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domingo, 29 de mayo de 2016

Hacia un solsticio en medio del ayuno

Si abrimos nuestras puertas al mundo y nos llenamos de sus criaturas, quedará poco sitio en nuestras almas para albergar a su Creador

27/05/2016 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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El verano abre la puerta de la exterioridad, de la expansión...
Los árboles se van cubriendo pudorosamente con las hojas que les crecen entre los días de mayo, las plantas se atavían con sus mejores galas preparándose una vez más para el solsticio de junio, esa cálida puerta que se abre cada año suturando las heridas de las almas que atravesaron el invierno.
Si abrimos nuestras puertas al mundo y nos llenamos de sus criaturas, quedará poco sitio en nuestras almas para albergar a su Creador. Nos tornaremos sabios o eruditos, atesorando la preciosa información de las especies para proponer sus necesarias y razonables adaptaciones al mercado.
¡Cuánta efímera belleza utilizada para vender productos, efímeros también, innecesarios, para ocupar nuestro interior con el panteón contemporáneo de las imágenes de la publicidad! ¡Qué difícil escapar a la seducción de esa carne inmaculada que nos invita a experimentar un sentimiento de eterna y engañosa juventud!
La imagen de Jesús, la paz sea con él, expulsando a los usureros y especuladores del templo es una de las referencias proféticas más contemporáneas, aunque sus lecturas sean hoy, antes que nada, momentos de un proceso de purificación interior, un pretexto para expulsar de nuestros corazones todas esas imágenes y claúsulas secretas que nos mantienen entretenidos, que no nos proporcionan nada valioso y nos mantienen encadenados a esa deuda perpetua con las imágenes que nos robaron el alma, como a Fausto.
Necesitamos vivir para conocer, pero nosotros, los humanos, somos incapaces de crear la vida de la nada: hemos necesitado de un proceso creador para llegar hasta las palabras y preguntarnos por nosotros mismos y por ese mundo que, querámoslo o no, habitamos sin remisión.
El verano abre la puerta de la exterioridad, de la expansión, fase necesaria del ciclo completo de la creación y de la vida. Calor, deseo, movimiento, mirada, respiración…, una especie de reconciliación momentánea con el ecosistema, con el entorno que habitamos cada uno y cada una de nosotros.
Decía el sabio Ibn al Jatib que, “como la estación veraniega es seca y cálida se debe procurar refrescar y humedecer el ambiente y el cuerpo para contrarrestar su efecto. Para conseguirlo hay que elegir lugares frescos y viviendas orientadas hacia donde sople el aire frío. Rociar las casas con agua y procurar que reine la penumbra para descansar.”1
Calor y relajación necesarios para que los tejidos se expandan y latan despacio, sincronizándose con los movimientos de nuestros órganos, que así despiertan del letargo paralizante del último invierno. Es un buen momento para disfrutar de la calidez y de contener esas energías que empujan hacia afuera y redirigirlas hacia sus metas y destinos más espirituales, más alejados de esos plomizos mercados amañados que tejen hoy la cárcel de nuestra esclavitud.
Necesitamos vivir para contemplar la más mínima expresión de la vida, hemos de reconocernos como seres vivos —sea lo que sea esta vida misteriosa— para poder así articular un pensamiento, una palabra o un recuerdo… incluso para decidirnos por el silencio.
Este año, el solsticio coincide con la plenitud del ayuno de Ramadán que nos ayudará,masha Allah, a comprender mejor los misterios de la expansión y la diversidad y a penetrar por los intersticios que deja la aparente solidez del sistema —siempre aparente, siempre queriendo parecer sólido e inamovible— para llegar a nuestro destino que no es otro que Allah, la Realidad, lo Uno Único, lo que no tiene fisuras ni grietas.
"... no hallarás el menor fallo en la creación del Más Misericordioso. Mira de nuevo: ¿puedes ver alguna fisura? Si, mira de nuevo, una y otra vez: y cada vez tu vista volverá a ti, deslumbrada y realmente vencida..."
(Corán, sura 67, Al Mulk. El Señorío, ayat 3,4)
Se acerca el verano con sus anchos senderos, con sus horas dilatadas y sus tardes sin recodos ni esquinas…, se acerca el tiempo del sopor placentero, de la feliz memoria del tiempo, de esos momentos de ensoñación que protegen nuestros recuerdos más felices…., los rostros de los seres que más hemos amado, los rincones de esos lugares que nos enseñaron o nos ayudaron a vivir, aquellos escenarios donde se construyeron los diálogos que hoy quieren enhebrar nuestros destinos.
Siguiendo con los consejos de Ibn al Jatib para el verano que se acerca:
“Durante el verano se recomienda practicar el coito en momentos tranquilos y equilibrados, con los humores en calma, así como dormir algo más de lo habitual. En cuanto a tertulias y conversaciones se deben evitar aquellas que alteran demasiado el ánimo y provocan desorden interno porque dan lugar a un aumento exagerado del calor. En cambio los temas literarios o de viajes y las charlas intranscendentes refrescan y relajan. Las melodías graves, el batir de palmas, el murmullo del agua y de los árboles constituyen la mejor música.”2
Notas
1. IBN AL-JATIB, Libro del cuidado de la salud durante las estaciones del año o "Libro de Higiene". Edición, estudio y traducción de María de la Concepción Vázquez de Benito. Universidad de Salamanca 1984.
2.  Ibid.

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