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domingo, 14 de enero de 2018

La justicia económica y social en el Islam

Este artículo recoge la intervención del Imam Musa Sadr en la
novena sesión del Encuentro sobre Pensamiento Islámico que se celebró en
la ciudad de Tlemzen, Argelia el 26 de junio de 1975. Estos encuentros
se celebraban en Argelia todos los años y en ellos participaban sabios
destacados del mundo islámico, especialistas en las áreas del derecho, la
historia, la economía, la filosofía, el arte y la literatura, como el Sheij
Mohammad Abu Zahrah de al-Azhar y Maaruf al-Dawalibi, presidente
del parlamento islámico de Argelia, el sheij Mohammad Gazali, profesor
de al-Azhar, y el doctor Omar Faruj.
_____________
La primera parte del título ha sido analizada y estudiada
por destacados sabios e intelectuales musulmanes. Por lo tanto,
esta conferencia se centrará en examinar la segunda parte del
título y a recordar algunos puntos que le otorgan al concepto
de “justicia en el Islam” un carácter distintivo.
En primer lugar, la justicia en el Islam, en todos sus
ámbitos, pero en especial en el ámbito socioeconómico, está
basada en la ideología islámica. La justicia constituye uno de
sus puntos de apoyo y tiene una influencia significativa en el
resto de pilares religiosos.
La justicia, en todos los aspectos de la vida humana, tanto
individual como colectivo, aparece en el Sagrado Corán como
resultado de la justicia universal.
De acuerdo con la visión islámica, el universo se sustenta
sobre la base de la justicia y la rectitud. Quien crea en el mensaje
y desee tener éxito deberá ser justo en su conducta y estar
en armonía con el universo. De lo contrario, será un cuerpo
extraño en esta existencia. Rechazado, fracasado y condenado
al olvido y al abandono. Este principio es aplicado tanto al
individuo como a la sociedad.
Quizás las aleyas más notables que confirman este vínculo
en el Sagrado Corán son las que se encuentran en la Sura Ar-
Rahman (El Clementísimo):
“Él ha elevado el cielo y ha establecido la balanza para que no engañéis
al pesar. ¡Dad el peso justo y no deis de menos al pesar!” (55:7-9).
La justicia es la más destacable de las cualidades divinas
evidenciables y es por ello que se refleja en todo el universo, ya
que, según los filósofos, la causa es una limitación total para el
efecto y el efecto es un límite incompleto para la causa.
Esto se suma a la descripción coránica de Dios, que
dice: “Aquel que establece justicia”. Esto significa que la justicia
universal es la instauración divina de la justicia, sin necesidad
de conclusiones filosóficas o análisis científicos.
De hecho, éste es el método común adoptado en el
Corán: presentar los resultados educativos de los hechos sin
tener que detenerse, ante los retos que plantean, a analizar sus
dimensiones sin entrar en registrar datos y detalles.
En resumen, la justicia universal, que es una visión islámica,
y que es también el resultado de la fe en la justicia del Creador,
establece las bases sólidas de la justicia en la vida individual y
colectiva del ser humano a nivel social, económico y político.
Por otro lado, aquel que indague en las raíces de la
religión islámica y los fundamentos de su doctrina, verá con
claridad que el motivo real que evidencia la necesidad de enviar
mensajeros que establezcan la veracidad del Día del Juicio es
la justicia divina, la cual ilustra la importancia de la justicia
en los fundamentos de la doctrina islámica y su impacto, de
acuerdo con la orientación didáctica, en el comportamiento del
ser humano en general y en su justicia socio-económica con el
individuo y con la sociedad en particular.
En segundo lugar, el precepto coránico general que hace
hincapié en la equivalencia del ser humano con su obra en la
sagrada aleya:
“y que nada pertenece a la persona excepto aquello por lo que se
esfuerza.” (53:39)
Esta pauta también está ligada a la justicia, ya que la
presencia de justicia equivale a presencia de fe y la fe no existe
sin el comportamiento humano necesario para lograr justicia.
“¿Has visto a quien desmiente el Día de la Recompensa? Es el
mismo que aparta de sí violentamente al huérfano y que no anima a
alimentar al necesitado.” (107: 1-3)
Este principio se expresa con otras palabras en el hadiz:
“No cree en Dios ni en la Otra Vida aquel que se va a
dormir saciado mientras su vecino tiene hambre”.
