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lunes, 21 de mayo de 2018

Las leyes del cielo

Los creyentes no pueden ser únicamente imitadores ciegos; tienen que ser intérpretes informados que se esfuercen constantemente por comprender cada vez mejor el islam

26/08/2009 - Autor: Ziauddin Sardar - Fuente: Editorial Gedisa
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Ziauddin Sardar.
Ziauddin Sardar.
El protagonista de la historia, el propio Ziauddin Sardar, va a visitar a su amigo Parvez Mansoor, antiguo editor en jefe de la revista Inquiry, con el que había trabajado años atrás.
Parvez ponía los vídeos de sus canciones favoritas una y otra vez; como una mente sana no puede soportar tanta repetición, le pedí que me explicara el significado del término sharia para distraerlo y evitar que pusiera otro vídeo.
-¡Ayatolá! –exclamó iniciando su pontificación habitual-. La conciencia musulmana concibe la sharia de tres formas complementarias: como verdad, como método y como historia.
Explicó que la sharia concibe el mundo más como historia que como cosmos, la moral como acontecimiento y no como idea, y la fe como hacer la Voluntad de Dios y no como conocer Su esencia. La mejor manera de describir la sharia sería, según Parvez, catalogarla de “ética de la acción”. La perspectiva moral de la sharia, por ejemplo, requiere “hacer lo correcto” en lugar de “ser bueno”; por eso, decir que la sharia es la ley islámica violenta sus múltiples significados.
-Entonces, en esencia, la sharia es más una moral y una ética que una ley –concluí.
-Precisamente –dijo Parvez, satisfecho consigo mismo-, pero el espíritu musulmán no distingue entre ética y ley.
-¿Y si la ley pierde la ética? ¿Y si la verdad se iguala con el método?
-Ah –dijo Parvez-, justamente eso es lo que pasó en la historia del Islam.
A partir de ese instante, empezó a llevarme por un recorrido histórico. Me explicó que en la época del profeta Muhammad, la sharia no existía. Durante casi 150 años a partir de la muerte del Profeta, el conjunto acumulado de “enseñanzas” y “conocimiento” que era el saber religioso del islam todavía no recibía el nombre de sharia. El conocimiento era en gran medida personal, libre y algo subjetivo. El primer acto de objetivación y reificación ocurrió durante el período abasí temprano, cuando el conocimiento acumulado se confundió con la historia.
Desde ese momento, el ejercicio del aprendizaje ya no se consideró más como un producto de la historia musulmana en sí. Entonces, la historia empezó a ser un sustituto de la investigación y el conocimiento religiosos. El conocimiento dejó de ser un proceso de razonamiento y comprensión y se convirtió en un corpus de reglas jurídicas congelado en el tiempo. La Voluntad de Dios; descubierta antes por medio del método intelectual, empezó a expresarse en forma de directivas y prohibiciones.
-Esta reificación es lo que empezó a denominarse sharia –aclaró Parvez.
A partir del segundo siglo del islam en adelante, surgieron una serie de mecanismos o disciplinas para comprender la Palabra de Dios. Hacia fines del período abasí, es decir, cerca del siglo XIII, estos mecanismos, que en su conjunto se conocen como fiqh, pasaron a constituir “la metodología del islam”, la cual determinada la forma y el contenido de la sharia en su totalidad. De acuerdo con la explicación de Parvez, el “método” de la sharia se volvió indistinguible de la “verdad” del islam.
-De modo que la sharia, tal como la entienden los musulmanes hoy en día, no tiene nada que ver con la verdad del islam. En realidad, es fiqh más que nada, un cuerpo de ideas y reglas jurídicas congeladas en el tiempo.
-Así es –confirmó Parvez-; es un mecanismo con un fundamento teórico que sirve al autoritarismo tradicional. No es de extrañar que la teología y la ley islámicas hayan progresado tan poco desde entonces.
Los dos estuvimos de acuerdo en que el método de la sharia no alienta la claridad, la innovación y la especulación en el pensamiento sino que determina lo que se debe y lo que no se debe hacer y así se coarta la creatividad. En consecuencia, las personas y las culturas que se centran en la sharia adquieren una perspectiva de la vida conservadora y retrasada. Más que ser un instrumento de liberación, la sharia se ha convertido en un arma de opresión.
