere seguir marcando huella. Por eso, la semana pasada, inició escaramuzas y comenzó a bombardear con artillería la ciudad kurdosiria de Qamishlo, capital para los kurdos autonomistas del norte del país. Tras matar 17 civiles se firmó un alto al fuego local.

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