Cientos de preceptos islámicos que sitúan la justicia
social y económica en el centro de la adoración y entre las
condiciones necesarias para su validez, reflejan claramente que
estos principios no son preceptos secundarios u obligaciones
ordinarias sino que son dos soportes fundamentales e
inseparables de la doctrina y la fe. El Islam no reconoce
la existencia de una fe que no genere justicia en la vida del
individuo y en la sociedad.
Así pues, la justicia socio-económica en el Islam tiene un
carácter profundo, permanente y amplio, ya que se integra en
la existencia misma del creyente, brotando de él mismo hacia la
sociedad y hacia el propio individuo.
En tercer lugar, el Islam, al establecer el principio de
justicia, traza unas dimensiones claras que impiden su fragilidad
y proporcionan garantías que permitan su desarrollo y su
perpetuo crecimiento. Éste es un dato muy importante.
El vínculo recíproco entre la responsabilidad individual y la
responsabilidad de la comunidad a la hora de alcanzar la justicia
es una de las dimensiones trazadas. El individuo es responsable
de la seguridad de la comunidad de acuerdo con el principio
de “todos sois pastores y cada pastor es responsable de su rebaño” y por
lo tanto es su deber llamar a realizar el bien y prevenir el mal.
Puesto que todo lo que posee de dinero, capacidades,
experiencia, e incluso salud y fuerza física, no es fruto de un
esfuerzo personal sino que los demás, tanto sus contemporáneos
como sus predecesores, han participado en su adquisición,
entonces, es como un árbol con fruta. Aunque una de las
ramas cargue la fruta, el árbol con sus ramas, hojas y raíces ha
contribuido en la producción de la fruta del mismo modo que
el aire, el sol, el agua, la tierra, así como otros factores naturales,
y el trabajo del ser humano también han formado parte del
proceso.
En pocas palabras, el individuo es un administrador de lo
que posee. No es responsable de ello sólo ante la sociedad sino
que carga con esta responsabilidad tanto en el pasado como
en el futuro.
Este análisis confirma que el individuo no tiene derecho de
monopolizar lo que tiene, tampoco a destruirlo o a descuidarlo.
Así mismo, no le está permitido causarse daños o perjudicarse
a sí mismo. Por este motivo, el suicidio y otros actos similares
son considerados una agresión o perjuicio a los derechos de la
comunidad. Este análisis también arroja luz sobre el término
“sucesor” que aparece en el Corán refiriéndose a los bienes que
les han sido confiados:
“Y repartid de lo que Él os ha dado como sucesores.” (57:7).
En respuesta a la responsabilidad que el individuo tiene con
el bienestar de la sociedad, tenemos la responsabilidad que la
sociedad asume para con el individuo. Los hadices y las fatuas de
los sabios confirman que la responsabilidad de que un miembro
de la comunidad muera de hambre recae sobre todos los
habitantes de un pueblo. Lo cierto es que esta responsabilidad
existe ante cualquier muerte, daño, abuso o maltrato. Como
en el hadiz: “los habitantes del pueblo no serán absueltos por Dios y
Su Mensajero” porque traicionaron la confianza de Dios y
rompieron el pacto que tenían con Él cuando no cumplieron
con su responsabilidad para con este individuo.
Y, lo que se dice de este pueblo, también se aplica a las
ciudades, naciones y a todas las regiones de los países que
forman una unidad integrada.
Imam Ali (a.s) se pregunta y reza: “¿Cómo puedo irme a
dormir con el estómago saciado cuando los de mi alrededor
están hambrientos y sedientos? Quizás en Hiyaz o en Yamama
haya alguien que no tenga codicia de pan y no conozca la
saciedad.”
La visión que descubrimos a través de los versos coránicos
y de las narraciones que observan a los individuos en relación
con los demás, es que todos ellos conforman un solo cuerpo
y si uno de los miembros sufre, al resto también le duele.
Sus pertenencias, ellos mismos, sus familias, sus contratos y
compromisos, son de todos. Ésta es otra dimensión que arroja
luz sobre la sociedad y su composición, como indican los
siguientes versículos sagrados, aparte de lo que el Corán dice
sobre contratos y compromisos:
“No os comáis vuestras riquezas unos a otros de forma ilícita.”
