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viernes, 26 de agosto de 2016

No hace falta renunciar al cristianismo para abrazar el islam

Entrevista a la escritora Marta Herrero

26/08/2016 - Autor: Redacción - Fuente: www.teinteresa.es
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Marta Herrero.
Marta Herrero Gil, Mardía, (Madrid, 1981) es doctora en Literatura, diplomada en Estudios Avanzados en Ciencias de las Religiones y licenciada en Historia y Filología Hispánica. Ha publicado '39 semanas y media. Un embarazo sufi'(Ediciones Mandala), un libro poliédrico, especular, en el que la autora propone, a través de un diario de embarazo, "un viaje al fondo" de la persona.
Relata Marta Herrero que después de una intensa búsqueda intelectual, en 2004 el Camino de Santiago orientó su vida hacia lo espiritual. "Aunque perseguí desde entonces concretar mi vocación en el cristianismo, la realidad me llevó a conocer en Chipre al maestro sufí Mawlana Sheij Nazim en 2007. No esperaba hacerme musulmana, pero descubrí en la vía de los derviches un camino asombroso de autodescubrimiento y amor. Comprendí que mi realización se cifraba en la maternidad más que en el trabajo académico, en la sabiduría que regala habitar hasta el fondo lo que nos concierne, en el realismo radical".
¿Cómo presentarías 39 semanas y media?
— Es un diario de embarazo, 39 semanas de peregrinación hacia el encuentro con mi hijo/a, al hilo del cual voy componiendo una especie de autobiografía espiritual, a veces reflexiono sobre el sufismo o el islam, y otras sobre filosofía, literatura o educación. Mi intención era dejar que la vida sucediera, ponerme al servicio de lo que ocurre sin un plan previo; dejarme llevar por la inspiración particular de cada día, escribir al servicio de la sinceridad y el realismo radical, convencida de que el milagro es cotidiano y de que lo concreto, si es auténtico, se vuelve universal y de que si vivimos hasta el fondo lo que nos concierne, la vida se vuelve reverberación del más allá. El libro es, pues, una invitación a viajar al fondo de nosotros mismos. Y una carta de amor a mi hijo/a y a Dios.
¿Cómo te surgió la idea de escribirlo?
— Siento que este libro se ha ido forjando durante toda mi vida. Todo lo que me ha ocurrido ha sido una preparación para él. Aunque siempre quise ser escritora, hubo un momento en que perdí la tensión necesaria para escribir ficción, como si esta no fuera suficiente para decir lo que tenía que decir, y otro en que comprendí que nada que no mereciera ser vivido merecía ser escrito. En 2004 el Camino de Santiago me cambió la vida, y allí tuve la intuición de que tenía que escribir un testimonio de lo vivido, porque revelaría la maravilla. Lo intenté durante meses, pero no encontré la fórmula adecuada. Diez años después, en enero de 2014, iba andando una mañana hacia el instituto en el que daba clases y una idea me vino de repente: escribir un diario de embarazo que se titulara 39 semanas y media. No estaba embarazada, pero me puse a escribir. Me quedé preñada poco después y la gestación duró exactamente lo que predijo el título.
Decidiste escribir un diario porque la realidad es para ti más maravillosa que la ficción...
— Sin duda. La Modernidad occidental se ha acostumbrado a percibir lo real como algo estrecho, materialista. La ficción aparece ante el ciudadano como una vía de escape, un lugar al que huir cuando no soportamos el peso de la realidad. La novela moderna nace con El Quijote: Cervantes necesitó que su protagonista se volviera loco porque sus anhelos no hallaban forma de realizarse en su lugar de la Mancha. El mensaje se repite en los medios una y otra vez: sueña. Sé lo que no eres. Por tanto: no seas. El reinado de la imagen nos hace vivir constantemente en una película, en una fantasía. Y, sin embargo, la vida feliz se logra justo por el camino opuesto. A Santa Teresa también le encantaban los libros de caballerías y cuando creció se volvió exploradora pero de su alma. Solo aceptándonos a fondo, solo entrando de lleno en nuestra realidad, solo estando aquí y ahora y diciendo sí a lo que sea que nos traiga el presente, solo desde ahí uno puede alcanzar el paraíso en esta tierra. Quiero decir: la persona que vive con realismo radical se interna en una aventura que no acaba nunca, porque lo real no tiene límites, porque esa actitud posibilita el milagro y porque aceptar nuestra pequeñez nos vuelve ilimitados.
¿Entonces tenemos que renunciar a cambiar el mundo?
