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martes, 19 de septiembre de 2017

Divide y vencerás

Al Qaeda se está creando por la estupidez mediática, cuando sólo es un logotipo que se añade a posteriori

26/08/2005 - Autor: Emilio González Ferrín - Fuente: Europa Sur
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En los límites de la realidad, una señora mostraba fotos de pintadas callejeras de esas con caligrafías ilegibles. La señora preguntaba "¿qué nos están diciendo?", porque pensaba que era árabe. Se refería a ese ellos del contubernio islámico-árabe-terrorista que los medios engordan como un pavo para el banquete obsceno de tertulianos. En la apoteosis mediática del 7-J, un célebre aquelarre radiofónico culminaba seis horas de cháchara con elucubraciones sobre el Concilio de Trento, contra el que acababan de atentar en Londres. Nada importaba el anglicanismo o el cisma de la Reforma; todo vale para marcar mi territorio y el de los otros. El oyente sin contraste asimila el gazpacho mentiroso con encogimiento de hombros, consintiendo el justos por pecadores de las guerras comerciales.
No; el terrorismo islámico es demasiado grave como para caer en el río revuelto, ganancia de pescadores. No es religioso, menos aún coránico, ni tradicional, ni tiene bases intelectuales. Es revolucionario –el siglo XX árabe fue laico y prosoviético–, occidental niñatero y antiinstitucional –todos los terroristas comen caliente– y lo más importante: contra toda apariencia, no está centralizado. Definido así, su necesaria erradicación debería seguir una disciplinada batería de medidas en torno a la vieja y efectiva idea del divide y vencerás, que en lectura contraria –unifica y crearás al monstruo– nos está llevando a derroteros aún por empeorar. Tal batería de medidas de desconexión podría ser:
1.- Desconectar acontecimientos, tiempos y geografías. Un movimiento que dice llamarse La Base –Al Qaeda– es de todo menos eso. Los palabros acuñados como yihadismo o nazi-islamismo sólo dan de comer a lenguaraces oportunistas. Se acabó hablar de Al Qaeda; si un grupo quiere reivindicar un atentado, que demuestre que conocía los preparativos o no se habla de él. Al Qaeda se está creando por la estupidez mediática, cuando sólo es un logotipo que se añade a posteriori.
2.- Deconectar el Golfo. La clave está en las monarquías bananeras: ni dejan de crear mezquitas problemáticas, ni baja el petróleo. Mantener mezquitas de Fuengirola y guetos de inmigrantes desorientados es letal. El Golfo árabe está haciendo mucho daño en África.
3.- Desconectar el discurso religioso. Para regímenes jurídico-religiosos, Inglaterra, Andorra y el Vaticano. Hay más religión en la Constitución de Argentina o de Estados Unidos que en todas las constituciones árabes –que las hay, y no es el Corán–. Los terroristas se han afeitado. No ponen bombas por ser musulmanes, sino que se están haciendo musulmanes para poner bombas.
4.- Desconectar el terrorismo de Palestina e Iraq. Estos últimos luchan justamente por su libertad. Meterlos en el mismo saco justifica sermones incendiarios.
5.- Al hilo de lo anterior, desconectar Occidente. Que el ejemplar modelo europeo –de sana crisis permanente– no tenga nada que ver con el discurso monolítico americano de colonos y ejes de mal.
6.- Desconectar la globalización militar. Cada atentado ha sido nacional, cometido por los enemigos de ese Estado, no de Occidente ni el cristianismo. En macabra perspectiva, cuando pase en Francia serán argelinos, y turcos en Alemania. Seguiría siendo terrorismo nacional.
7.- Desconectar causa y efecto: no hablar nunca de por qué se pone una bomba. El terrorista siempre busca que su estúpida carta mortal se lea en la tele.
8.- Lo más duro: desconectar las postrimerías trágicas. Si un atentado arroja tantas víctimas como un mal fin de semana en las carreteras, equilibrarlos –con la contención que supone– para quitarle protagonismo al terrorista. Tanto homenaje solivianta a las mentes morbosas.
Emilio González Ferrín es presidente de la Fundación Gordion
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