(2:188) “Y no os espiéis ni os difaméis unos a otros” (49:12), “Procedéis
unos de otros” (3:195).
De hecho, el Sagrado Corán, en diversas ocasiones, hace
referencia a la comunidad en la que reina la justicia y sus
resultados y a los peligros que rodean la ausencia de ésta. El
motivo es que la justicia permite a todo el mundo buscar el
beneficio y ser generoso, lo cual, a su vez, repercute positivamente
en todos. Mientras que la ausencia de justicia en la sociedad
tiene como resultado que una gran parte de la comunidad sea
privada de algunos o todos sus derechos y de algunas o todas
sus posibilidades, llegando estas privaciones a afectar no solo
a los miembros de la comunidad sino a la sociedad misma.
Eso por no hablar de las enfermedades y de los riesgos, que
no serían exclusivos de los grupos desfavorecidos sino que
afectarían a todos. Por ejemplo, riesgos materiales derivados de
la desnutrición y de condiciones de vida inadecuadas, así como
otros riesgos que se producen en los corazones de las personas
desfavorecidas y que de ser marginadas acaban estallando en
las sociedades.
Analicemos algunas de estas aleyas:
“Se os invita a contribuir a la causa de Dios, pero algunos de vosotros
os mostráis avaros. Y quien es avaro, en verdad, se perjudica a sí mismo
con su avaricia, pues, ciertamente, Dios es rico por Sí mismo y vosotros sois
los necesitados. Y si dais la espalda, Él os sustituirá por otro pueblo que
no será como vosotros.” (47:38)
“Y lo que gastéis por la causa de Dios os será devuelto, y no seréis
oprimidos.” (8:60)
“Repartid de vuestra riqueza, por amor a Dios. No os destruyáis con
vuestra propia mano y haced el bien.” (2:195)
Aquel que sopese estos versículos verá que el “gasto”,
en el sentido coránico, es la repartición completa de todo lo
que Dios ha proveído al ser humano en cuestión de dinero,
pensamiento, búsqueda y lucha. Si meditamos acerca de
estas aleyas, confirmaremos que aquel que reparta será
recompensado, será alejado de la injusticia y no caerá en la
ruina. Esto no se limita a la recompensa divina que espera al ser
humano el Día del Juicio y que el Corán llama “la recompensa
más plena”, sino que incluye otro tipo de resultados, conocidos
como “recompensa menor” o “castigo menor”.
Resumiendo, aquel cuyo objetivo sea brindar a los demás
oportunidades en la vida, ya sea de forma individual o colectiva,
ciertamente estará contribuyendo a su propia recompensa
y a mantenerse alejado de los perjuicios de la injusticia y la
destrucción. Hoy en día son evidentes las consecuencias y el
impacto que este tipo de acciones tienen en la sociedad.
Si tenemos en cuenta que la última aleya descendió en el
contexto de los versículos de la yihad, encontramos la completa
armonía existente entre el sacrificio de uno mismo que lleva al
martirio y la abstención de la destrucción causada por la tiranía
del enemigo o de la injusticia y de este modo se desvanecen las
dudas sobre el significado de este versículo sagrado.
La otra dimensión de la justicia económica y social en la
escuela islámica es el grado de variación de la justicia y que sus
fases de aplicación en las sociedades parecen ser infinitas, al
igual que el resto de objetivos religiosos.
Esto se debe a que la justicia en realidad no es un fin en sí
mismo sino que es una vía para dar la oportunidad a todos los
seres humanos de perfeccionarse. El esfuerzo cesa al completar
las primeras etapas de su aplicación y el resultado inicial es
que la justicia alcanza un grado de percepción individual.
Luego crece y se convierte en un esfuerzo cada vez mayor del
individuo hacia la sociedad, representada por las autoridades
nacionales. Entonces la justicia crece en la sociedad y florece en
todos los individuos hasta alcanzar una profundidad cualitativa.
Al igual que los sentimientos se trasforman en actos y
en esfuerzo, sucede lo mismo con la justicia en su nivel más
bajo. Cualquier aumento en el mínimo nivel de oportunidad de
vida se transforma en la creación de más oportunidades hasta
alcanzar la igualdad entre el mayor número de miembros de la
sociedad. Después, llega el turno de la solidaridad, el apoyo y
el sacrificio hasta que alcanzamos el momento del altruismo.
