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domingo, 20 de mayo de 2018

El declive de la causa palestina en los países árabes

La situación en la Franja de Gaza

El declive de la causa palestina en los países árabes

© REUTERS / Mohammed Salem
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Luis Rivas
Protestas en Gaza por el traslado de la Embajada de EEUU a Jerusalén (122)
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Cuando se apaguen los llantos de las madres, cuando se entierre al último de los 61 muertos del 14 de mayo, la indignación - sincera o forzada - de los países árabes se podrá volver a medir según el valor de los intereses políticos y estratégicos de cada uno. Lejos de las condenas y las obligadas muestras de solidaridad con las víctimas.
Un centenar de muertos palestinos obligan a los países árabes a volver a la retórica del apoyo de la causa palestina, pero cuando se diluya la carga emocional sostenida en las habituales imágenes de niños sin vida, la pérdida de apoyo de los palestinos en muchas capitales árabes volverá a ser más diáfana.
Arabia Saudí es el ejemplo más claro del declive de la causa palestina entre ciertos países "hermanos". Mohamed Ben Salman, el nuevo hombre fuerte de Riad, lo expresó claramente en Nueva York, el pasado mes de abril, en una reunión con organizaciones norteamericanas.
"En las últimas décadas" —afirmó— los líderes palestinos han perdido una oportunidad tras otra y han rechazado las iniciativas de paz que se les han ofrecido. Es hora de que aborden las propuestas y acepten acudir a la mesa de negociaciones, o se callen y dejen de quejarse".
Es solo un ejemplo del cambio de actitud de la diplomacia saudí, que si bien tiene mucho que ver con la rivalidad que le opone a Irán, destapa también la necesidad de librarse de un obstáculo para implementar su programa de desarrollo económico y social.
Pocos, hace años, podrían imaginar que Arabia Saudí, a través de su príncipe heredero, hiciera pública una declaración reconociendo el derecho de Israel a tener su territorio, en suma, a reconocer al Estado de Israel sin por ello establecer relaciones diplomáticas con el tradicional enemigo de la historia árabe reciente.
En ese nuevo escenario de normalización entre la antes denominada por sus enemigos "entidad sionista" y Arabia Saudí, el Jefe del Estado Mayor israelí, el general Gadi Eizenkot, contribuyó a su manera ofreciendo una colaboración entre los servicios de inteligencia de ambos países, en una entrevista a la publicación digital Elaph, en noviembre pasado.
Por supuesto, en la penúltima cumbre árabe, celebrada el 15 de abril pasado en Dhahran, Arabia Saudí, el asunto palestino se mantuvo como una de las prioridades, pero ello forma parte más de la retórica que de la realidad.
En esa misma reunión, el príncipe Ben Salman enfatizó la verdadera preocupación de su régimen, la creciente influencia de Irán en Oriente Medio. Y dentro de esa geografía del denunciado expansionismo iraní también se encuentra Gaza, donde Hamás y Yihad Islámica Palestina son receptores de fondos provenientes de Teherán.
Al otro lado de la frontera gazatí, Egipto tiene también sus razones para desconfiar de Hamás. El Cairo debe hacer frente al terrorismo islamista en el Sinaí y sella su permeable frontera con la franja palestina para evitar infiltraciones de yihadistas. En ambos casos, cuenta con la colaboración de Israel.
Egipto es uno de los principales aliados de Estados Unidos y de Arabia Saudí en la zona y trabaja para que la Autoridad Palestina de Mahmud Abas recupere el control político y militar de Gaza. La Embajada israelí en el Cairo pudo celebrar este año el 70 aniversario de la fundación de Israel en el Hotel Ritz Carlton. Los tiempos han cambiado desde que hace siete años, manifestantes invadieran la sede diplomática israelí en la capital egipcia y quemaran la bandera con la estrella de David.
El exjefe del Shin Beth, Ami Ayalon, decía en una entrevista hecha en diciembre pasado que "a los dirigentes árabes no les importa la causa palestina; los palestinos saben que están solos". Independientemente de que esas palabras abunden en el interés israelí para desgajar la solidad árabe con los palestinos, la realidad parece darle razón.
La reciente matanza de Gaza ha obligado a los líderes árabes a condenar con más o menos fuerza la acción del Tsahal, pero los intereses de cada uno enterrarán en pocos días las muestras de solidaridad con los palestinos.
Catar es uno de los países del Golfo más activos en apoyo a Hamás, a cuyos líderes ha albergado en su territorio. Pero también se ha coordinado con Israel para crear infraestructuras en la franja. Las autoridades del emirato, criticadas por saudíes y sus aliados por su pretendido acercamiento con Teherán, se han abierto también en los últimos meses a Israel en el terreno de la diplomacia cultural y deportiva. La misma que ha empleado Abu Dabi para acercarse a Israel, que tiene representación en la Agencia internacional de la energía renovable sita en el país y cuyos hombres de negocios pueden trabajar libremente en el emirato con pasaportes europeos o norteamericanos.
Baréin ha condenado la actuación militar de Israel en la frontera con Gaza, pero para este país, el enemigo número uno no es Israel, sino Irán. La monarquía suní, que reina sobre una mayoría de población chií, reprimió en 2011 una revuelta que atribuyó a la 'lunga mano' de Teherán. Baréin también aplaudió el bombardeo israelí sobre posiciones iraníes en Siria.
Los Emiratos Árabes Unidos se preparan para recibir por primera vez una visita oficial israelí, la del Ministro de Comunicación, Ayub Kara, quien por su parte ha invitado a Tel Aviv al Gran Muftí de Arabia Saudí, Abdel Aziz Sheibeh.
La situación de Jordania es más delicada. En su territorio viven mas de dos millones de palestinos, casi 400.000 como refugiados. Amán es otro de los principales aliados de Arabia Saudí y Estados Unidos en el área, y uno de los primeros firmantes de la paz con Israel. A los más jóvenes hay que recordarles que la mayor matanza de ciudadanos palestinos en la historia —más de 3.000— se produjo aquí, en 1970. Por el momento nadie cree que la reciente masacre de Gaza pueda provocar la cancelación del reciente acuerdo energético entre el reino hachemí y Tel Aviv, vital para ambos países.
En la reunión de urgencia de la Liga Árabe celebrada esta semana en El Cairo, se condenó la decisión norteamericana de trasladar su Embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Un mínimo común denominador entre los miembros, que reiteraron su empeño en fijar como base de negociación el plan de paz de 2002, que pide la retirada de Israel a las fronteras de 1967, la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén Este y una solución para los refugiados.
Esa iniciativa árabe, propuesta por el entonces príncipe y luego rey, Abdalah ben Abdelaziz al Saud, fue apreciada en 2009 como "un esfuerzo para hacer avanzar la paz" por el entonces Primer Ministro, Benjamin Netanyahu. Nueve años más tarde, el jefe del gobierno israelí se encuentra mucho más fuerte dentro de su país, y con el apoyo hasta ahora sin límite del nuevo Presidente norteamericano, que ha cumplido lo que ninguno de sus antecesores se atrevió a aplicar, la instalación de su Embajada en Jerusalén.
Los más de 100 muertos palestinos de las Marchas del Retorno han provocado que los países árabes vuelvan a fijar la atención sobre la cuestión palestina. Pero esa preocupación volverá enseguida a un segundo plano. La creciente influencia de Irán en Siria, Irak, Yemen o Líbano es la prioridad número uno, y para contrarrestarla, una alianza objetiva con el enemigo histórico, Israel, ya no es un tabú.

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