— En los años de universidad y posteriormente he conocido a mucha gente obsesionada con la idea de cambiar el mundo, como si el mal siempre estuviera fuera. Pero es una idea soberbia. Un modo de colocar la sombra lejos para no mirarnos dentro. El mundo externo es un reflejo de lo que hay en nuestro interior. Y normalmente somos nosotros mismos lo único que nos concierne. Nosotros, nuestra pareja, familia, los amigos o vecinos, los compañeros de trabajo. Es ahí, en la distancia corta, donde nos jugamos la vida. Y, curiosamente, si nos comprometemos de verdad con nosotros, si nos atrevemos a descorrer nuestros velos, si luchamos contra nuestro dragón interior, el mundo externo empieza también a cambiar.
¿Qué es el sufismo?
— El sufismo es una invitación para vivir a fondo, para explorar el tuétano de la vida. El sufí, se dice, tiene un pie en el mundo y otro en el más allá. Se vale de lo creado para remontar el río de los hechos y alcanzar el manantial de lo eterno; se decide a poner su corazón en juego porque toda su misión consiste en limpiarlo para reflejar con nitidez lo divino. El sufí quiere encontrarse a sí mismo porque sabe que así encontrará a Dios. Dejar de ser para ser. Saber. Saborear.
¿Qué aporta la maternidad al camino sufí?
— Escribí el libro justo para responder a esta pregunta. Para mí la maternidad es una experiencia que resume (y por tanto hace comprender) la relación del ser humano con lo divino. Es unión de contrarios y apertura a lo trascendente; es la gran metáfora. La maternidad es unión de hombre y mujer que genera una apertura, un milagro; nada es a la vez tan general (todos nacimos del mismo modo) y tan milagroso; la maternidad es una experiencia a la vez de pura receptividad (nuestro útero es hogar vacío a la espera de un morador) y de pura creatividad (de esa receptividad nace un nuevo ser); es aprendizaje del apego (el bebé forma parte de nuestra carne, nos necesita al nacer todo el tiempo, requiere nuestro abrazo y nuestro pecho) y del desapego (ser madre consiste en aprender a decirle al hijo adiós); la maternidad nos saca de nosotras mismas (nos obliga a poner por delante de nuestros deseos las necesidades del pequeño) y a la vez nos hace encontrarnos (porque una persona solo puede encontrarse de verdad a través del amor).
En mi caso, la maternidad ha sido fuente inagotable de aprendizaje espiritual, ha colocado cada energía en su sitio, me ha dado raíces y también alas, me ha conectado con la tierra y por ello también con el cielo. El Profeta dijo: “El paraíso está a los pies de las madres”.
En el libro hablas de la importancia de tener un maestro. ¿Cuál es el papel del maestro en tu vida?
— Conocer a Mawlana Sheij Nazim fue un hito en mi existencia, resumido en la primera mirada que entrelacé con él. Descubrí en sus ojos que ese hombre me amaba más que yo a mí misma, se tomaba mi existencia más en serio que yo. En Mawlana no había nada impostado, lo que sucedía en su casa era de una autenticidad radical, su entrega era completamente sincera, no había allí ni trampa ni cartón.
El milagro en su hogar era tan cotidiano que casi pasaba desapercibido, la naturalidad con la que se vivía allí era sobrecogedora, estaba tan presente en cada cosa que hacía que bastaba observarlo unos segundos para derretirte de amor. No proyectaba nada de él sobre ti, era capaz de mirarte en tu completa individualidad, te respetaba hasta tal punto que en su presencia te sentías en el útero de tu madre.
Y era el maestro porque en realidad era puro discípulo de lo absoluto, estaba a la cabeza de una tariqa (cofradía sufí) porque no había nada egoísta en él, la gente lo llamaba maestro porque se dedicaba todo el tiempo a hacer el bien. Y lo curioso es que él no innovaba nada: se remitía a una tradición concreta (el sufismo, el Islam) y se remontaba desde sí mismo a una cadena dorada que iba atrás en el tiempo de maestro a maestro hasta llegar al Profeta Muhammad, la Paz sea con él.
Tenemos maestros para todo: para aprender a leer, a cocinar o a conducir. Es curioso que hoy en día la gente piense que puede guiarse a sí misma en el camino espiritual, porque el discernimiento entre qué quiere el ego y qué el corazón es muy difícil. El maestro es una brújula sagrada porque ya ha recorrido el camino por el que transitas tú.
¿Ha sido fácil saltar de tu tradición cristiana al islam?