Debemos tener en cuenta que estas concesiones no nos
deben llevar a olvidar los derechos del resto de familiares como
suele ocurrir cuando el individuo es excesivamente generoso.
Tal vez esto explique el significado del versículo:
“Y no lleves tu mano cerrada a tu cuello ni la extiendas completamente,
pues serás censurado y quedarás debilitado”. (17:29)
Ya que estamos enumerando las dimensiones islámicas de
la justicia económica y social, vamos a mencionar rápidamente
el aspecto técnico con el fin de ofrecer una visión completa y
para darle a este aspecto la atención que merece durante esta
conferencia.
La prohibición de la usura revela que la ley islámica rechaza
el capital que no resulta del esfuerzo.
Por otra parte, lo que se afirma en la jurisprudencia (fiqh)
sobre lo erróneo de establecer una participación especial para
los medios de producción (vacas o maquinaria primitiva) es
prueba de que los medios de producción no pueden recibir
una parte de los beneficios. En cuanto al trabajador, que según
el Islam es el elemento de producción más destacado, tiene
derecho a participar en las ganancias sin tener que tomar parte
en las pérdidas, ya que tiene derecho a percibir una cantidad fija
desvinculada del riesgo, que es lo que denominamos “sueldo”.
Por otra parte, una mayor reflexión sobre los hadices que
hablan del Zakat y lo que han dicho sobre él los Imames y los
primeros sabios, añade una nueva dimensión a la justicia. Una
dimensión que contempla claramente la pobreza, aunque sea
resultado de la pereza, la seguridad social necesaria en la vejez,
la niñez, en caso de enfermedad y en particular la seguridad en
casos de emergencia de viajeros, endeudados o fugitivos por la
causa de Dios.
Esta dimensión indica que el Islam acepta la responsabilidad
de la sociedad al completo, en las situaciones más difíciles,
incluidas las permanentes como son la vejez o la discapacidad
causada por escasez y las emergencias ocasionales.
La situación actual de la comunidad
Cuando hacemos una comparación minuciosa entre
las raíces ideológicas y dimensiones visibles de la justicia
económica y social y la realidad actual de las sociedades en
los países musulmanes, encontramos que existe una gran
diferencia.
El último cuarto de siglo ha sido testigo del incesante
esfuerzo y de los logros obtenidos por el mundo musulmán
en el campo de la justicia y en la aplicación de una parte de
las disposiciones correspondientes. Sin embargo, los elementos
esenciales no estaban presentes, por lo que encontramos que
el esfuerzo y los eventuales logros han sido inconsistentes y de
poco resultado.
La disociación del principio de justicia social y económica
de la ideología islámica forma parte de la trágica separación
de religión y Shari’a. La existencia de esta división y la
aceptación de las distintas categorías de la misma por parte
de los musulmanes han hecho desaparecer la profundidad, la
universalidad y la permanencia de las bases de la justicia, hasta
el punto que la justicia económica y social se ha convertido en
un mero objetivo político y social.
Esta doctrina carente de resultados sociales ha tenido un
efecto psicológico en la mayoría de los musulmanes, de forma
que creen que la religión no afecta a sus vidas cotidianas o a su
comportamiento privado. Para algunos, se trata solo de algo
relativo al culto que regula la relación entre el ser humano y su
Creador y que facilita el viaje de la muerte, ni más ni menos.
No sabemos exactamente cuando surgió esta conspiración.
Si fue a manos de un amigo ignorante o de la emboscada de
un enemigo. Lo que sí es seguro es que esta situación ya existía
antes de la interacción intelectual entre Europa y el mundo
musulmán. Tras esta interacción, surgió como algo tan claro e
influyente, que se ha convertido en la tendencia predominante
en la comunidad musulmana.
Dios es adorado solo en las mezquitas, los viernes y
durante el mes de Ramadán. La fe del ser humano aparece solo
en circunstancias difíciles, cuando está enfermo, ha fracasado,
ha sufrido una pérdida o cuando es pobre y viejo. Sin embargo,
mientras tiene vitalidad, es joven y tiene éxito y salud, pues no,
no hay lugar para la fe en su vida.
El mercado, las fábricas, las granjas, oficinas y el resto de
lugares en esta vida están cerrados a la fe, se encuentran fuera
de su dominio.