Parvez se puso de pie para cambiar el vídeo y yo le pregunté:
-¿Qué conexión hay entre la sharia y el fundamentalismo islámico, maulvi?
Él volvió a sentarse en el sillón y dijo:
-Debe quedar claro que el fundamentalismo islámico es una herejía moderna. No tiene precedentes históricos, ni se fundamenta en la narrativa clásica ni en la tradición musulmana. Es un dogma de creación reciente, y lo que le da el carácter moderno es la noción de Estado. En el islam clásico, no existe una noción de Estado-nación definido en términos de fronteras geográficas. Tradicionalmente, el interés estuvo puesto en la comunidad y el imperio. El fundamentalismo islámico combina la construcción de un pasado romántico y puritano con el ideal modernista de nación confinada en un Estado-nación territorial y genera un punto de vista nuevo tanto en lo religioso como en lo político.
-¿Qué tiene de especial este punto de vista?
-Bien, lo que tiene de especial el fundamentalismo islámico, y lo que lo diferencia del islam tradicional, es el hecho de que la idea de “Estado” es “fundamental” en su visión del islam y representa un concepto prioritario para ese marco de pensamiento.
Parvez siguió diciendo que por eso todos los fundamentalistas islámicos persiguen con tanto fervor el ideal de un Estado islámico, ya que, para ellos, el islam no está completo sin un Estado regido por la ley islámica, la sharia. Desde la perspectiva de una forma de vida y un pensamiento, conocimiento y acción, teocéntricos, el islam se convierte en un orden mundial totalizador, totalitario y teocrático que subordina todas las situaciones humanas al arbitrio del Estado. La sociedad y el Estado se vuelven uno y la política desaparece. Los espacios culturales y sociales se homogeneizan por completo, y todo adquiere por la fuerza una uniformidad monótona; por eso el producto final se parece tanto al fascismo.
-Ver la sharia como la verdad es indispensable para llevar adelante la causa fundamentalista y, de hecho, sirve como instrumento para la creación de un orden totalitario. Ésa es la razón por la cual los dictadores y los tiranos del mundo musulmán sienten pasión por la sharia.
-Y por eso no importa cuán modernos digan ser ciertos líderes musulmanes: siempre están listos para cortar manos y para lapidar a mujeres inocentes –agregué.
Parvez se levantó de un salto y dijo:
-Ya hemos tenido suficiente desolación por hoy. Vamos a escuchar un poco de música.
A pesar del regusto melancólico que me quedó de la visita a Parvez, el encuentro también tuvo su parte alegre. Yo llegué a una conclusión firme: sin la reforma de la sharia, que requeriría una reformulación del islam en sí mismo, el paraíso terrenal humanitario seguiría eludiendo a las sociedades musulmanas. El viaje al paraíso necesitaba que las leyes del cielo construidas en la Tierra fuesen repensadas en un marco nuevo. Dicho de otra manera, los musulmanes y las comunidades musulmanas tenían que volver a ser protagonistas y clamar por su derecho a reinterpretar los textos religiosos de acuerdo con la época y el contexto actuales.
En verdad, la sharia no es más que un conjunto de principios, un marco de valores que ofrece una guía a las sociedades musulmanas. Pero esos principios y valores no son estáticos ni dados a priori, sino que se renuevan dinámicamente cuando cambian las circunstancias del contexto. El deber de reinterpretar las fuentes del islam no es privativo de hombres venerables muertos hace ya mucho tiempo ni de mullahsoscurantistas que ejercen el poder sobre las comunidades musulmanas en nombre de esos pensadores clásicos: es deber de todos los musulmanes. Los creyentes no pueden ser únicamente imitadores ciegos; tienen que ser intérpretes informados que se esfuercen constantemente por comprender cada vez mejor el islam. Los obstáculos que obstruyen el camino hacia un nuevo oasis provienen, como siempre ha ocurrido, de estructuras de poder políticas y religiosas profundamente arraigadas. Yo decidí redoblar mis esfuerzos para eliminar esos obstáculos.
Fragmento extraído del libro Buscando desesperadamente el paraíso. Ed. Gedisa, 2009, pp. 262-265
 
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