— Ha sido muy difícil. Yo deseaba que mi vocación se concretara en el cristianismo, pero se cruzó en mi camino un maestro sufí. Durante años me sentí culpable; tenía todos los prejuicios hacia el islam que cualquier persona que se fíe de lo que sale en los medios de comunicación. Mi proceso ha sido doble: por un lado me he dado cuenta de que en realidad no hacía falta renunciar al cristianismo para abrazar el islam, sino más bien al contrario (más allá de los formalismos o la capa externa, no hay prácticamente distinción entre las dos religiones); por otro he ido viendo que el islam respondía a los anhelos de mi corazón con una belleza inaudita. Para mí descorrer velos ha sido lo mismo que eliminar prejuicios. Al limpiarme de ellos he descubierto su perla.
¿Una mujer intelectual, doctora, de padres españoles, de marido madrileño, convertida al islam, en los tiempos que corren?
— Suena raro, ¿verdad? Y más aún si explico que fue el anhelo de sabiduría y el deseo de hallar la paz interior y el amor lo que me llevó hacia el islam. Aunque suene paradójico, el islam que yo conozco es prácticamente lo contrario de lo que suelo oír decir a las personas que viajan conmigo en el metro. El islam que yo conozco tiñe de un sabor dulce, verdadero y amoroso la vida entera. El islam que yo conozco es verdad y no tiene techo. Cuando encontré a mi maestro sufí, Mawlana Sheij Nazim, tuve la certeza de que jamás conocería en vida a nadie tan parecido a Jesús como él. También por eso escribí ese libro. La experiencia directa ha vencido a muchos de mis prejuicios, y quizá ayude a otras personas a vencer los suyos.
En el libro hablas de la importancia de estar a lo que nos concierne. ¿Qué significa eso?
— Yo no he encontrado receta mejor para penetrar en la realidad de las cosas. Estar a lo que nos concierne nos posibilita volvernos protagonistas de nuestra vida. Quiero decir: hay unos raíles trazados solo para cada uno de nosotros; perdemos mucha energía en mirar otras vías o en intentar atisbar el horizonte aún invisible o en pretender escaparnos de lo que nos toca. Pero en el fondo de nosotros mismos habita el deseo de ser exactamente lo que somos. Al poner el corazón en lo que nos concierne, incluso en lo más cotidiano, nos asomamos a la eternidad. Dejamos de envidiar y de juzgar a los demás. Yo me paso el día cambiando pañales, preparando comidas, poniendo lavadoras y contándole cuentos a mis hijos; y curiosamente al hacerlo con amor esos actos cotidianos se vuelven experiencias místicas. Teresa dijo que si nos tocaba cocinar, Dios estaría en los pucheros. A eso me refiero cuando hablo de la“mística del pañal”.
En el libro dices que te interesa mucho participar y propiciar encuentros interreligiosos. ¿Por qué?
— En nuestra tariqa o cofradía sufí se dice que la bendición está en el encuentro. Los cielos se abren cuando propiciamos este tipo de actos. La realidad será siempre más grande que nuestra creencia. Si vivimos lo que nos concierne no podemos entrar nunca a juzgar si el camino diverso de otra persona que también ha vivido a fondo lo que la concierne es verdadero o no. Hay una relación individual (e inalienable) entre cada uno de nosotros y Dios. Por eso la importancia del encuentro, sin pretensiones. La realidad divina no es mental; es el corazón quien la comprende. Es el corazón quien trasciende las oposiciones. El amor más allá de la paradoja.
Además, compartir espacio con personas de distinta tradición nos ayuda a desidentificarnos de nuestras formas y eso es siempre muy saludable en lo espiritual.
¿Es la maternidad solo una experiencia de luz o, como dijo Laura Gutman, también un encuentro con la propia sombra?
— Luz y sombra son las dos caras de una misma moneda. La crianza y la educación es una lucha diaria a vida o muerte. La labor te exige poner límites, volverte ejemplo, atención plena, mucha paciencia y amor. Casi siempre los hijos vienen a sacar a la luz lo que nosotros mantenemos en la penumbra. Como yo misma no soy muy consciente de mis sombras, cuando llega un momento en que no sé cómo seguir, asumo mi pequeñez y rezo para que Dios desate el nudo. Él siempre sabe más que yo.
¿Cómo educas a tus hijos?
— Por ahora, hago lo que puedo... La educación es una labor delicadísima. Hay que ser capaz de complementar a cada paso la disciplina con la ternura, la firmeza con la flexibilidad, a la vez hay que poner límites y abrir puertas. No hay teorías o manuales que sirvan, porque lo primero es el ejemplo que les damos a nuestros hijos y nunca sabemos muy bien si es el adecuado. Sheij Omar, el representante de la tariqaNaqsbandi en España, suele decir que los niños aprenden enseguida dónde tienen sus padres puesto el corazón, y que por eso debemos ponerlo en algo que de verdad merezca la pena.