Aquellos que establecieron y predicaron esta visión
querían áreas de trabajo donde la fe no fuese rival y Dios no
pudiese observarlos para así poder llevar a cabo sus ambiciones
y deseos, explotar al ser humano sin piedad, elegir los medios
necesarios para obtener beneficios sin restricciones y sin tener
que comprometerse a elegir los medios adecuados para obtener
ganancias. Los que deseaban esto son los mensajeros de la
civilización occidental capitalista. Aquellos que consideraron
que los sentimientos religiosos y los compromisos morales eran
un obstáculo en su camino y por ello persistieron en eliminar
sus raíces y apagar sus cenizas en el mundo.
Habiendo pasado ya la época de la escolástica y de sus
seguidores, iniciaron la etapa del capitalismo, que es su mensaje
sagrado. Así pues, el capitalismo empezó a actuar con total
libertad y sin ningún obstáculo, produciendo, manufacturando,
exagerando su producción, buscando mercados de consumo,
colonizando, explotando, luchando, devastando pueblos y
civilizaciones y creando necesidades artificiales, etc, etc.
Pero hay señales que confirman que al final del viaje tendrán
que cavar la tumba de su propia civilización y se enfrentarán a
la destrucción de la humanidad y su civismo. Con sus acciones
han creado, en algunos ámbitos de la vida, un vacío ideológico,
una pobreza, que casi es blasfema, contradicciones que han
provocado a los pueblos del mundo y a ellos mismos graves
dificultades y dolores incurables.
Tras esta frase de protesta, volvamos a la situación de
nuestra comunidad para decir: el ser humano ha sido separado
de la justicia y la devoción ha sido vaciada de su contenido y se
ha convertido en un ritual, a pesar de que el Corán insiste en
numerosas ocasiones en que si la adoración o incluso la oración
se interponen a la hora de realizar una buena obra o de ayudar
al vecino, entonces ¡Ay del que rece!
Tal vez algunos religiosos, mediante sus llamamientos o
sus silencios, contribuyeron a sustituir la justicia por los actos
de devoción, aunque el Islam declare:
“El mejor acto de adoración es una palabra justa frente a un
gobernador injusto”.
Es evidente que el resultado de estos métodos educativos
era muy peligroso. La falta de justicia en las sociedades ha
sobrepasado los límites del peligro político y social y ha
provocado desviaciones ideológicas. Esto ha generado una gran
decepción con la religión, representada por sus instituciones y
sus hombres, los cuales callan ante estas injusticias y no luchan
por los derechos de las personas.
La conclusión es que esta separación ha trastornado los
intentos de lograr justicia en nuestra sociedad, ocasionando
problemas sociales, políticos e ideológicos extremos.
Cuando algunas comunidades logran establecer una
justicia parcial, carente de base ideológica, las dificultades van en
aumento, porque este tipo de justicia conlleva comparaciones
generales y culturales e impone a la sociedad un cierto tipo de
consumo, y por lo tanto una nueva forma de vida que la pone
en peligro de ser destruida.
La responsabilidad de los sabios religiosos en este
campo es enorme, precisa y de gran urgencia, ya que son los
encargados de servir a la nación y a su gente, especialmente
a los desfavorecidos. Ellos son los únicos capaces de dar una
imagen correcta de la lucha de los desposeídos y los oprimidos
en las sociedades, manteniéndola alejada de la influencia
extremista y atea. En particular, los sabios religiosos pueden
evitar la desviación de los esfuerzos que se están realizando
para que los derechos lleguen a sus legítimos dueños.
Los tiranos y usurpadores suelen acusar a estos
movimientos de ateos o sectarios, el mejor antídoto contra
estas armas destructivas es contar con el apoyo y la aprobación
de los sabios.
La situación que la comunidad musulmana está
viviendo hoy en día no es el resultado exclusivo de la falta de
comprensión de lo que significa la justicia económica y social
islámica o de los peligros derivados del desviamiento, por no
mencionar la falta de una visión global de la justicia, además de
otros motivos. La verdad es que la justicia económica y social
no es aplicada salvo en casos excepcionales.
El número de personas privadas de justicia y de una vida
digna aumenta constantemente en las sociedades musulmanas,
y su sentimiento de privación se profundiza cada vez más
debido a la presencia de extravagancias, pretensiones de riqueza
y lujo a su alrededor.
