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sábado, 18 de noviembre de 2017

Filipinas; puño duro contra los yihadistas, pero “no es guerra de religión”

Mientras el asedio de Marawi continúa, el presidente Duterte extiende la ley marcial hasta finales de 2017. No están de acuerdo ni la Iglesia ni la sociedad civil
AP
Manifestaciones contra la ley marcial en Filipinas

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Pubblicato il 24/07/2017
MANILA
Tras dos meses de asedio no se ha derrotado a la resistencia yihadista en el sur de Filipinas. Por petición del presidente Rodrigo Duterte, que hoy pronunció el acostumbrado “Discurso sobre el estado de la nación”, se extiende en la isla de Mindanao la ley marcial, hasta el 31 de diciembre de 2017. Y podría tener consecuencias devastadoras el ataque que el grupo terrorista filipino “Maute”, fiel al llamado Estado Islámico, llevó a cabo en la ciudad de Marawi, capital de la provincia de Lanao del Norte, en donde vive una población principalmente musulmana. Los yihadistas irrumpieron en el centro habitado el pasado 23 de mayo, provocando la fuga de la población y enfrentando al ejército filipino que, a pesar del despliegue de fuerzas en el territorio y la asistencia técnica de tropas estadounidenses, todavía no logra derrotarlos. 

Atrincherados en una zona de la ciudad, escondidos en túneles subterráneos que antes habían llenado de víveres y municiones, con francotiradores en puntos estratégicos y entrenados para la guerrilla urbana, los yihadistas filipinos también tienen a unos 100 civiles como rehenes. Serán usados para intercambios o como escudos humanos. Entre ellos hay 15 fieles católicos y un sacerdote, Teresito (llamado “Chito”, ndr.) Suganob, que fueron secuestrados en la catedral católica de la ciudad antes de que los fundamentalistas incendiaran el edificio. 

Para responder a esta emergencia para la seguridad nacional (el país bajo la mira del terrorismo) Duterte declaró la ley marcial en toda la isla de Mindanao, el extendido territorio del sur de Filipinas en donde vive una consistente minoría musulmana (más de 5 millones de ciudadanos) y en donde, en los últimos treinta años, el gobierno creó una provincia autónoma especial musulmana, precisamente para responder a las instancias sociales y políticas de autogestión de una gran parte de la nación. 

El periodo de dos meses de ley marcial que decretó el ejecutivo, que ahora acabará a finales de 2017, no ha sido suficiente para derrotar al pequeño ejército de yihadistas, entrenado gracias al peligroso grupo terrorista Abu Sayyaf, activo desde hace más de treinta años en la región del sur. En 68 días de intensos combates y bombardeos aéreos han perdido la vida 427 militantes, 99 soldados del ejército y 45 civiles; por lo menos 200 mil personas se han visto obligadas a escapar de la zona y viven en campos para desplazados temporales alrededor de la ciudad atacada. 

Mientras tanto, en el territorio de Mindanao, la población vive carencias, abusos, violaciones de sus derechos individuales, debido a las incursiones militares de las fuerzas especiales, que han generado muchos sufrimientos y protestas entre la población local. «No era necesario extender por otros meses la ley marcial», declaró el obispo de Marawi Edwin de la Pena, haciendo suyos los numerosos llamados de organizaciones de la sociedad civil, sacerdotes y misioneros presentes en la zona. «El ejército puede ocuparse de la situación en Marawi incluso sin beneficiarse de la ley marcial. No creo que sea justo extenderla», explicó. En la reciente asamblea plenaria, los obispos filipinos acordaron, pidiendo una vuelta urgente «a la normalidad» y a la paz en Mindanao; y subrayó que «no se trata de ninguna manera de una guerra de religión». 

El sólido consenso de Duterte ahora debe afrontar una dura prueba, con una acción sin precedentes que demuestra la táctica cenenosa del Estado Islámico en el sureste asiático: el desempleo ha galvanizado a los grupos yihadistas en naciones de mayoría musulmana, como Indonesia y Malasia, y, según los datos del Institute for Policy Analysis of Conflict (IPAC), los estados de la ASEAN (la Asociación de las Naciones del Sureste Asiático) podrían sufrir la multiplicación de los problemas relacionados con la insurgencia extremista islámica, con la creación de una «“franquicia” oficial del EI en la región». 

En un informe que analiza la dinámica del asalto en Marawi, que por duración y agresividad fue más allá de las expectativas, el Instituto indicó que en el vasto territorio de las islas de los mares del sur existe la presencia de «pequeñas células hábiles en el combate y capaces de adoctrinar a otros jóvenes». 

La amenaza del EI en la región podría hacer que se superara la histórica desconfianza entre los gobiernos de Filipinas y Malasia, para impulsar esfuerzos coordinados con el fin de combatir eficazmente el extremismo en el Asia oriental. El ataque de Marawi, de hecho, y la tenacidad de los combatientes filipinos habrán llamado la atención del comando central del Estado Islámico en Raqqa, Siria. Según el informe, la perspectiva de crear un mini-califato en el Asia sudoriental podría ser apetitoso para una organización que está perdiendo terreno en el Medio Oriente. 

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