Además, a mí me parece esencial la fe y la pertenencia a una tradición. Sin ella nos volvemos esclavos de la psicogenealogía, de traumas familiares heredados y comportamientos patológicos repetidos. Si nosotros no nos ponemos al servicio de lo absoluto, el amor o la verdad, nos ponemos (y eso es lo que transmitimos a nuestros hijos) al servicio de nuestro ego. Por otro lado, el símbolo de la guillotina (Rubén Darío tenía pesadillas con esto) funda el mundo moderno. Cortar la cabeza al rey es romper con el principio de autoridad pero también con la jerarquía y con el valor supremo de lo divino (lo absoluto, lo que no tiene límites), estableciendo como pilar básico la crítica o destrucción de lo recibido (Octavio Paz decía que la Modernidad es la tradición de la destrucción). Esto socava antes o después la autoridad paterna y materna.
Actualmente se transmite a las mujeres el mensaje de que es más importante el desarrollo profesional que realizarse en lo familiar. ¿Qué piensas de esto?
— Me parece una gran alucinación. La maternidad es el trabajo más sagrado y nuestro sistema no la protege. No es pagado porque es impagable. La profesión más bella. Todas las personas deberíamos ponernos a su servicio. Me produce mucha tristeza ver a mujeres que han renunciado a ser madres por un puesto en una empresa. Casi todas las que conozco, se arrepienten. Nos han hecho creer que salir a trabajar fuera significaba liberarnos, pero ahora muchas familias no pueden mantenerse si los dos padres no trabajan y al final lo que ha ocurrido no es una liberación sino un nuevo modo de esclavitud. Los dones o vocaciones concretas, más allá de la maternidad, pueden realizarse de muchos modos. No siempre vinculados al desarrollo profesional.
Además, los niños necesitan de atención y cuidado constantes para formarse como personas. Si los padres tienen excesiva carga horaria en sus trabajos, no pueden ejercer su labor educativa y la sociedad entera se quiebra. Sheij Omar, el representante de nuestro maestro en España, suele decir que el mundo se acaba si falla la madre.
¿Cómo pueden ayudar tus experiencias al lector? ¿Qué te han dicho del libro los lectores que ya lo han leído?
— Si he sido sincera, si he estado lo suficientemente viva en las páginas del libro, entonces creo que servirá de espejo en el que mirarse a cualquier persona con el corazón abierto, y en particular interesará a los buscadores, a mujeres embarazadas y a gente que quiera explorar la dimensión espiritual de la maternidad.
Hasta ahora el libro ha tenido muy buena acogida. Los lectores más que hablarme de mis palabras me hablan de ellos: me dicen que les ha acompañado, que les ha hecho conocerse mejor a sí mismos, que les ha servido de reverberación de su propio corazón, que cada frase latía. Esa era la intención con la que lo escribí.
¿Por que nos puede interesar salir de este matrix tan cómodo para vivir una vida espiritual?
— Quizá es cómodo, pero no responde a los anhelos de nuestro corazón. No nos da sentido ni esperanza ni tampoco dignidad. La modernidad nos ha dado comodidades insospechadas, sí, pero nos ha arrebatado todo lo demás. Vendimos nuestra alma a cambio de un sillón confortable o una tele de plasma o una copa de whisky en un bar triste el viernes por la noche. Yo entendí esto, me puse a buscar una salida, y la encontré. Eso es lo que relato en 39 semanas y media.
¿Estás escribiendo ahora? Si es así, ¿sobre qué?
— Estoy revisando un ensayo que compuse el año pasado sobre Santa Teresa y la enorme influencia que ha tenido en mi camino espiritual, en el intento de saltar barreras entre religiones. Mis abuelos se fueron a vivir a Ávila poco después de nacer yo y he pasado allí todas las Navidades de mi vida hasta la muerte de mi abuelo en 2014. Siempre he sentido que Teresa, más allá de que esto pueda resultar paradójico, me ha llevado directamente de la mano hasta la mano de mi maestro. Sus textos están vivos, ella me sigue acompañando, se muestra a través de signos y sincronías constantes. Es mi modelo tanto literario como espiritual.Por lo demás, no sé muy bien hacia dónde se decantará después mi labor literaria. Creo que la clave para escribir es tener el corazón receptivo y despierto; quiero estar atenta, vivir de verdad, y espero, si Dios quiere, que la propia vida me muestre el camino a seguir.

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