La población musulmana vive hoy en día en diversos países
y con niveles de vida extremadamente dispares. Después de la
aparición de los recursos naturales y la subida de los precios de
las materias primas en el país, ha aumentado la pobreza de la
mayoría de la población y ha aumentado la riqueza del resto.
La amarga realidad se presenta con claridad delante
de todos y todo esto sucede sin ningún tipo de disculpa o
intención de aplicar la justicia entre los pueblos que pertenecen
a una misma comunidad.
Los países árabes ricos han contribuido a la financiación
del presupuesto militar contra los países enemigos, pero esta
contribución no alcanza ni la décima parte de los beneficios
que les proporcionó la guerra. Por lo tanto, sufragar la guerra
con Israel no obvia la necesidad de contribuir a la población
musulmana que lucha contra la pobreza, el hambre y el
subdesarrollo.
Debemos tener en mente que lo que se requiere para
lograr justicia no es una contribución o una concesión, sino
préstamos sin intereses que permitan a las personas pobres
elevar su nivel de vida implementando proyectos de desarrollo.
El Islam fomenta el préstamo sin interés y considera que el
valor de un dírham de préstamo ante Dios supera el valor de
un dírham de caridad.
Si seguimos analizando la situación de la Umma6 nos
encontramos con algo sorprendente, ya que los países
islámicos tratan a la población de otros países musulmanes
como extranjeros, y en algunos casos incluso peor.
6- La comunidad islámica.
Tasas de importación sobre los productos, restricciones a
los trabajadores, violación de los derechos de los trabajadores
musulmanes en la mayoría de los países islámicos, las
duras condiciones que rodean a los expertos musulmanes
que emigran a otros países, que son sometidos a insultos,
sufrimientos y daños, el impacto de las tensas relaciones entre
los gobernantes en la relación entre los pueblos, especialmente
entre las clases trabajadoras; estos y muchos otros dolorosos
ejemplos confirman la ausencia de justicia en la comunidad
musulmana en la actualidad.
Es necesario añadir unas líneas más para completar la
verdadera imagen de la realidad que vive la comunidad y la
situación de la justicia en ella.
Debemos hablar de la situación de los jóvenes, de la
preocupación que sienten por el futuro, por un lado, y de
las desviaciones a las que se ven sometidos debido a la falta
supervisión adecuada.
También debemos mencionar la situación de la mujer, la
situación de las personas que viven en zonas remotas y de los
agricultores en la mayoría de los países musulmanes.
Llegados al final de esta presentación me gustaría ofrecer
las siguientes sugerencias:
— Una recomendación para todos los sabios religiosos
del mundo musulmán y para todos los fieles que desean
alcanzar los objetivos islámicos: priorizar, de entre todas
sus obligaciones, la de situarse junto a los desposeídos y
los oprimidos y hacerse cargo de sus problemas, según
las circunstancias de su país, y luchar para que la justicia
prevalezca, sea cual sea el precio y los sacrificios.
— Hacer un llamamiento a los gobiernos en el mundo
musulmán, por medio de una carta detallada, para que
consideren esta etapa de su historia, en la que han iniciado un
periodo de construcción interna, como un periodo de ayuda
a los desposeídos y de elaboración de proyectos que ayuden
a alcanzar esta meta.
— Hacer un llamamiento a los gobiernos que se reúnen
en la Conferencia General de los Países Islámicos para que
elaboren proyectos que desarrollen las regiones y las clases
desfavorecidas y para que aprueben leyes que mejoren las
condiciones de los trabajadores, expertos e inmigrantes que
viven en sus países, así como que desarrollen una legislación
específica en materia de aduanas, problemas de exportación
e importación, a fin de lograr una mayor justicia entre los
pueblos musulmanes.
— Desarrollar un estudio completo sobre la justicia
económica y social en el Islam, su importancia y su lugar
en la religión, que después sea publicado por los medios
de comunicación, en libros de texto, y en particular, en las
universidades interesadas en las cuestiones sociales y los
institutos religiosos.
(Extracto de las charlas ofrecidas en el noveno foro de
conferencias sobre Pensamiento Islámico, Tomo IV, edición de
Argelia / Talmsan, 15 Rajab, 1395 H. correspondiente al 25 de
junio de 1975.)
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